Nervacero
EL PROLONGADO conflicto laboral de Nervacero, que adquiri¨® una dram¨¢tica celebridad con la invasi¨®n del Parlamento vasco, se reviste de nuevos perfiles con la justificada negativa del Banco de Cr¨¦dito Industrial a conceder el cr¨¦dito solicitado por esta firma. Las razones t¨¦cnicas y jur¨ªdicas del organismo para adoptar tal decisi¨®n parecen tener serio fundamento. La falta de credibilidad del plan de salvamento presentado por la empresa y las normas de prudencia a que est¨¢n obligados los administradores de fondos p¨²blicos avalan la medida. Esta negativa no impide, sin embargo, la concesi¨®n de un cr¨¦dito extraordinario por acuerdo del Consejo de Ministros, seg¨²n lo previsto en el art¨ªculo 37 de la ley de Cr¨¦dito Oficial. En este sentido, es evidente que las negociaciones que iniciar¨¢n el pr¨®ximo s¨¢bado el vicepresidente econ¨®mico del Gobierno y el comit¨¦ de Nervacero tendr¨¢n que conjugar los aspectos estrictamente econ¨®micos de la operaci¨®n con las dimensiones pol¨ªticas del problema. Ahora bien, los negociadores tampoco deber¨ªan olvidar que otros sectores industriales y otros territorios espa?oles van a seguir las conversaciones con la susceptibilidad que despierta el temor a que sus resultados puedan violar esos principios de solidaridad que tanto la Constituci¨®n como los estatutos de autonom¨ªa se han comprometido a respetar.Nunca resulta f¨¢cil la operaci¨®n de salvamento de una industria o de un sector en crisis. Para instrumentarla se precisan cr¨¦ditos privilegiados o subvenciones a fondo perdido del Estado (es decir, de todos los contribuyentes), una pausa de respiro en la conflictividad laboral y sacrificios compartidos entre empresarios y asalariados. La ayuda p¨²blica queda condicionada, l¨®gicamente, a la aceptaci¨®n por los accionistas de la reducci¨®n hasta un l¨ªmite simb¨®lico del capital, a una moratoria de provee dores, a reajustes de plantillas y a un compromiso de moderaci¨®n de aumentos salariales. Porque ser¨ªa absurdo que los contribuyentes cebaran la bomba de Nervacero con su dinero para que los directamente interesados en la supervivencia -propietarios y trabajadores- no realizaran por su parte los sacrificios racionalmente exigibles.
Mientras en Estados Unidos y Jap¨®n, y en menor medida en los pa¨ªses europeos, la industria sider¨²rgica ha ido reajustando sus dimensiones y su producci¨®n para dar una respuesta a la crisis, el sector sider¨²rgico espa?ol (con una producci¨®n anual de acero/hombre de 165 toneladas, frente a las 280 toneladas de Estados Unidos y las 226 toneladas de los pa¨ªses de la CECA) ha aumentado ligeramente su producci¨®n, confiando en una actividad ex portadora que no le ha garantizado, sin embargo, su rentabilidad. En este sentido, Nervacero no es un caso aislado, sino, a lo sumo, un paciente cuya extrema grave dad procede del sobredimensionamiento de la empresa, de niveles salariales superiores a la media del sector y de una dudosa administraci¨®n. La ayuda que ahora solicita esa empresa se recorta, para mayor desgracia, sobre un trasfondo de crispaci¨®n, amenazas y violencias que, a la vez, dificulta la negociaci¨®n y arroja una sombra de sospecha acerca de la eventual concesi¨®n de un cr¨¦dito oficial en condiciones que otros trabajadores espa?oles, otros sectores en crisis y otros territorios no han recibido en el pasado ni van a recibir en el futuro. Las condiciones exigidas a Intelhorce, de M¨¢laga; a HYTASA, de Sevilla, o a Echeverr¨ªa, del Pa¨ªs Vasco, deber¨¢n ser las mismas que el comit¨¦ de Nervacero encuentre como techo de la negociaci¨®n. Otra cosa seria burlarse de la solidaridad entre todos los trabajadores espa?oles y entre los pueblos -nacionalidades y regiones- sometidos a una misma Constituci¨®n y a un mismo r¨¦gimen tributario.
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