La Reina
El otro d¨ªa, en ese c¨®ctel para escritores que dan todos los a?os los Reyes con motivo del Premio Cervantes, y que hace de la Zarzuela un cruce de Monarqu¨ªa y Caf¨¦ Gij¨®n, de Borbones y republicanos que se dan el abrazo de Vergara con un whisky en la mano y un cuadro de las lanzas/chopos por la abierta ventana, el otro d¨ªa, digo, la otra tarde, la Reina, a ¨²ltima hora, se nos desvaneci¨® un momento, empalideci¨® bajo el oro dormido de su pelo, sobre el rojo, m¨¢s l¨ªrico que intencional, de su bello vestido.La Reina tuvo que sentarse por un instante, cuando los invitados se desped¨ªan, y yo sent¨ª como que la Monarqu¨ªa quedaba en suspenso, como un par¨¦ntesis breve y femenino en la historia de Espa?a, como que pod¨ªa pasar todo y no iba a pasar nada. Ella, la Reina, sentada, sola, color desmayo y gasa como la, espuma de la sangre, frente al farall¨®n etiquetado, oscuro, encorbatado, atezado de historias y de guerras, de la intelectualidad espa?ola as¨ª llamada, que la miraba en silencio, Muchos ojos republicanos, muchas biograf¨ªas republicanas, muchos corazones rep¨²blicos, pendientes del coraz¨®n de la Reina, que se le hab¨ªa puesto de perfil, como un naipe. Fue un instante, s¨®lo un instante, pero uno ha nacido y convencido para cronista de instantes, y esa mujer sentada, sola, encalada de palidez, aureolada de marco y cansancio, sin otra corona que el dolor de cabeza, me proporcion¨® la sensaci¨®n aguda viva y present¨ªsima de lo que e siempre la libertad en Espa?a: un instante, un soplo, un suspiro de reina, una alferec¨ªa de mujer, una nada. Escritores de todas las guerras, soldados de todas las letras compactos de la conciencia hist¨®rica y obcecaci¨®n pol¨ªtica, miraban a esa criatura que nos miraba sin vemos, quiz¨¢. Comprendieron -si existe eso de la conciencia colectiva- que ?la sociedad en libertad? de todos, de que hab¨ªa hablado el Rey por la ma?ana en Alcal¨¢, era una mujer sentada, extenuada, con la sonrisa protocolaria iluminada por una interior sonrisa de disculpa. Habla muchos poetas en palacio. No s¨¦ si vivieron ese momento m¨¢s po¨¦tico que pol¨ªtico
Entre los mil invitados, anot¨¦ gentes de m¨¢s a la izquierda y de m¨¢s a la derecha. Esta tarde anual en que la Zarzuela tiene algo de caf¨¦ de artistas y los artistas tienen algo de cortesanos (los cortesanos que ya, afortunadamente, no hay ni quedan ni marean), esta tarde de Guadarrama y escritores ha ensanchado eso que los editorialistas llaman ?el espectro pol¨ªtico?. El Rey me lo hab¨ªa dicho al llegar:
-Paco, te leo siempre y me divierto. Y tengo que agradecerte que nunca me dejas del todo mal, que casi me dejas bien.
Y la Reina:
-Me gustan mucho tus art¨ªculos, tu humor, las cosas que cuentas.
Claro que uno no se va a hacer mon¨¢rquico por eso, pero uno sabe que, dado el z¨¦firo que corre por las almenas de abril, esta Monarqu¨ªa de tir¨®n republicanizante (Pem¨¢n habl¨® una vez del tir¨®n din¨¢stico de las democracias, refiri¨¦ndose a los Kennedy) s¨®lo es posible, m¨¢s all¨¢ de la concreta presencia y exigencia republicana que hoy toma en Madrid configuraci¨®n de cena, por la Monarqu¨ªa personal de este monarca sobre lo f¨¢ctico, por la Monarqu¨ªa musical de esta mujer sobre lo t¨¢ctico.
Miro la escena con ojos de cronista, miro a la Reina con ojos republicanos y vivo este par¨¦ntesis del protocolo, este desfallecimiento de do?a Sof¨ªa (los escritores mareamos mucho y hablamos demasi¨¦) como el par¨¦ntesis de libertad y buena voluntad en que pudiera quedarse la democracia espa?ola. Si alguien nos fracasa otra vez la Historia, mi imagen del trienio liberal ser¨¢ por siempre esa mujer de extensos ojos grises sentada en una silla, desvanecida en rojo y que nos mira.
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