El brazo
Sigo con un brazo de menos y con una e de menos en mi spleen tipogr¨¢fico, que del otro para qu¨¦ hablar. Dec¨ªa Pit¨¢goras que el hombre, hasta los veinte a?os, est¨¢ en la primera infancia; hasta los cuarenta, en la segunda adolescencia, y hasta los sesenta, en la tercera juventud. Gracias por el detalle, Pit¨¢goras, t¨ªo, y toma lo que quieras. Por ejemplo, una de cicuta.Me llama tempranero Francisco Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, que tambi¨¦n tuvo un brazo de menos, si ustedes se recuerdan, y anduvo entre el vizconde demediado de Italo Calvino y personaje de Ops/Magritte, sacando una mano que no era de nadie por el pico del chaleco, y me dice que el desembarco socialista en el Parlamento no dejar¨¢ de tener consecuencias morales en el coraz¨®n de mel¨®n de la uced¨¦. Contra quien m¨¢s quisiera boxear espiritualmente Pacord¨®?ez, ese peso medio de la democracia socializante, es contra el peso pesado del p¨®sfranquismo reincidente, o sea Fraga Iribarne. Pero a Ord¨®?ez todav¨ªa le fallan los ganchos de izquierda y, aunque su libro se est¨¦ vendiendo bien, los de Fraga tampoco se venden mal y encima el ministro perpetuo de la que fue censura tiene un brazo m¨¢s que el poeta/ economista de Mirasierra.
Sergio Vilar me escribe para echarme una mano en ciertos asuntos, mano que tanta falta le hace a la mano que me falta, y me dice que quiz¨¢ se vuelva a la Sorbona porque este pa¨ªs se est¨¢ desertizando pol¨ªticamente y socialmente a tope. Jos¨¦ F¨¦lix M¨¦ndez, poeta zaragozano a quien el gobernador civil tampoco deja bailar la jota, como ya he contado aqu¨ª, se ha ido, en vista de eso, a Amman para escribir, para olvidar, para arqueologizar. Ramonc¨ªn, Julia /Arg¨¹elles/ lugar sin l¨ªmites, Carmen Rigalt, Norberto Ara¨²z, Geles/Hornedo y m¨¢s personal me traen sus libros, originales, reportajes, revistas, cosas, para que yo les eche un ojo y la mano que me falta, colgada de la seda cansada de un pa?uelo, que esta mutilaci¨®n me ha revelado c¨®mo los viejos te¨®logos, tomas¨®logos, tomistas, sofistas de Dios y cr¨ªticos literarios ten¨ªan raz¨®n en sus distinciones o discriminaciones de bujarroncetes metaf¨ªsicos y carrozas sobre el sexo de los ¨¢ngeles, el fondo/forma y la dualidad cuerpo/alma. Yo me cre¨ªa uno solo, apol¨ªneo, dionis¨ªaco, panteista, panumbralista, y esto a trav¨¦s de la primera infancia, la segunda adolescencia y la tercera juventud, con el respaldo cl¨¢sico y num¨¦rico nada menos que de Pit¨¢goras.
Pues bien, lo que pasa es que no: somos los medios seres ramonianos y yo ando partido longitudinalmente en medio lado bueno y medio lado malo, porque mi mano izquierda se niega a lavar, peinar, abrochar, cepillar, vestir y asear correctamente a mi lado enfermo, o sea que yo soy, cuando menos, dos. Dos Umbrales irreconciliables y que se llevan fatal, aprovechando esta ligera lesi¨®n para reiniciar su guerracivilismo de toda la vida: el ni?o pobre que fui contra el ni?o casi rico en imaginaci¨®n que tambi¨¦n fui, el rojo contra el burgu¨¦s, el ganador contra el perdedor, el seductor contra el seducido, el joven contra el viejo, el estilista contra el activista y el t¨ªo de la bufanda contra el t¨ªo de la pajarita.
Pienso que todos los espa?oles estamos por dentro en guerra civil fr¨ªa o caliente con nosotros mismos o con nuestra santa esposa, que viene a ser lo mismo, que a la uced¨¦ le falta un brazo ejecutivo, administrativo o como se diga eso, que a la oposici¨®n le duele o se le entumece el brazo revolucionario, que Pacord¨®?ez acusa en el alma parlamentaria la lesi¨®n del hombro izquierdo y Su¨¢rez acusa en la mano ejecutiva y ejecutoria el tiro que se peg¨® Franco, cazando, cuando se le dispar¨® la escopeta. Todos mutilados de algo, como ya nos viera Quevedo a los espa?oles, y todos en guerra civil con nosotros mismos y Fraga en guerra con todos, mientras se matan a muerte en los grandes relatos parlamentarios de la tele. Hemos nacido tarde para ca¨ªdos y pronto para dem¨®cratas.
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