La transferencia de organismos
Resulta indiscutible que, en correspondencia al cambio pol¨ªtico operado en el Estado, la Administraci¨®n ha de adecuarse a la nueva situaci¨®n, debiendo pasar de una organizaci¨®n centralizada a otra capaz de actuar eficazmente en nacionalidades y regiones auton¨®micas.Es justificable que la situaci¨®n de ?tr¨¢nsito? origine cierta confusi¨®n y conflictividad en las relaciones entre Administraci¨®n y funcionariado. Ello obligar¨¢, sin duda, a prever y adoptar medidas y actitudes tanto a la Administraci¨®n como a los sindicatos de funcionarios.
No voy a tratar aqu¨ª los problemas que la transferencia de organismos pueda implicar a los funcionarios. Pretendo manifestar cierta preocupaci¨®n, compartida, ante la posibilidad de que en determinadas circunstancias llegue a producirse, de modo precipitado, cierto grado de desviaci¨®n, cuando no de mutilaci¨®n, en los fines que instituciones transferidas tuvieron hasta ahora encomendados, y para cuya misi¨®n accedieron los funcionarios a la Administraci¨®n.
No se trata de disputar a los entes auton¨®micos o preauton¨®micos ni un ¨¢pice de las atribuciones que los estatutos les confieran, tampoco de dudar de la responsabilidad de quienes asuman la dif¨ªcil tarea de gobernar regiones o nacionalidades. Se trata, eso s¨ª, de apuntar el riesgo de que, sin posibilidad de reflexiones profundas o con visiones deformadas de las funciones que desarrollan las instituciones transferidas, los nuevos responsables llegasen a ?reorientarlas ?, modificando precipitadamente y de modo sustancial algunos de sus fines y su ?filosof¨ªa?.
A titulo de ejemplo me referir¨¦ a alguna hip¨®tesis capaz de preocuparme como funcionario del Servicio de Extensi¨®n Agraria, organismo cuya eficacia no voy a valorar, pero indudablemente integrado en el medio rural y con unos cometidos que le har¨¢n especialmente apto para la nueva situaci¨®n democr¨¢tica, al permitirle conectar con organizaciones de agricultores a la hora de plantear y evaluar su trabajo.
En este caso concreto, el riesgo consistir¨ªa en que si, por ejemplo, el organismo pasase a ser regido bajo su perspectiva ?desarrollista? para la sociedad rural, se llegase a asimilar la extensi¨®n agraria con el simple asesoramiento de las empresas que demanden su asistencia. Modificando as¨ª su ?filosof¨ªa? se prescindir¨ªa de funciones con inter¨¦s social tan evidente como la promoci¨®n de mejoras que deben ser entendidas y aceptadas por una poblaci¨®n mayoritariamente desinformada y justificadarnente esc¨¦ptica.
Igualmente, por ejemplo, dej¨¢ndose llevar por esa tendencia pudiera pasar a una v¨ªa muerta todo el trabajo que se realiza o debiera realizarse en el campo del asesoramiento socioecon¨®mico, o disminuir la atenci¨®n a tareas relativas a la capacitaci¨®n del agricultor, concebido no ¨²nicamente como productor.
Es probable que el riesgo apuntado no exista con car¨¢cter general. Quiz¨¢ a nadie se le vaya a ocurrir disminuir el grado de atenci¨®n a tareas tales como la capacitaci¨®n profesional de los j¨®venes agricultores, su posterior formaci¨®n permanente in situ o al asesoramiento socioecon¨®mico en un pa¨ªs que se aproxima a la CEE, en donde, al tiempo que se establece una ?directiva? tendente a la modernizaci¨®n de las explotaciones (159/72), se comprendi¨® la necesidad de articularla con otras dirigidas al retiro anticipado de agricultores (160/72) y al asesoramiento socioecon¨®mico de la poblaci¨®n rural(161/72).
No ignoro por ello el riesgo de haber insistido sobre peligros remotos, pero he querido mostrar la preocupaci¨®n ante esa posible desviaci¨®n de funciones institucionalmente encomendadas a algunos organismos transferidos, desviaciones que pudieran producirse de modo inperceptible y/o soterrado, por simple potenciaci¨®n de algunas lineal de trabajo con desaparici¨®n de otras y, lo que ser¨ªa m¨¢s grave, sin suficiente debate con los leg¨ªtimos representantes de los administrados.
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