La guerra de Nixon
Supongo que habr¨¢ recibido un gran n¨²mero de cartas de protesta, asombro o consternaci¨®n ante los asertos de un ex presidente americano, que tuvo que abandonar un d¨ªa su relevante puesto de manera bochornosa.Seguramente tambi¨¦n habr¨¢ recibido cartas de apoyo. Es evidente que alg¨²n sector social se sentir¨¢ identificado con esa visi¨®n paranoica del mundo, puesto que la l¨ªnea ideol¨®gica de cada discurso ?suele corresponder? a los intereses materiales de la capa o clase social que lo sustenta. Este principio se mostrar¨ªa di¨¢fano en el caso concreto que nos ocupa si el se?or Nixon dejara a un lado la falacia de erigirse en defensor de ?Occidente?. Como si este concepto significara un bloque monol¨ªtico y compacto con los mismos intereses y sin pluralidad pol¨ªtica e ideol¨®gica, como si los intereses de Estados Unidos fueran los mismos que los de Europa o Iberoam¨¦rica, como si en los propios Estados Unidos los intereses de las multinacionales fueran los mismos que los del pueblo americano.
Por mi parte, s¨®lo quiero expresar el temor que me inspira la lectura de este tipo de propaganda. En el caso de que ¨¦sta sea sincera, me pone la carne de gallina pensar que un pol¨ªtico de campanillas crea que el mal del mundo est¨¢ circunscrito a un pa¨ªs y a una filosof¨ªa, por lo que, eliminado este ingrediente maligno del universo, todos los ingentes problemas que asolan hoy a la Humanidad tendr¨ªan feliz soluci¨®n, y que esta visi¨®n persecutoria del acontecer mundial, propia de la personalidad paranoica de tantos pol¨ªticos, pueda servir de base a decisiones pol¨ªticas descabelladas.
Porque, en el caso de que no lo sea, ?qu¨¦ objeto persigue propagar la idea de que la tercera guerra mundial ya ha comenzado? /
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