El Beethoven de Carlo Mar¨ªa Giulini
Digamos de entrada que si la vida musical madrile?a est¨¢ alcanzando cotas muy altas, conciertos como el que comentamos no se oyen sino cada mucho tiempo. Giulini no es s¨®lo ni es primordialmente un gran preparador de orquestas: es un gran director de orquesta y un gran m¨²sico, capaz de crear m¨²sica y, lo que es m¨¢s, de crear su m¨²sica precisamente durante las dos horas que dura un concierto.No es perogrullada: lo que hace un m¨²sico como Giulini est¨¢ -pensado, estudiado -durante a?os- y ensayado concienzudamente, sin dejar el menor cabo suelto a improvisaci¨®n, pero la m¨²sica se hace fen¨®meno en el momento del concierto, en el que cada instante es irrepetible. Y es que Giulini es uno de los cada vez m¨¢s escasos supervivientes de un tipo de m¨²sico cada vez m¨¢s infrecuente: el m¨²sico en el que lo mec¨¢nico no es lo m¨¢s importante, capaz de defender una versi¨®n personal por arriesgada que sea, sincero y emotivo. Cuando hay un m¨²sico as¨ª, ning¨²n parecido existe entre el disco y la m¨²sica en directo.
Orquesta Filarm¨®nica de Los ?ngeles
Segunda y Tercera Sinfon¨ªas, de Beethoven. Director: C. M. Giulini. Teatro Real, 18 de mayo de 1980
El planteamiento de la Segunda sinfon¨ªa de Beethoven que hace Gitilini me parece especialmente importante y renovador. Como sucede con los grandes m¨²sicos, la sensaci¨®n es de escuchar una obra nueva. El punto de partida creo que es sencillo: plantear la sinfon¨ªa no mirando hacia el pasado, sino proyectada hacia el futuro h¨ªst¨®rico. As¨ª, Giulini est¨¢ lejos de pensar en la deuda mozartiana (que en su interpretaci¨®n parece casi no existir); por el contrario, extrae, pone de manifiesto, todas las premoniciones de la primera generaci¨®n rom¨¢ntica.
De este modo, el dramatismo te atral de la m¨²sica de Mozart aparece sustituido por otro tipo de dramatismo, por una emotividad exaltada, por una exultante vitalidad t¨ªpicamente rom¨¢nticas. ?Cu¨¢nto Mendelssohn en allegro con br¨ªo! ?Cu¨¢nto de Schubert y de su liederismo sinf¨®nico en el larghetto! Y sobre todo, ?que genial premonici¨®n schumanniana en el scherzo! Todo ello lo hiz¨® patente Giulini, consiguiendo presentar esta sinfon¨ªa no como una obra a mitad de camino, sino como una obra innovadora.
La versi¨®n de la Heroica, de Giulini, es no menos espl¨¦ndida, aunque no pueda ser tan original (acaso sea la sinfon¨ªa de Beethoven que menos permita el personalismo en la interpretaci¨®n). Es una Heroica concentrada, flexiblemente tensa, dram¨¢tica sin caer jam¨¢s en el patetismo ni la ret¨®rica, al tiempo que l¨ªrica. La m¨²sica surge libre, flexible, sin que el tempo var¨ªe en absoluto. ?Qu¨¦ raro placer o¨ªr respirar a la m¨²sica! Nada de lo que o¨ªmos, nada de lo que escribi¨® el compositor es arbitrario, porque Giulini pone de manifiesto su porqu¨¦. As¨ª, un crescendo, un diminuendo, sirve siempre para algo; vemos c¨®mo las modulaciones hacen funcionar la m¨²sica, como los modos mayor y menor producen un verdadero efecto de claroscuro, c¨®mo una combinaci¨®n instrumental hace iluminarse la m¨²sica.
La t¨¦cnica de Giulini est¨¢ movida por imperativos musicales. Su modo de marcar el scherzo de la Heroica, marcando a cuatro, a tres, a dos o a uno, seg¨²n los imperativos de la frase musical, es de una l¨®gica aplastante. Giulini sabe que tiene en sus manos el instrumento con mayor independencia en cada voz (aunque sea el m¨¢s dif¨ªcil de conjuntar) y lo aprovecha fraseando con la libertad del mejor pianista. Naturalmente que el instrumento que ten¨ªa en sus manos es sencillamente perfecto; baste pensar en la transparencia sonora del larghetto de la Segunda sinfon¨ªa, o en la calidad de la flauta, el clarinete o el timbal.
Babelia
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