Satisfacci¨®n brit¨¢nica por el desenlace de la ocupaci¨®n de la Embajada iran¨ª
Alivio, satisfacci¨®n y orgullo son los sentimientos predominantes en Gran Breta?a tras el incre¨ªble asalto a la embajada de Ir¨¢n, por parte de la unidad m¨¢s famosa del Ej¨¦rcito brit¨¢nico, que produjo la milagrosa liberaci¨®n de todos los rehenes sin que la fuerza asaltante tuviera una sola baja. El saldo de la operaci¨®n no pudo ser m¨¢s favorable para las autoridades. Los diecinueve rehenes fueron liberados, tres de los terroristas resultaron muertos y los hombres del SAS no tuvieron una sola baja. Un cuarto terrorista falleci¨® en el hospital cuando iba a ser intervenido quir¨²rgicamente, tras ser herido en el tiroteo, y el quinto fue capturado por los asaltantes. Cuatro rehenes heridos se encuentran convalecientes en el hospital, fuera de peligro.
El mensaje y la moraleja de la operaci¨®n fue explicado personalmente por el secretario del Interior, al afirmar que "en Gran Breta?a no estamos dispuestos a tolerar el terrorismo en nuestras ciudades". Por su parte, el Foreign Office dej¨® claro, desde el primer momento, en sus conversaciones con los embajadores ¨¢rabes, que estaban actuando como mediadores a petici¨®n de los terroristas, que el Gobierno brit¨¢nico no pensaba acceder en ning¨²n momento a facilitar salvoconductos para que el comandante ¨¢rabe-iran¨ª abandonase el pa¨ªs.La posici¨®n del Gobierno de Londres es que permitir a los terroristas la salida del pa¨ªs constituir¨ªa una violaci¨®n de las obligaciones internacionales del Reino Unido
La primera ministra, Margaret Thatcher, dijo en la C¨¢mara de los Comunes que hab¨ªa que aprovechar lo sucedido en la Embajada iran¨ª a favor de los rehenes norteamericanos en Ir¨¢n. Thatcher afirm¨® que despu¨¦s del asalto de la SAS recomendaba al presidente Banisadr que controle la situaci¨®n en Teher¨¢n y ponga en libertad a los rehenes.
En tanto deben pasar varios d¨ªas antes del anuncio oficial del n¨²mero total de muertos en la Embajada iran¨ª en Londres. El ministro del Interior, William Whitelaw, asegur¨® que el terrorista superviviente ser¨¢ juzgado de acuerdo con la ley inglesa.
La tensi¨®n comenz¨® el lunes alrededor de las dos de la tarde, cuando varios disparos se escucharon en el interior del edificio. A las tres de la tarde, sir David McNee envi¨® una carta aut¨®grafa a los secuestradores, pidi¨¦ndoles calma y apel¨¢ndoles para que ?podamos poner fin pac¨ªficamente a este incidente?. Los secuestradores no contestaron.
A las seis de la tarde, otros tres disparos se escucharon en el interior del edificio y minutos antes de las siete la respuesta de los secuestradores se produjo cuando arrojaron el cad¨¢ver de uno de los rehenes, el agregado de prensa de la embajada, Saytollah Endaie, de veinticinco a?os, por la escalinata del edificio. El cad¨¢ver fue recogido por dos polic¨ªas en una camilla y retirado inmediatamente.
Al mismo tiempo, y a trav¨¦s de micr¨®fonos ultrasensibles colocados en los muros de la embajada, la polic¨ªa capt¨® varias conetrsaciones de los terroristas, en las que ¨¦stos afirmaban que estaban dispuestos a ejecutar a dos rehenes cada media hora si no se satisfac¨ªan sus demandas.
Unos veinte hombres, vestidos de negro, sus caras ennegrecidas con bet¨²n y sus cabezas cubiertas con capuchas, irrumpieron en la embajada desde todos sus ¨¢ngulos de entrada. Segundos antes de penetrar en el edificio, una operaci¨®n de distracci¨®n fue montada en la parte de atr¨¢s del edificio, haciendo explotar varias granadas.
La entrada en la embajada se realiz¨® desde los balcones del primer piso. Dos comandos del SAS se descolgaron desde el tejado con cuerdas y, tras arrojar varias granadas paralizantes, penetraron por los balcones. Al mismo tiempo, se iniciaba un asalto por la puerta principal y la trasera. El pandemonium que sigui¨® fue indescriptible. Durante varios segundos, las explosiones y los disparos de armas autom¨¢ticas se mezclaron con gritos de hombres y mujeres aterrorizados, ladridos de los perros de la polic¨ªa, el ulular de las sirenas de las ambulancias y los bomberos y el batir de las aspas de los helic¨®pteros que sobrevolaban la zona. mientras que un humo denso se elevaba del edificio.
El ¨¦xito de lo que puede calificarse sin exageraci¨®n como ?misi¨®n imposible? ha inundado Londres de telegramas de felicitaci¨®n de todo el mundo, incluido Ir¨¢n.
Editorial en p¨¢gina 10
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.