El ¨²ltimo gran cronista de Indias
Alejo Carpentier ha sido el ¨²nico gran cronista de Indias surgido en las literaturas hisp¨¢nicas. Su obra supone, en este sentido, un extraordinario retablo donde se enmarca con singular pericia lo que ¨¦l mismo llam¨® lo ?real maravilloso?. Desde la penetraci¨®n indagatoria en la corte haitiana de Henry Cristophe o en la sucursal revolucionaria de la Guadalupe de Victor Hugues, y desde la mitol¨®gica b¨²squeda de la raz¨®n primigenia en la selva amaz¨®nica hasta la pat¨¦tica historia privada de un dictador de hoy mismo, Carpentier ha ido elaborando -recreando- la cr¨®nica magistral y fascinante de un nuevo descubrimiento de la realidad suramericana.Quiz¨¢ habr¨ªa que insistir a este respecto en una consabida ley de din¨¢mica literaria: la de la necesaria invenci¨®n de unos repertorios verbales que sean, l¨®gica e intransferiblemente, tributarios del mundo que pretenden bautizar. El lenguaje es entonces el que genera o procrea el tema y, a la vez, el que l6va dotando de todo su potencial alcance revelador. No quiero decir, ni mucho menos, que la particular po¨¦tica de Carpentier enlace de hecho con la de los primitivos historiadores de Indias, sino que se produce a partir de una no muy distinta actitud de dinamismo l¨¦xico frente a la historia acotada. Se trata de lo que ya se sabe: que una determinada coyuntura ¨¦pica exige una ,determinada dependencia expresiva.
Es muy posible que ese concepto de lo ?real maravilloso? est¨¦ afectado, en principio, de cierta impregnaci¨®n surrealista de lo merveilleux, tan rastreable en un buen trecho de las literaturas de los a?os veinte en lengua espa?ola y especialmente vinculado al proceso formativo del primer Carpentier. La descripci¨®n de una realidad posible tambi¨¦n puede verificarse a trav¨¦s del complejo inventario de maravillas que arropa esa realidad. De ah¨ª que el sustancial barroquismo atribuible globalmente a la obra de Carpentier no sea sino un personal m¨¦todo de indagaci¨®n acumulativa en tomo a los hechos narrados. El barroquismo es aqu¨ª, c¨®mo no, un procedimiento estil¨ªstico, pero tambi¨¦n una cuesti¨®n de sensibilidad interpretativa. La exuberancia l¨¦xica, los opulentos despliegues ret¨®ricos de la prosa narrativa de Carpentier entra?an una r¨¦plica del opulento y exuberante dominio real transferido a la ficci¨®n.
Toda la escritura de Carpentier est¨¢ fundamentalmente caracterizada por una ejemplar, intachable, testaruda voluntad art¨ªstica. La revitalizaci¨®n de la lengua se asocia en todo momento al m¨¢s f¨¦rtil est¨ªmulo imaginativo. No hay fisuras apreciables entre la alocuci¨®n de ¨ªndole barroca y la tem¨¢tica de signo barroco. Los contenidos se movilizan en raz¨®n de un ropaje perfecto y correlativamente ensamblado a ese foco argumental. Todos los dispositivos literarios -ling¨¹¨ªsticos, sint¨¢cticos, fon¨¦ticos- funcionan con un mismo objetivo: la creaci¨®n de una. t¨¦cnica expresiva de esencial prestigio art¨ªstico. Incluso el palmario culturalismo de Carpentier, cuya prolijidad nunca debe confundirse con la ostentaci¨®n, est¨¢ intercalado en su obra como un complementario atributo est¨¦tico. Cuando el novelista ahonda en el universo colonial antillano o en su laber¨ªntica naturaleza, logra, sin duda, lo m¨¢s ambicioso y fecundo: dotar a esa geograf¨ªa f¨ªsica y humana de un rango art¨ªstico preferentemente excepcional.
No me parecer¨ªa solvente negar que la narrativa de Carpentier ha supuesto el m¨¢s prol¨ªfico punto de referencia en el desarrollo de toda la posterior novel¨ªstica latinoamericana. Supongo que semejante afirmaci¨®n no es ni nueva ni excesiva, sobre todo por lo que respecta a ese generalizado proceso de sustituci¨®n de la historia por sus presuntas equivalencias mitol¨®gicas. Con Carpentier culmina el m¨¢s ilustre ejemplo contempor¨¢neo de esa vertiente literaria. Lamento que esta apresurada asociaci¨®n de ideas ante la muerte del novelista me impida un recuerdo m¨¢s met¨®dico. O menos impulsivo.
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