Corrientes de opini¨®n y radicalismo
Los partidos socialistas, y el nuestro no es una excepci¨®n, por su propia naturaleza antidogm¨¢tica, se prestan a la diversidad de opiniones en su seno, a la existencia de ?corrientes de opini¨®n? que en ¨¦pocas congresuales se ponen de manifiesto de una forma m¨¢s clara.Por desgracia, las corrientes de opini¨®n no son siempre expresi¨®n de una determinada concepci¨®n ideol¨®gica o estrat¨¦gica, sino de afanes de protagonismo y de poder, m¨¢s en torno a un eslogan o de un apellido que a una posici¨®n de fondo, aunque evidentemente siempre se enmascaren tras posiciones ideol¨®gicas.
Los h¨¢bitos publicitarios peque?o-burgueses est¨¢n ampliamente arraigados tambi¨¦n entre nosotros, y se recurre con demasiada frecuencia a la difamaci¨®n y a la falta de escr¨²pulos, con el objeto de hacer aparecer a los dem¨¢s como los malos frente a nuestra opci¨®n, llena de virtudes, unitaria y, por supuesto, la ¨²nica aut¨¦nticamente socialista, en un manique¨ªsmo que pretende siempre incrementar las diferencias, olvid¨¢ndose con demasiada frecuencia de similitudes y objetivos comunes.
En estos momentos, lo rentable en nuestro partido es el radicalismo; todos quieren estar a la izquierda, y todos son m¨¢s marxistas y m¨¢s radicales que nadie. El que pierde la batalla del radicalismo pierde la batalla del partido. Y resulta grotesco este af¨¢n, la mayor¨ªa de las veces apoyado en palabras y pocas veces en la pr¨¢ctica.
L¨¢stima que el radicalismo verbal nos lleva con demasiada frecuencia a caer en posiciones que no son socialistas, que se contradicen con lo que tradicionalmente hemos defendido como expresi¨®n del socialismo democr¨¢tico.
Una de las enfermedades m¨¢s comunes en nuestro partido es el elistismo, la creencia de que un grupo reducido de mentes privilegiadas pueden suplir, mejor¨¢ndolo adem¨¢s, el impulso colectivo de los militantes.
Ello conduce inexorablemente a sentirse vanguardia del partido y del movimiento obrero, actitud m¨¢s pr¨®xima al leninismo que al pensamiento socialista.
Esta actitud est¨¢ ligada al paternalismo por el obrero, al que se idealiza a nivel intelectual y se le desprecia en la pr¨¢ctica diaria, por considerarlo poco capacitado y sin, formaci¨®n. A nivel te¨®rico, es la clase obrera la protagonista de la revoluci¨®n, pero en la pr¨¢ctica es necesaria una vanguardia peque?o-burguesa radicalizada que conduzca a los obreros por el buen camino.
Pocas veces se tiene en cuenta en nuestro partido la teor¨ªa de la autoemancipaci¨®n, recogida ya en el ?manifiesto comunista?, y que debe ser para nosotros una constante de reflexi¨®n. ?O la clase trabajadora se emancipa a s¨ª misma o no habr¨¢ emancipaci¨®n de la clase trabajadora?. El olvidarse de ello, como ocurriera en los pa¨ªses del Este, conduce normalmente a algo que no es precisamente el socialismo.
Complejo comunista
Otra enfermedad corriente de encontrar entre los socialista es el complejo comunista. Algunos compa?eros se hacen socialistas porque ser comunista les parece demasiado radical y despu¨¦s pretenden estar en la izquierda socialista porque son partidarios de una alianza con los comunistas. Esto, evidentemente, denota una falta de confianza en el proyecto socialista como opci¨®n de cambio, y conduce con facilidad a posiciones entreguistas que nada tienen que ver con la unidad de acci¨®n en objetivos comunes.
El proyecto socialista es un proyecto de cambio, que pretende la consecuci¨®n de una sociedad m¨¢s justa y es en s¨ª misma una opci¨®n global que no necesita ser complementada. Por ella misma, la opci¨®n socialista es una alternativa para todos los sectores populares.
Las alianzas estanles no s¨®lo no radicalizan la opci¨®n socialista, sino que le quitan vigor y le restan posibilidades.
Estos afanes unitarios, contrarios por otra parte, se diga lo que se diga, con la autonom¨ªa de nuestro proyecto, son un exponente m¨¢s del car¨¢cter peque?o-burgu¨¦s y complejo de culpabilidad de muchos de nuestros militantes y dirigentes.
Creemos que queda claro que ni el ?vanguardismo elitista? ni el ?unitarismo simplista? forman desde nuestra perspectiva lo que debe ser una opci¨®n consecuente de izquierdas en el partido.
El radicalismo, el aut¨¦ntico radicalismo socialista, ha de venir dado por otros criterios:
- Radicalismo en la democracia interna, en la claridad de los planteamientos en el partido y en su reflejo al exterior. El partido ha de ser transparente en su actuaci¨®n.
- Radicalismo en la defensa de los planteamientos socialistas, desde el partido y desde el sindicato. La pol¨ªtica se define de una forma mayoritaria, y, una vez adoptada la decisi¨®n, es obligaci¨®n de todos defenderla.
- Radicalismo en el esfuerzo militante diario, o en el trabajo oscuro y poco brillante, y no s¨®lo en la tribuna o en la asamblea, donde las intervenciones tienen una rentabilidad personal.
- Radicalismo en la exigencia de la participaci¨®n de los trabajadores en el partido. Convencimiento radical de que son los trabajadores los que han de impulsar y dirigir el proceso de cambio.
El otro radicalismo, el verbal, es el de sal¨®n el que se hace al margen de los trabajadores, el elitista y sectario; no sabemos s¨ª es o no radicalismo, pero estamos convencidos que no es socialista.
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