El toro ciego que no perd¨ªa detalle
Los Pablorromero, impresionantes de presencia, salieron mansos y sin clase. Un fracaso ganadero, que se acentu¨® porque s¨®lo cuatro de los seis pudieron saltar al ruedo. Aquello todo era fachada, y con fachada exclusivamente no vamos a ninguna parte. Apareci¨®, en cambio, un Murteira colorao -quiz¨¢ melocot¨®n-, que pesaba 160 kilos menos que el Pablorromero aquel que le cambi¨® el color a Palomo, y ese s¨ª met¨ªa miedo. Cundi¨® el p¨¢nico en el ruedo y el matador de turno, en plan falt¨®n, dijo que el toro estaba ciego. La gene le sigui¨® el juego, y uni¨® sus protestas a las del coletudo cuando el supuesto ciego, que lo ve¨ªa todo -acaso se quedaba en burriciego, de los que ven de lejos- recelaba de capotes en los medios o en las embestidas derrotaba con violencia. De forma que lo devolvieron al corral.Y nos quedamos sin la que pudo ser interesante lidia del toro melocot¨®n, presumiblemente manso, cuajado, poderoso de morrillo y culata, armado con unas bien desarrolladas astas vueltas y astifinas de color caramelo, el cual no necesitaba para nada esos 160 kilos con que le ganaban sus cong¨¦neres grandullones para ser un torazo de trap¨ªo. El ciego, que le dec¨ªan los faltones, no se perd¨ªa detalle. Vio a Galloso mientras ¨¦ste emprend¨ªa una prudente retirada al burladero. Vio a los peones cuando se colocaron en el terreno adecuado para el cite. Vio al picador que se marchaba por el callej¨®n y le sigui¨® desde el tendido siete a la puerta de cuadrillas.
Plaza de Las Ventas
Decimonovena corrida de feria. Cuatro toros de Pablo Romero, de gran romana y presencia, mansos y cojos. Primero de Murteira, manso y manejable, muy sospechoso de pitones. Sexto, sobrero de Terrubias, manso con genio. Palomo Linares: estocada (vuelta protestad¨ªsima). Pinchazo otro a paso de banderillas y bajonazo (gran bronca y almohadillas). Gabriel de la Casa: dos pinchazos estocada corta delantera y rueda de peones (silencio). Seis pinchazos y bajonazo descarado (pitos). Galloso: pinchazo bajo, otro hondo, trasero y bajo, rueda insistente de peones, primer aviso, metisaca, dos pinchazos, estacada ca¨ªda, segundo aviso con un minuto de adelanto y descabello (silencio). Dos pinchazos, media baj¨ªsima atravesada trasera y tres descabellos (bronca). Lleno.
A cambio del melocot¨®n tuvo Galloso un Terrubia negro descolgado, cornal¨®n, astifino, manso y con genio, que le hizo pasar las de Ca¨ªn. "?Est¨¢ ciego ¨¦ste?", le preguntaban desde el tendido. El vidente segu¨ªa la muleta sin preocuparse de lo dem¨¢s, pero para com¨¦rsela, y el diestro, trallazo va, trallazo viene, no paraba quieto. Cuando sale el toro-toro, muy pocos se quedan quietos. Y en esto, otra voz, apremiando al torero: ??Acaba ya para que le tiremos las amohadillas a Palomo y nos vamos!?. Acabar: algo que no saben hacer los toreros de hoy. Pero, al fin, cansado de pegar trallazos y de correr, Galloso hubo de terminar su tarea. Y los lidiadores cruzaron el ruedo en medio de una bronca cerrada. Y para Palomo hubo un torrente de almohadillazos, entre los cuales tres hicieron diana, uno en la mism¨ªsima coronilla, otro en la regi¨®n escapular y otro all¨¢ donde dec¨ªan las malas lenguas que no hab¨ªa lo que deb¨ªa haber para plantarle cara al Pablorromero aparatoso.
Muchas veces no es cuesti¨®n de eso, de la carencia aludida, sino de t¨¦cnica y torer¨ªa. Ni t¨¦cnica ni torer¨ªa tuvo jam¨¢s Palomo -en lo otro no nos metemos- y no le iba a aparecer ayer por arte de magia. El Pablorromero, que no era f¨¢cil -se le pon¨ªa por delante, probaba la embestida-, le vali¨® para machetear a lo loco y acuchillarlo a la ¨²ltima. Hab¨ªa que ser muy optimista y muy fr¨¢gil de memoria para esperar m¨¢s de Palomo.
En cambio, en el Murteira que abri¨® plaza, que no estar¨ªa afeitado, pero lo parec¨ªa, s¨ª se pod¨ªa esperar m¨¢s, pues se trataba de un toro manejable. Palomo, que debi¨® apreciar esta condici¨®n, no tuvo el menor reparo en emplear diez minutos de su precioso tiempo y del nuestro en pegar pases, todos horrorosos. La faena se alinea entre las peores que hayamos visto en la feria, que ya es decir. Pero Palomo seguramente no es de la misma opini¨®n, pues aunque le pitaban, y le gritaban que se marchara dio una sonriente vuelta al ruedo. Se le califica sobresaliente cum laude en desahogo.
El Pablorromero manejable fue para Galloso, de quien ya hemos debo que concibe el toreo al rev¨¦s. Tambi¨¦n ayer. El toro le iba con la cara alta y le instrument¨® trincherazos con la mano tan alta que casi los remataba a la altura del hombro. De manera que si el enemigo ten¨ªa el defecto de levantar la cabeza, con el toreo de Galloso le lleg¨® a las nubes. En los derechazos y los naturales tampoco intent¨® corregir el defecto, pues se limitaba a acompa?ar el viaje, como siempre. Y con la espada dio un mitin. Horas despu¨¦s -la corrida nos pes¨® como si hubiera durado horas- ocurri¨® lo del Murteira ciego y el Terrubias. He aqu¨ª otro torero que ha ca¨ªdo en el hoyo.
En el mismo hoyo donde lleva a?os Gabriel de la Casa, por cierto, quien se limita a asomarse un poco, para que le pongan en los carteles, y no se atreve a salir. Con un Pablorromero inv¨¢lido y otro manso no se confi¨®. A lo mejor es que le ha cogido gusto al agujero.
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