Los asesinos de Humberto Delgado en libertad
En Italia se tard¨® diez a?os en condenar a los culpables del atentado en Plaza Fontana, de Venecia, ocurrido en 1969, que produjo diecis¨¦is muertos y m¨¢s de ochenta heridos. La sentencia se hizo p¨²blica en 1979, condenado a dos activistas de extrema derecha, Freda y Ventura, sin entrar en averiguaciones sobre las evidentes complicidades de altos funcionarios del Ministerio del Interior. La sentenc¨ªa del Tribunal de Catanzaro se dict¨® despu¨¦s de un intento frustrado de orientar las investigaciones hacia los anarquistas, hasta el extremo de que el bailar¨ªn Valpreda estuvo a punto de ser condenado por un delito que no hab¨ªa cometido.Pero esta ?marca? de morosidad en un procedimiento criminal, que implicaba a la extrema derecha, ha sido superada por la justicia portuguesa. A los quince a?os de ocurrido el doble asesinato del general Humberto Delgado y su secretaria, Arajarir de Campos -en una finca de B¨¢dajoz, pr¨®xima a la frontera portuguesa, en 1965-, todav¨ªa contin¨²an las sesiones del juicio contra la brigada de la PIDE, polic¨ªa de Salazar, que aparece implicada en el doble asesinato. El tribunal militar n¨²mero 2 de Santa Clara, en Lisboa, inici¨® la vista del proceso en marzo de 1978, sent¨¢ndose en el banquillo de los acusados el ex jefe de la PIDE, Silva Pais, y dos agentes, Agostinho Tienza y Pereira de Carvalho. El resto de los implicados son juzgados en rebeld¨ªa por haber huido de Portugal despu¨¦s de la ? revoluci¨®n de los claveles?, en abril de 1974. Entre ¨¦stos se encuentran los principales encartados, como Rosa Casaco, que era la jefa de la brigada que se desplaz¨® a Badajoz; Ernesto L¨®pez Ramos, que fue el que, haci¨¦ndose pasar por un abogado izquierdista, llev¨® a Delgado a la frontera portuguesa, al que convenci¨® de que se iba a celebrar all¨ª una reuni¨®n de personajes de la oposici¨®n a Salazar; Casimiro Monteiro, un conocido aventurero al que se le imputa haber dado muerte personalmente al general, y Barbieri Cardoso, que era segundo jefe de la PIDE en 1965.
Al iniciarse la vista, la primera impresi¨®n desagradable para la familia del general Delgado, es la de que el fiscal estaba m¨¢s de parte de los procesados que de la justicia en abstracto, a la que pretend¨ªa representar. Gracias a esto, a lo largo de todo el juicio, los abogados de los ?pides? inculpados hicieron todo lo posible por oscurecer unos hechos que ya hab¨ªa dejado claros ,el juez espa?ol Crespo M¨¢rquez, que dirigi¨® la instrucci¨®n del su mario en Espa?a cuando aparecieron los cad¨¢veres calcinados del general y su secretaria. Instrucci¨®n en la que colaboraron do! aboga dos espa?oles, Robles Romero
Robledo y Jaime Cortezo. El primer procesado interrogado ante el tribunal militar fue el ex jefe de la PIDE en 1965, teniente coronel Silva Pais, que se present¨® en estrados con uniforme de gala y el pecho lleno de medallas. M¨¢s tarde, alegando una enfermedad incurable, Silva Pais fue puesto en libertad provisional, quedando. s¨®lo en prisi¨®n Agostinho Tienza y Pereira de Carvalho. En el interrogatorio de Agostinho Tienza y otros testigos sobre su intervenci¨®n en los hechos, se descubri¨® que Tienza hab¨ªa sido probablemente quien dispar¨® contra la secretaria de Delgado, Arajarir de Campos. La intervenci¨®n del otro ?pide?, Pereira de Carvalho, hab¨ªa sido m¨¢s indirecta, pues parece ser que fue el que se encarg¨® de hacer desaparecer, tir¨¢ndolos al mar, los .coches de la PIDE, que, con matr¨ªcula falsa, hab¨ªan cruzado la frontera por San Leonardo, en 1965, con la brigada encargada de ejecutar al general ?sin miedo?, principal enemigo entonces de Oliveira Salazar.
En el juicio ante el tribunal militar, que ?conmemor¨®? la sesi¨®n n¨²mero cien en marzo pasado, se hicieron a¨²n m¨¢s evidentes, a pesar de todos los intentos de confesi¨®n, las responsabilidades de los encartados ausentes y presentes. Abranches Ferrao, Jos¨¦ Luis Nunes y Luis Saias, los tres abogados de la acusaci¨®n, fueron desmontando uno a uno los endebles argumentos de los abogados defensores de los ?pides? procesados, que intentaron, incluso, implicar en el crimen a Mario Soares y a Alvaro Cunhal. A pesar de la claridad de los hechos, despu¨¦s del triunfo de la alianza derechista (Alianza Democr¨¢tica) en las elecciones de diciembre pasado, el juicio deriv¨® hacia posiciones in¨¦ditas, tratando de librar a la PIDE de toda responsabilidad, empe?o en el que sigue colaborando el fiscal, coronel D¨ªas Morgado, con la defensa de los procesados, dirigida por el abogado Manuel Anselmo, que, a lo largo de todo el juicio, ha presumido de su amistad con el dictador Salazar.
Pero la mayor sopresa de todo el juicio acaba de ocurrir en estos d¨ªas. Cuando los abogados de la acusaci¨®n privada desayunaban en una cafeter¨ªa frente al cuartel de Santa Clara, antes de una nueva sesi¨®n, del interminable proceso, descubrieron sentado en una mesa, en animada charla, a Agostinho Tienza, uno de los dos procesados hasta entonces en prisi¨®n. Luego se enteraron que tambi¨¦n el otro procesado, Pereira de Carvalho, hab¨ªa sido puesto en libertad provisional. Es decir, que de los componentes de la brigada que asesinaron a Humberto Delgado y a su secretaria, uno! se pasean por el mundo y otros por la propia Lisboa.
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