Que toree Rita
Con el bullicio y la desatenci¨®n que hay en la plaza de Pamplona no se puede torear. Aqu¨ª sale el toro-toro, porque la organizaci¨®n de los sanfermines y la actuaci¨®n de los veterinarios son muy responsables, pero dar¨ªa lo mismo si saliera el gato. Bueno, el gato lo rechazar¨ªa el p¨²blico (?se podr¨ªan correr los encierros con gatos?), pero, a pesar de que le ponen el toro-toro en la arena, no le hace ni caso. Y lo mismo a los toreros. En estas condiciones ?que toree Rita?, dir¨¢n ¨¦stos, coletudos sensibles que son, y dir¨¢n bien.Y si llueve, como ayer, a¨²n es peor, porque el tendido se convierte en romer¨ªa. All¨¢ para el cuarto de la tarde, cuando se hab¨ªan juntado merienda y aguacero, en el grader¨ªo hab¨ªa un pandemonium de mucho cuidado, formado por canciones, gritos, paseos y carreras, en tanto los diestros se jugaban la vida en el ruedo. Evidentemente, no pod¨ªan tener ¨¢nimos para lidiar por lo fino, y sin embargo se arrimaban, cada cual seg¨²n su estilo. Mientras ¨¦stos expon¨ªan la ingle, los de arriba estaban al ajoarriero, a las magras con tomate y al champa?a, en su doble uso para el paladar y para ducharse.
Plaza de Pamplona
Tercera de los sanfermines. Toros de C¨¦sar Moreno, desiguales, mansos. Galloso: dos pinchazos, estocada, aviso y cinco descabellos (bronca). Pinchazo, otro baj¨ªsimo y estocada baja (silencio). Luis Francisco Espl¨¢: estocada (oreja). Bajonazo descarado (silencio). Emilio Mu?oz: bajonazo enhebrado y dos descabellos (silencio). Estocada delantera y cuatro descabellos (silencio).
Atenci¨®n a Espl¨¢
Ni siquiera las volteretas, de las que hubo un par, en el segundo y tercer toros, sirvieron para que la corrida se enderezara hacia la atenci¨®n debida. Espl¨¢, que hab¨ªa banderilleado con rapidez, en el ¨²ltimo tercio citaba muy cerca de los pitones y, al cruzarse, sali¨® prendido y corneado en el suelo. Cuando se levant¨®, afortunadamente sin heridas de importancia, ten¨ªa tres boquetes en la taleguilla. Se encorajin¨® entonces, dio un molinete, tir¨® los trastos, bes¨® el testuz y, despu¨¦s, se fue detr¨¢s de la espada, que meti¨® por las agujas; todo lo cual le vali¨® una oreja y el homenaje de los mozos que le cantaban ?Espl¨¢, ol¨¦, ol¨¦ y ol¨¦?.Pero, luego, como ya se acercaba el momento de la merienda, volvi¨® el jolgorio y muchos se sorprendieron cuando, de repente, Emilio Mu?oz sal¨ªa por los aires. Convendr¨¢ explicar que fue en un natural que instrument¨® desacompasado, y el toro, al perder el enga?o, vio al torero y le derrot¨® con sa?a. Pero posiblemente tal precisi¨®n, si vio al torero y le derrot¨® con sa?a, pero posiblemente tal precisi¨®n, si no es para nota, huelga, pues si no interesaba la corrida, menos a¨²n interesar¨¢ el an¨¢lisis de lo que en ella sucedi¨®. Mu?oz tore¨® valiente a ¨¦ste y a su otro enemigo, ninguno de los cuales ten¨ªa clase. Espl¨¢ traste¨® por la cara al quinto, que era cuanto merec¨ªa. Galloso, una humanidad voluntariosa y encorvada, ensay¨® tantos derechazos que, una vez m¨¢s, abrigamos la ilusi¨®n de que se le quemara la muleta.
La lluvia, persistente
Habr¨ªa dado lo mismo, por otra parte, porque llov¨ªa. Y como llov¨ªa unos se iban, otros tiraban mendrugos o almohadillas al ruedo, otros se api?aban debajo de un paraguas, muchas manos por ah¨ª metidas; algunos corr¨ªan por las gradas, un andaluz dec¨ªa que subastaba una gabardina, varios de Tafalla estaban de conversaci¨®n, y as¨ª hasta que rod¨®, mal rodado, el ¨²ltimo.Los toros, desiguales de presencia -tres y tres, acostumbra a decir la afici¨®n-, todos bien, armados, colorados cuatro, mansos seis, salt¨® al callej¨®n uno, manejables pero sin clase todos, eran de la tierra, y ¨¦ste es el m¨¦rito que deb¨ªan de tener, suponemos, para venir a Pamplona. Algo es algo. Murieron sin gloria, como correspond¨ªa a su condici¨®n, y a otra cosa.
Al empezar el festejo los mozos exhibieron una enorme pancarta que dec¨ªa: ?Germ¨¢n, Joseba, Gogoan, Zaistuztegu, presoak kalera?, est¨¢ claro como el agua, y se ovacion¨®. Luego hubo un minuto de silencio en recuerdo del mozo pamplon¨¦s muerto en los tr¨¢gicos sucesos del 8 de julio de 1978, a cuyo t¨¦rmino, por la megafon¨ªa de la plaza, se grit¨® un vibrante ? ?Viva San Ferm¨ªn!?, que fue coreado en un verdadero clamor. Aquellos momentos, muy tensos, tuvieron gran emoci¨®n y luego vino todo lo dem¨¢s. Todo lo dem¨¢s es la corrida, y me temo que sobraba.
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