"Operaci¨®n fracaso
EL FRUSTRADO golpe de mano estadounidense para liberar a los rehenes de su embajada en Teher¨¢n ha quedado envuelto en las brumas de las noticias a medias, contradictorias o incomprensibles. Aislando el hecho de sus consecuencias pol¨ªticas, resulta sorprendente la teor¨ªa del ?accidente? entre aviones de transporte y helic¨®pteros en una operaci¨®n de comando ejecutada por la primera y m¨¢s sofisticada potencia militar.Por otra parte, se abre una zona de sombra en este grav¨ªsimo incidente: que las bajas norteamericanas se hayan producido no en la segunda etapa de la operaci¨®n (ataque sobre la embajada), sino en la retirada y tras la orden de suspensi¨®n dictada por el presidente Carter. La versi¨®n israel¨ª de que los sistemas de detecci¨®n electr¨®nica sovi¨¦ticos instalados en la frontera afgana descubrieran los proleg¨®menos de la intentona y obligaran a Carter a suspenderla, so pena de que el Gobierno iran¨ª fuera informado desde Mosc¨², es, por el momento, la ¨²nica explicaci¨®n plausible de la desairada operaci¨®n de gen darmer¨ªa que ha protagonizado Estados Unidos. Pero estas son inc¨®gnitas que quedan para la casu¨ªstica t¨¢ctica.
La intentona ha sido, en cualquier caso, ur¨ªa imprudencia. La moraleja, por otro lado, en estas dramatizaciones espectaculares suele depender del resultado. Dentro de la arbitrariedad de este tipo de juicios hay un razonamiento v¨¢lido: hoy se premia en el mundo la eficacia y se rechaza la torpeza. A la luz de los resultados, Carter ha cometido una gran torpeza. Ha a?adido a la imagen de impotencia que mantiene durante cinco meses en elcaso de Ir¨¢n, y a la de abuso de poder, que consiste en meter a sus aliados en las obligaciones de las sanciones, la de una ineficacia imperdonable. Culmina en el desprestigio de lo que sabemos por otras razones que es el pa¨ªs m¨¢s fuerte del mundo. A?ade una serie de consecuencias posibles: ha mezclado a Egipto -de cuyo suelo parece salieron los aviones- en una operaci¨®n que una determinada parte del mundo considera como antimusulmana; ha comprometido a Bahrain, donde supuestamente hicieron escala. Ha puesto en peligro la vida de los rehenes, que est¨¢n sometidos a la arbitrariedad de los ?estudiantes isl¨¢micos?. Impulsa a Ir¨¢n hacia la URSS y los pa¨ªses comunistas, acentuando la tendencia ya iniciada corno, escapatoria posible de Teher¨¢n a las sanciones occidentales, a pesar de la nota de la Casa Blanca en la que pretende que esta operaci¨®n no est¨¢ hecha en menoscabo de la soberan¨ªa del pa¨ªs contra el que se realiza la operaci¨®n. Ha perdido aviones y helic¨®pteros y ocasionado ocho muertos. Tiene raz¨®n Cyrus Vance cuando, en Londres, donde est¨¢ en una de las escalas europeas para recaudar sanciones y adhesiones, ha exclamado como ¨²nico comentario: ?Estamos consternados?.
Sobre toda esta cr¨ªtica coyuntural, cr¨ªtica de un fracaso concreto, siguen pesando las grandes dudas que este tipo de operaciones presenta siempre. Es decir, si a una ilegalidad se puede responder con otra; y si un Estado puede utilizar instalaciones de otro para una acci¨®n militar contra un tercero.
Se pueden imaginar las dos salidas posibles que habr¨ªa podido tener la operaci¨®n. Una, el ¨¦xito total: es indudable que el prestigio de,Estados Unidos hubiera crecido, sobre todo en los partidarioide la mano fuerte en situaciones pol¨ªticas extremas, pero las implicaciones diplom¨¢ticas y la reacci¨®n de Ir¨¢n hubieran sido probablemente m¨¢s graves que la ventaja del resultado obtenido. La otra, el fracaso directo: es decir, que en lugar de terminar en accidente y evacuaci¨®n, los invasores hubiesen sido exterminados por el Ej¨¦rcito iran¨ª y hubieran, perdido la vida los rehenes a los que se trataba de salvar: La cat¨¢strofe hubiera tenido. dimensiones considerables. Quiere decirse con esto que en cualquier caso esa operaci¨®n no habr¨ªa debido existir nunca.
Pol¨ªtica y estrat¨¦gicamente, la frustrada intervencion americana en Ir¨¢n carece, adem¨¢s, de precedentes inmediatos. El tambi¨¦n fracasado intento de rescate de los aviadores norteamericanos presos en Hanoi, ordenado por Nixon, se inscrib¨ªa en una guerra abierta, aunque no declarada, con, Vietnam del Norte; el bloqueo de Cuba durante la crisis de los misiles fue un pulso entre Kennedy y Jruschov mantenido a trav¨¦s de un teletipo y en el. que ambos sab¨ªan hasta d¨®nde pod¨ªan llegar en sus mutuas intransigencias;?operaciones de rescate como la israel¨ª sobre Entebbe o Ia alemana sobre Mogadiscio infer¨ªan sobre naciones incapaces de generar fracturas en el inestable equilibrio internacional. En esta ocasi¨®n el presidente Carter, acaso impulsado por ese psicologismo electoral que le conduce a huir constantemente hacia adelante, ha emprendido una acci¨®n en solitario (es un¨¢nime la sorpresa occidental y es descartable siquiera un sondeo de Washington sobre las autoridades sovi¨¦ticas) sobre un pa¨ªs que a¨²n es una potencia militar, sobre una naci¨®n que es el barril del petr¨®leo europeo, sobre un Estado psicotizado por la revoluci¨®n isl¨¢mica y que re¨²ne las m¨¢s id¨®neas condiciones para detonar esa tercera guerra mundial que se cierne.
As¨ª es comprensible la indignaci¨®n de los aliados estadounidenses (en Jap¨®n se habla de ?traici¨®n?) ante la aventura. Mal que bienjos pa¨ªses industrializados de Occidente iban aproxim¨¢ndose, con las l¨®gicas reticencias de qui¨¦n va a pagar la factura de la solidaridad, al bloqueo econ¨®mico decretado por Carter contra Ir¨¢n. Ahora, con esta operaci¨®n, los Gobiernos occidentales deber¨¢n reconsiderar los l¨ªmites de sus compromisos con Estados Unidos. Porque ya nos hab¨ªamos habituado a la realidad de que laltercera guerra mundial hab¨ªa comenzado en la relativamente soportable confrontaci¨®n tecnol¨®gica y energ¨¦tica, pero ignor¨¢bamos que se estuv¨ªeran dando los pasos necesarios para prender la mecha de la confrontaci¨®n abiertamente militar.
Queda por saber cu¨¢l va a ser el resultado en dos frentes: en el internacional, a partir de la reacci¨®n iran¨ª, y el nacional dentro de Estados, Unidos, es decir, la repercusi¨®n en la campa?a preelectoral del, presidente. La opini¨®n p¨²blica est¨¢ premiando, hasta ahora, los consecutivos errores de Carter, por ese psicologismo que le lleva a preferir la acci¨®n y el protagonismo, por arriesgados que sean, a la inercia y el inmovilismo. Puede que este error nuevo -y muy grave- le impulse hacia adelante, dentro de esta carrera del irracionalismo. Pero se est¨¢ esperando que, en cualquier momento, cierta lucidez haga comprender a los electores que est¨¢n poniendo un pedestal bajo los pies de barro de un l¨ªder, que no lo merece y que est¨¢ produciendo situaciones peligrosas para el pa¨ªs y para el mundo.
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