Un vagabundo muere carbonizado al incendiarse la furgoneta en la que dorm¨ªa
Un vagabundo, de 63 a?os de edad, Cayetano Sent¨ªs Cerezo, un ex camionero que viv¨ªa desde hace m¨¢s de una d¨¦cada en una furgoneta aparcada junto a la calle de Sainz de Baranda, muri¨® carbonizado ayer, de madrugada. Las causas del incendio que provoc¨® su muerte se desconocen, pero caben tres hip¨®tesis: o bien el hornillo de gas que utilizaba dentro de la furgoneta prendi¨® accidentalmente los harapos sobre los que dorm¨ªa, o bien decidi¨® suicidarse en una crisis depresiva, o bien alg¨²n desconocido provoc¨® el incendio desde el exterior. Accidente, suicidio o asesinato.
Los datos conocidos sobre el suceso son muy escasos. Alguien telefone¨® al parque m¨®vil de bomberos poco despu¨¦s de las cuatro de la madrugada de ayer: la furgonteta de Cayetano, el Tuerto de la Hidroel¨¦ctrica, Ojopocho o Pituso, estaba ardiendo junto a la central. El ingeniero jefe de bomberos envi¨® un coche motobomba, cuya dotaci¨®n regres¨® a las 4.48 con una novedad: dentro de la furgoneta de el Tuerto hab¨ªa un hombre carbonizado. Seguramente, el propio due?o.Unas horas despu¨¦s, la polic¨ªa confirm¨® las sospechas iniciales: Cayetano Francisco Sent¨ªs Cerezo era el nombre de la v¨ªctima. Hab¨ªa nacido en Talveila, provincia de Soria, el 2 de abril de 1917.
En el barrio, Cayetano era un peque?o mito mal o bien tratado, seg¨²n la fuente elegida: para algunas amas de casa que coincid¨ªan con ¨¦l en la tienda de ultramarinos era un pesado, aunque, eso s¨ª, un pesado muy culto; para los adolescentes resultaba ser, a veces, un poco hosco, tal vez porque intu¨ªa en ellos una amenaza de peligro f¨ªsico; para los ni?os m¨¢s peque?os era una especie de vecino-buhonero, dispuesto a dar un duro o un caramelo a los que se portasen educadamente.
Hab¨ªa llegado al Pol¨ªgono Cuarenta de la prolongaci¨®n de Sainz de Baranda muchos a?os atr¨¢s, diez para unos, veinte para otros, con su cr¨¢neo abollado y su semiceguera. Inevitablemente, las madres de familia utilizaban su apodo, el Ojopocho, para reprimir las travesuras de sus hijos Entonces era un equivalente del trapero y el sacamantecas. Pero ¨¦l siempre estaba dispuesto, en ver dad, a ofrecer sentencias que pudiesen servir a los chicos en el futuro o a buscar conversaci¨®n en la peque?a tienda de comestibles porque la soledad se hac¨ªa insoportable.
En ocasiones se atisbaba en ¨¦l un cierto asomo de locura o, mejor dicho, de dificultad para mezclar datos. Parec¨ªa olvidarse de que un momento antes acababa de despedirse de la concurrencia y dec¨ªa ?adi¨®s? de nuevo. Entonces, inevitablemente, los vecinos comenzaban a hablar de su pasado. Hab¨ªa sido, seg¨²n algunos de ellos, un soldado que hab¨ªa hecho la guerra civil espa?ola en los dos frentes y viv¨ªa con el recuerdo de la cat¨¢strofe. Otros recordaban algunos parlamentos suyos, en los que confesaba haber sido camionero, simplemente camionero. Cuando se le preguntaba c¨®mo hab¨ªa perdido el ojo, relataba un desgraciado accidente: hab¨ªa tratado de arreglar una rueda de cami¨®n en los viejos tiempos; al forzar el desmontable, el neum¨¢tico estall¨®, y el aro protector de la rueda sali¨® proyectado y le hundi¨® el cr¨¢neo para los restos, se?ora. En ese punto, alguien matizaba las conversaciones con una revelaci¨®n: se comentaba que Cayetano Sent¨ªs era un arist¨®crata segregado por la familia, nadie sab¨ªa por qu¨¦.
As¨ª naci¨® una subleyenda que le se?alaba como un millonario condenado al aislamiento voluntario por una mala conciencia. Al parecer, ten¨ªa una finca en Sagunto, y pleiteaba por recuperar importantes propiedades, ?o eran ¨²nicamente peque?as fincas ampliadas por la fantas¨ªa popular?
Lo cierto es que el Tuerto de la Hidroel¨¦ctrica se ha marchado del barrio de O'Donnell y ha dejado tras de s¨ª una humilde heredad de escombros de hojalata y datos para un relato corto de misterio.
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