Sue?os de un perdedor

Woody Allen ha sabido hacernos a todos un poco neoyorquinos, un poco jud¨ªos, un poco intelectuales; un mucho t¨ªmidos. Escribe -o act¨²a- siempre sobre s¨ª mismo: es su manera de trascender sobre nosotros y sobre la sociedad en torno. El problema que se planteaba al presentar en castellano su comedia Play it again, Sam (con el t¨ªtulo de Aspirina para dos) debi¨® ser el de c¨®mo interpretarla; ¨¦l mismo la interpret¨® en Broadway, y tambi¨¦n la versi¨®n cinematogr¨¢fica (Sue?os de un seductor).Se puede traducir un texto, pero ?c¨®mo traducir una interpretaci¨®n, sobre todo cuando el texto ha sido escrito por el actor para s¨ª mismo? La elecci¨®n del actor espa?ol, Nicol¨¢s Due?as, y la del director, Montesinos, ha sido la imitaci¨®n. Supone un enorme esfuerzo, no suficientemente premiado por el resultado; no por falta de calidad o de profesionalidad, sino, probablemente, porque la tarea es imposible. Quiz¨¢ hubiera sido mejor la creaci¨®n directa del personaje, olvid¨¢ndose del peso previo de uno de los actores m¨¢s populares -y mejores- de esta ¨¦poca. En todo caso, la comparaci¨®n es inevitable y siempre molesta.

Toda la comedia adolece de este problema: la comparaci¨®n. El cine y el actor est¨¢n siempre demasiado encima. El ritmo no sigue, las frases no traspasan tanto como ser¨ªa necesario. Queda una comedia grata, tierna y po¨¦tica; queda siempre ese asombro de Woody Allen por la vida y por s¨ª mismo en la vida: la filosof¨ªa del perdedor en una sociedad que imagina de ganadores.