"Operaci¨®n Galaxia" y perplejidades jur¨ªdicas
No soy un t¨¦cnico en cuestiones de justicia militar ni civil, por supuesto, pero no acabo de entender la ?perplejidad jur¨ªdica? que ha hecho presa en uno de los letrados defensores de los dos oficiales del Ej¨¦rcito encartados en ese pol¨¦mico juicio con nombre de pel¨ªcula de ciencia-ficci¨®n. El que un capit¨¢n general de una regi¨®n militar disienta de una sentencia dictada por un tribunal del Ej¨¦rcito no parece ser una extra?a argucia legal que haya de ser buscada en la letra peque?a o en el pico doblado de alguna hoja de un c¨®digo. Es la persona se?alada por la ley para aprobar o rechazar dicha sentencia. Y si de perplejidades hubiera que hablar, no ser¨ªa menor la sentida por innumerables ciudadanos de a pie ante la disparidad entre la pena nacida en el mencionado juicio y las que han reca¨ªdo sobre otras espaldas menos notorias, pero indudablemente mucho m¨¢s sufridas. Treinta y cuatro a?os de inhabilitaci¨®n para ejercer la profesi¨®n de periodista por haber publicado un desnudo, por m¨¢s pornogr¨¢fico que ¨¦ste pudiera ser, o seis a?os de c¨¢rcel por un art¨ªculo meti¨¦ndose con los indultos reales parecen dar suficiente base para que hasta un capit¨¢n militar pueda dar estado oficial a este manifiesto agravio comparativo y estimar insuficientes las condenas reca¨ªdas en los oficiales antes citados, y ello, sin ?extravasarse en su disenso?, como dice el letrado defensor en un original y delicioso eufemismo.Cuando EL PAIS public¨® por vez primera el disentimiento del capit¨¢n general de la regi¨®n militar madrile?a respecto a la sentencia a la que nos estamos refiriendo, destacaba lo ins¨®lito de tal medida. Pues bien, me voy a permitir traer a colaci¨®n otro caso similar, que, acaecido en pret¨¦ritos a?os - 1966-, si suscit¨® perplejidades jur¨ªdicas, no pudieron acceder a la Prensa, y las que llegaron a reflejarse en un peri¨®dico, provenientes de los estamentos civiles, fueron reprimidas con la contundencia y celeridad propias de la ¨¦poca. El diario fue secuestrado.
En 1965, el poeta canario Pedro Lezcano public¨® un libro titulado Consejo de paz, aparecido con todas las bendiciones censoriales. Los poemas recibieron elogios en la Prensa nacional, entre ellos uno muy valioso de Gerardo Diego. El libro pas¨® m¨¢s o menos inadvertido, como desgraciadamente suele suceder con la poes¨ªa por estos lares. Pero uno de los poemas contenidos en el mismo, que llevaba precisamente el t¨ªtulo que hab¨ªa servido para darle nombre, Consejo de paz, fue considerado como injurioso para el Ej¨¦rcito por algunos ultras isle?os, fruta que tambi¨¦n se da en la isla de los pl¨¢tanos. Hab¨ªa sido reproducido a toda p¨¢gina en unos de los m¨¢s importantes peri¨®dicos de Gran Canaria, El Diario de Las Palmas, por un jovenc¨ªsimo y casi meritorio periodista, Salvador Sagaseta, sin que el autor del mismo ni siquiera se hubiera enterado. Las protestas verbales y algunos injuriosos art¨ªculos contra el poeta llegaron hasta el entonces capit¨¢n general de la regi¨®n, quien, ni corto ni perezoso, someti¨® el poema Consejo de paz a un consejo de guerra, paradoja que hubiera hecho las delicias de nuestro gran Unamuno. Fueron encartados en el juicio el director del peri¨®dico en el que se reprodujo el poema y el periodista que lo public¨®.
La composici¨®n po¨¦tica no pue de decirse que fuera un himno a la milicia, pero tampoco una injuria para el Ej¨¦rcito, y mucho menos con localizaciones geogr¨¢ficas concretas. Arranca de una supuesta guerra at¨®mica mundial. ?Llegar¨¢ la hora cero de ser h¨¦roes cualquier d¨ªa, cruzando cualquier calle?. Aconseja al joven que olvide el viejo concepto heroico del corcel y la espada, que ya no ser¨¢n necesarios en este tipo de guerra. ?La nada entre los hombres? ser¨¢ decretada por "misteriosos contables". Pero el fragmento del poema que desencaden¨® las mayores iras fue el siguiente: Negaci¨®n de los nombres / Negaci¨®n de las frases. / Si no sois primavera, espuma o viento, / Fuerzas de Tierra, Mar y Aire, / si el vendaval no sois, ni la semilla, ni la lluvia que nace de los mares, / usurpadores sois de las palabras / nobles y elementales.
F¨¢cilmente se ve la tentaci¨®n po¨¦tica de jugar con la similitud entre las Fuerzas -con may¨²sculas- por las que en todos los pa¨ªses se reconoce al Ej¨¦rcito y esas fuerzas negativas de la destrucci¨®n que en una guerra actuar¨¢n por el aire, el mar y la tierra, y que en tal caso est¨¢n usurpando las palabras elementales, los nombres de los elementos naturales: viento, primavera, lluvia, semilla..., los elementos creadores del mundo. Celebrado el consejo de guerra en junio de 1966, el tribunal militar absolvi¨® a los encartados, pero el capit¨¢n general disinti¨® del fallo recurri¨® contra ¨¦l al Consejo Supremo de Justicia Militar, que decret¨® la nulidad de las actuaciones. Al a?o siguiente se celebraba un nuevo consejo de guerra, pero esta vez se enjuiciaba tambi¨¦n al poeta Pedro Lezcano. Fueron in¨²tiles las alegaciones de los implicados, la nianifestaci¨®n del autor del poema de que ni siquiera se hab¨ªa enterado de su reproducci¨®n en el peri¨®dico y las doctas explicaciones de escritores y catedr¨¢ticos que trataban de hacer llegar al tribunal la diferencia entre una licencia po¨¦tica, una met¨¢fora y una injuria. El fiscal consider¨® a los encartiados -el director fue absuelto- culpables de un delito de injurias a los Ej¨¦rcitos, previsto en el art¨ªculo 317 del C¨®digo de Justicia Militar, solicitando se impusiera al poeta Pedro Lezcano la pena de seis meses y un d¨ªa, y al periodista Salvador Sagaseta, la de un a?o. Reunido el conselo de guerra en sesi¨®n secreta, dict¨® sentencia, confirmando la pena del primero y elevando la del segundo -ioh, perplejidad jur¨ªdica!- al doble de la solicitada por el fiscal.
A rengl¨®n seguido -era el 20 de junio de 1967- se publicaba en El D?ario de Las Palmas un editorial sobre el caso, en el que se dec¨ªa que la tal sentencia era ?una prueba ins¨®lita de inseguridad hacia el orden y respeto a las normas que aseguran la convivencia en el futuro cle nuestra Patria?, poco m¨¢s o menos lo mismo que el letrado Stampa manifiesta en relaci¨®n con el disentimiento de la causa de la que es defensor. Pero en aquellos tiempos no se ten¨ªa el derecho a dudar de que viv¨ªamos en un Estado de derecho, y El Diario de Las Palmas fue secuestrado. Las ?perplejidades jur¨ªdicas? no eran admisibles en la vida legal militar, ni en la civil, por lo visto.
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