Las Jornadas Cervantinas de Alcal¨¢ de Henares
Alcal¨¢ de Henares ha celebrado sus IX Jornadas Cervantinas, una de las manifestaciones musicales m¨¢s aut¨¦nticas y con mayores posibilidades de futuro de cuantas se celebran en torno a Madrid. Pocas veces como en este caso la audici¨®n musical se convierte en hecho cultural, pues la ciudad, sus lugares hist¨®ricos, su tradici¨®n, invitan a un viaje que, a decir verdad, los madrile?os practicamos poco.Esta suerte de festival, humilde y significativo, carece de cualquier boato o adherencia extracultural. Incluso los conciertos son gratuitos. Se celebran nada m¨¢s y nada menos que en la capilla de San Ildefonso, sobria en su exterior, ornamentada en su interior y cubierta de un espl¨¦ndido artesonado mud¨¦jar. La ac¨²stica es excelente para conciertos corales, grupos de c¨¢mara, solistas y formaciones orquestales no demasiado grandes.
A grupaci¨®n de M¨²sica Espa?ola
Directores: P. Le¨®n, Bernaola y E. Halffter. Obras de Vivaldi, Bernaola y Falla. Solistas: Mar¨ªa J. S¨¢nchez, P. Gilabert, J. Sanz Remiro. Escena: Rafael P¨¦rez Sierra. Igles¨ªa de San Ildefonso. 26 de abril,
Antes o despu¨¦s de la audici¨®n podemos perdernos por las calles de Avellaneda o de Escritores, atravesar el recoleto callej¨®n de Santa Mar¨ªa o gozar de la contradicci¨®n entre la arquitectura de la calle Mayor, con su doble fila de soportales, y la vida actualizada que la anima. Despu¨¦s, la visita de los recintos universitarios: paraninfo, patio triling¨¹e de Santo Tom¨¢s de Villanueva o de los Fil¨®sofos. No es s¨®lo la sombra de Cervantes, sino la posible evocaci¨®n de tanto gran espa?ol que habit¨® estos rincones: Lope, Tirso, Su¨¢rez, Moreto, Calder¨®n, Quevedo.
Y en cuanto a m¨²sica, bastar¨¢ recordar que en Alcal¨¢ vio la luz la primera obra de m¨²sica para tecla, arpa y vihuela impresa en Espa?a: el Libro de Cifra Nueva, de Venegas de Henestrosa, en 1557. Y el Ceremonial romano, de Ruiz Alcoholado (1589), el Procesionario, de Alonso de Bustamante (1572), y libros de canto llano. Ligado a Alcal¨¢, en donde muri¨® despu¨¦s de ejercer como racionero en San Justo y Pastor, est¨¢ Andr¨¦s Lorente, autor de El porqu¨¦ de la m¨²sica, cuando desempe?aba el magisterio en la citada iglesia, a la que perteneci¨® tambi¨¦n Francisco Moratilla, alguna de cuyas obras guardan la Biblioteca Nacional y la catedral de Cuenca. Otra figura bien destacada, Antonio Mart¨ªn Coll, organista de San Diego, compuso sus Flores de m¨²sica, obras y versos de varios organistas, a la que ya prestara atenci¨®n Pedrell, y cuyo inter¨¦s no ha hecho sino aumentar hasta nuestros d¨ªas. Seg¨²n Barbieri, en el archivo central alcala¨ªno se guardaban los manuscritos originales de las Disertaciones sobre el ritmo, de Esteban Arteaga.
No trato de hacer f¨¢cil divulgaci¨®n, sino de resaltar la significaci¨®n musical de Alcal¨¢ y, si se quiere, apuntar posibilidades de atenciones futuras que no escapar¨¢n al arrojo y la dedicaci¨®n de Juventudes Musicales, promotoras de las Jornadas Cervantinas, cuya novena edici¨®n se clausur¨® el domingo pasado. Despu¨¦s de la conferencia de Antonio Iglesias, con ilustraciones de Espl¨¢, Telemann y Strauss, el recorrido por las obras citadas por Cervantes, hecho por la Capilla Musical del Seminario de Estudios de M¨²sica Antigua y de la Polifon¨ªa Espa?ola, dirigida por Alberto Blancafort (Guerrero, Victoria, V¨¢zquez, los cancioneros renacentistas y Rodolfo Halffter), asistimos al concierto de la Agrupaci¨®n de M¨²sica Espa?ola.
Pedro Le¨®n protagoniz¨®, de entrada, una espl¨¦ndida versi¨®n de La primavera, de Vivaldi, antes que Carmelo Bernaola dirigiese el estreno mundial de la obra de encargo de las jornadas: Galatea, Rocinante y Preciosa. Tres textos cervantinos han sido explotados por el compositor con un sabidur¨ªa extraordinaria, una belleza sonora de directo impacto y un bien combinar la voz solista y el conjunto instrumental de manera que se evita la sensaci¨®n de canto acompa?ado. Ernesto Halffier dirigi¨® el Retablo de Maese Pedro, esos gloriosos pentagramas de Falla que su disc¨ªpulo interpreta desde hace m¨¢s de medio siglo con sin igual fervor.
Rafael P¨¦rez Sierra tuvo a su cargo la escenificaci¨®n, perfectamente adecuada a las intenciones de don Manuel: esto es, sobre la base de un gui?ol o t¨ªteres montados en una carreta, con mu?ecos toscos y populares y con exacto sentido de la expresividad de cada momento. Una voz preciosa para esta obra -que hab¨ªa lucido ya en la de Bernaola- se incorpor¨® a la buena tradici¨®n de ?Trujamanes?: la de Mar¨ªa Jos¨¦ S¨¢nchez, transparente, emotiva y graciosa; exenta de amaneramiento infantilista y de inadecuada altisonancia, la joven soprano realiz¨® una gran labor. Buen Maese Pedro el de Pedro Gilabert, en lo cantado y en lo accionarado y gravemente l¨ªrico, como corresponde al personaje y su parte, el Quijote, de Jes¨²s Sanz.
No hab¨ªan acallado los aplausos del p¨²blico cuando los directivos de Juventudes -cuyo esfuerzo apoya el Ministerio de Cultura, la Diputaci¨®n, el Ayuntamiento de Alcal¨¢ y diversas entidades de la villa cervantina- hablaban de lo que ser¨¢n las d¨¦cimas jornadas.
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