La Conferencia de Madrid
LA CONFERENCIA de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa, en su fase de Madrid, est¨¢ sufriendo ya del vicio del coyunturalismo, es decir, de la excesiva aplicaci¨®n de elementos de actualidad a lo que en su origen y en su filosof¨ªa estaba ideado como el establecimiento de una serie de principios b¨¢sicos que fomentasen el entendimiento o la reducci¨®n de fricciones entre la totalidad de pa¨ªses que forman el continente, con la adici¨®n de Estados Unidos y Canad¨¢. Esta inmersi¨®n en el vicio de lo actual se desprende de los detalles facilitados por el jefe de la delegaci¨®n espa?ola en la conferencia, se?or Rup¨¦rez, tras su conversaci¨®n con el director general de Asuntos Exteriores de la URSS, Anatoli Adamishin.Parece que la posici¨®n espa?ola en este caso adopta el punto de vista m¨¢s r¨ªgido de entre los que puede ofrecer Occidente: la discusi¨®n en profundidad del tema de Afganist¨¢n y la ampliaci¨®n del bloque militar de la OTAN con la inclusi¨®n de Espa?a. Parece a todas luces justa la frase de Rup¨¦rez explicando que ?Espa?a no quiere ser reh¨¦n de la conferencia? y que, efectivamente, responde a una realidad: la adhesi¨®n o no adhesi¨®n de Espa?a a la OTAN es una cuesti¨®n mucho m¨¢s importante que la de servir de sede a la Conferencia de Seguridad. El problema se plantea porque Madrid ha sido elegida sede precisamente porque Espa?a no pertenece a ning¨²n bloque militar, privilegio -para quienes consideramos que esta elecci¨®n es un privilegio- que comparte con las dos sedes anteriores: Finlandia y Yugoslavia. Parece, en principio, que una posici¨®n diplom¨¢tica correcta ser¨ªa la de no tratar ahora de la candidatura del Gobierno, teniendo, sobre todo, en cuenta que no es m¨¢s que eso, una candidatura del Gobierno, y que no lo ser¨¢ del pa¨ªs hasta que no sea aprobada por el Parlamento. El propio Gobierno pretende que sea votada en Cortes a la manera de una ley org¨¢nica, es decir, por mayor¨ªa absoluta, y no por mayor¨ªa simple, mientras que la oposici¨®n y una parte considerable de la opini¨®n p¨²blica insisten en que deber¨ªa ser objeto de un refer¨¦ndum. Lo que en ning¨²n caso parecer¨ªa admisible es que la entrada o no de Espa?a en la OTAN quedara condicionada a una ampliaci¨®n de bloques votada por los pa¨ªses de la Conferencia de Madrid y como intercambio de otros temas.
La idea de que la votaci¨®n parlamentaria, donde el Gobierno cree que puede tener la suma suficiente de votos para alcanzar la mayor¨ªa absoluta, contando con la adhesi¨®n de la derecha, de los nacionalistas catalanes y de alg¨²n diputado que abandonase la fronda, se convoqu¨¦ incluso el pr¨®ximo invierno parece un disparate diplom¨¢tico de envergadura. Aparte, de consideraciones de ¨ªndole nacional, supondr¨ªa un atentado contra la misma conferencia. Si volvemos a su filosof¨ªa de origen, la conferencia est¨¢ inventada para suavizar las tensiones y para que los distintos pa¨ªses hagan concesiones -o lo que se entiende como concesiones- en aras de un mejor entendimiento. Preparar para ese acontecimiento bombas o sensacionalismos es notablemente contradictorio y una considerable falta de tacto por parte de la naci¨®n que se ofrece como sede y que adem¨¢s ve en este suceso una gran ocasi¨®n de lo que debe ser el ?esp¨ªritu de Madrid?: una tendencia al apaciguamiento que, por otra parte, est¨¢ pareciendo irradiar de otros pa¨ªses europeos. Habr¨¢ que pensar muy seriamente cu¨¢l es la conveniencia de Espa?a en este caso, y no parece que nadie tenga duda ninguna de que debe ir en un sentido favorable a la paz y no a la guerra fr¨ªa.
La idea final del acta de Helsinki en julio de 1975, de la que Madrid es una continuaci¨®n -el episodio de Belgrado fue m¨¢s bien negativo y habr¨ªa que evitar que se repitiese-, fue la de desarrollar relaciones mejores y m¨¢s pr¨®ximas entre los 35 Estados firmantes, con objeto de convertir la d¨¦tente en un ?proceso continuo?; decidi¨® el progreso en las medidas de desarme, las iniciativas en los campos de la tecnolog¨ªa y la cooperaci¨®n econ¨®mica; se decidi¨® dar incentivos a los ?contactos humanos? y la ?construcci¨®n de confianza?, y se insisti¨® en la anulaci¨®n del sistema de amenazas y de fuerza en las relaciones entre Estados. Es cierto que los cinco a?os transcurridos no han dado resultados ¨®ptimos, pero tampoco puede decirse que el acta no haya servido de nada. Puede ser cierta la opini¨®n espa?ola oficial de que esta conferencia interesa, sobre todo, a la URSS, puesto que la iniciativa fue suya, pero es un hecho que las otras naciones han acogido esa iniciativa, y tampoco puede un pa¨ªs ser reh¨¦n de un sofisma y desde?ar las posibilidades que hay en ella para que la URSS no tenga ning¨²n motivo de satisfacci¨®n. Parece una forma de malicia ingenua asistir as¨ª a una conferencia internacional.
Lo que interesa a todos los participantes y, en este caso, muy concretamente a Espa?a, que en toda, su vida hist¨®rica no ha albergado una conferencia de esta envergadura, es que la conferencia sea un ¨¦xito. Un ¨¦xito
consiste en que fectivamente vaya en el sentido de la suavizaci¨®n de las tensiones -no s¨®lo de los episodios actuales, que, repetimos, son hist¨®ricamente incidentales- y en el de considerar que si el pasado de cinco a?os no ha sido satisfactorio, el futuro pueda serlo.Y en esta perspectiva podr¨ªa incluirse como primer acuerdo de la Conferencia de Madrid la decisi¨®n de que una posterior negociaci¨®n de desarme sirva para debatir un nuevo equilibrio militar en Europa, en sus armas t¨¢cticas y convencionales. El anuncio hecho por primeros responsables de la Administraci¨®n americana en favor de una negociaci¨®n con la URSS sobre armas nucleares de riiedio alcance constituye un paso m¨¢s en favor de esta necesaria distensi¨®n que debe articularse en Madrid.
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