L¨®pez Cobos, Okko Kamu, Tortelier y Soriano, con la Real Filarm¨®nica, de Londres
Dos conciertos de la Royal Philarmonic Orchestra, de Londres, dirigidos por Okko Kamu y Jes¨²s L¨®pez Cobos, han inaugurado el festival Primavera-80, promovido por Iberm¨²sica y patrocinado por el Banco Hispano Americano.
Es conocida la clase extraordinaria de las orquestas brit¨¢nicas, producto de una formaci¨®n individual de primer orden. A las existentes en 1946 se sum¨® la Royal Philarmonic, fundada por sir Thomas Beecham (en 1932 hab¨ªa creado la London Philarmonic), que, en poco tiempo, se hizo con un prestigio internacional. Caracter¨ªstica de esta formaci¨®n es, junto a su virtuosismo, la brillantez sonora. Si otras orquestas del Reino Unido se avecinan al ?tono? de las buenas alemanas, la Royal Philarmonic tiene algo de la vibraci¨®n de las latinas y del esplendor de las americanas, lo que se comprob¨® y aplaudi¨® hasta el clamor despu¨¦s de todas y cada una de las interpretaciones dirigidas por el maestro finland¨¦s y el espa?ol.
El finland¨¦s Okko Kamu
Okko Kamu, del que escribimos a partir de su triunfo en el primer concurso Karajan, posee instinto y buena formaci¨®n, especial aptitud para el ¨²ltimo romanticismo y el postromanticismo. En As¨ª hablaba Zarathustra, esa enorme sinfon¨ªa poem¨¢tica, Strauss se encarga de desmentir a Beethoven, ya que, caso de ser revelaci¨®n, la m¨²sica no es m¨¢s alta ni m¨¢s baja que la filosof¨ªa, sino otra bien distinta. De ah¨ª que el repertorio ideol¨®gico nietzscheano, sus intramundos, sus anhelos, sus alegr¨ªas y pasiones se hagan m¨²sica identificada tan s¨®lo cuando aparece lo po¨¦tico: ?canci¨®n nocturna del caminante?.Pero la obra de Nietzsche sirvi¨® al compositor de punto de partida para crear un mundo relativamente paralelo y, en definitiva, aut¨®nomo. En todo caso, pleno de genialidad por la inventiva orquestal no s¨®lo en lo que a juego de timbre se refiere -con todo y jugar estas funciones estructurales, seg¨²n viera con clarividencia Claudio Debussy-, sino tambi¨¦n en cuanto a manipulaci¨®n de las densidades sonoras a lo largo de un ?continuo? narrativo, dram¨¢tico y pl¨¢stico de asombrosa energ¨ªa vital.
La percepci¨®n de lo que es y supone As¨ª hablaba Zaralhustra por parte de Kamu y su transmisi¨®n al auditorio fue efectiva y brillant¨ªsima. Siguen sin convencerme el brazo izquierdo de Kamu por su falta de movilidad ni su mano por lo inexpresiva.
Si la colaboraci¨®n con Tortelier en el Concierto, de Dvorak, fue menos afortunada -dentro de los niveles que imponen los artistas de que hablamos-, pudimos gozar, en cambio, de un prodigio de musicalidad, seria, efusiva, sin excesos, luminosa y transparente en el arte del violoncellista franc¨¦s. Su comprensi¨®n de la larga y bella partitura -alguna de cuyas l¨ªricas morosidades nos dan luces sobre lo que Mahler tiene de ?bohemio?es excelente a partir de un principio: la voluntad de cantar. Triunfo apote¨®sico y ?encores? del solista y de la orquesta.
El espa?ol Jes¨²s L¨®pez Cobos
La aparici¨®n en el podio del director Jes¨²s L¨®pez Cobos fue acogida con una muy larga ovaci¨®n, prueba evidente del prestigio y la popularidad que nuestro compatriota ha alcanzado entre el p¨²blico espa?ol. Las constantes noticias sobre la brillant¨ªsima carrera internacional de L¨®pez Cobos -quien a partir del pr¨®ximo oto?o comenzar¨¢ a ejercer como director musical general de la Opera de Berl¨ªn Occidental-, la difusi¨®n de sus discos y la aparici¨®n intermitente al frente de la Nacional o la RTVE, han sido datos m¨¢s que suficientes para crear ese ambiente admirativo.El maestro zamorano cort¨® la ovaci¨®n para iniciar con inusitada brillantez el Capricho espa?ol, que Rimsky Korsakov escribiera a partir de varios temas publicados por Jos¨¦ Inzenga en sus Ecos de Espa?a, hacia 1874. P¨¢gina, como es sabido, en la que el dato folkl¨®rico se utiliza de modo directo, pero la rutilante orquestaci¨®n de Rimsky salva la superficialidad de su pintoresquismo.
La versi¨®n virtuosista, restallante, de L¨®pez Cobos y los m¨²sicos ingleses arranc¨® grandes ovaciones. No ser¨ªan menores tras la muy seria y expresiva versi¨®n de la S¨¦ptima sinfon¨ªa, de Dvorak, aquella en la que el compositor bohemio rinde su m¨¢s ferviente homenaje a su admirado Brahms a trav¨¦s de la t¨¦cnica, el estilo sinf¨®nico y hasta de alguna cita concreta, como el lied del Segundo concierto de piano.
L¨®pez Cobos construy¨® la partitura con firmeza y flexibilidad, tan atento a los valores estructurales como a los po¨¦ticos, narrativos y coloristas, haciendo brillar al m¨¢ximo las sonoridades o conduci¨¦ndolaspor v¨ªas de un lirismo a la vez elocuente e intimista. Con lo que el p¨²blico que abarrotaba el Real volvi¨® a renovar las aclamaciones, ante las que -como el d¨ªa anterior Okko Komu- se a?adieron dos encores al programa.
En el centro, el profesor del Real Conservatorio madrile?o Joaqu¨ªn Soriano, protagoniz¨® la parte pian¨ªstica del Segundo concierto, de Chopin. Toc¨® con delicadeza, refinamiento conceptual y sonido muy cuidado. El ¨¦xito fue tan claro que Soriano correspondi¨® con La Campanella, de Liszt.
Babelia
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