El Parlamento no puede discriminar
Cuesta trabajo creer que la reincorporaci¨®n de media docena de oficiales de la desaparecida UMD a sus destinos pueda suscitar en las Fuerzas Armadas algo m¨¢s que una tormenta de verano. Si las fuerzas parlamentarias, especialmente el partido del Gobierno, defienden con firmeza la insoslayable soberan¨ªa del Parlamento, el episodio quedar¨¢ como otro vano intento de sectoresmilitares que han sabido reavivar un clima de animosidad frente a los ?umedos? e incitar a la c¨²pula militar para que presionara al Gobierno.La pol¨ªtica est¨¢ hecha de paradojas. Sorprende que desde determinados sectores militares se hostigue y se quiera discriminar a unos oficiales que no cometieron m¨¢s ?delito? que abogar por la democratizaci¨®n del pa¨ªs y de sus instituciones. Es dif¨ªcilmente comprensible que quienes asumieron gallardamente riesgos por la implantaci¨®n de la democracia se encuentren con que ese pasado, lejos de ser objeto de reconocimiento, se les quiere convertir en un estigma, en una marca de bastard¨ªa, en una permanente excomuni¨®n de las filas de las Fuerzas Armadas.
Quienes han vivido el franquismo recordar¨¢n, con amarga memoria, que sobre todo en sus primeros tiempos no admit¨ªa tibiezas. Espaf¨ªa toda qued¨® dividida en dos clases de gentes: los ?adictos? y los ?desafectos?. Quienes no estaban con el r¨¦gimen eran considerados enemigos del r¨¦gimen. Y las consecuencias para los ?desafectos? eran muchas y muy dram¨¢ticas. En la posguerra -y aqu¨ª la psoguerra, para algunos, ha durado hasta entrados los a?os setenta-, ser ?adicto al r¨¦gimen?, haberse ?adherido al glorioso Movimiento Nacional? era un salvoconducto seguro, un certificado de garant¨ªa que abr¨ªa puertas y allanaba dificultades. En ocasiones incluso fue atenuante y hasta eximente para quienes ten¨ªan que hab¨¦rselas con la justicia por delitos comunes. El franquismo ayudaba y proteg¨ªa a quienes le hab¨ªan ayudado. En eso funcionaba una l¨®gica pol¨ªtica bien simple. La dial¨¦ctica de la de:mocracia, afortunadamente, es bien distinta.
Si evoco estos fen¨®menos del anterior r¨¦gimen no es por un malsano af¨¢n de remover viejas aguas, sino para ofrecer elementos de reflexi¨®n derivados del contraste hist¨®rico, en momentos en que: precisamente desde posiciones nost¨¢lgicas del franquismo se ha impulsado un movimiento deresistencia desarrollado en algunos sectores de las Fuerzas Armadas oponi¨¦ndose a la reintegraci¨®n en sus filas de los dign¨ªsimos oficiales de la desaparecida UMD. Ser¨ªa un cruel contrasentido que quienes han arriesgado sus carreras profesionales por la democracia, llegada ¨¦sta, recibieran un trato tan vejatorio e injusto.
Hora era ya de que el Parlamento se dispusiera a subsanar la discriminaci¨®n cometida con estos oficiales y los de la Rep¨²blica por la Ley de Amnist¨ªa que las nuevas Cortes democr¨¢ticas aprobaron en octubre de 1977, ley, como es sabido, alumbrada bajo fuertes presiones militares cuando todav¨ªa no se hab¨ªa elorado la Constituci¨®n. Esa discrimina.ci¨®n ensombreci¨® una medida por lo dem¨¢s indisciatiblemente amplia y generosa.
La proposici¨®n de ley para subsanar aquella limitaci¨®n, respaldada por todas las fuerzas parlamentarias excepto la encabezada por el se?or Fraga, ha originado una sorda resistencia en algunos ambientes militares, reacci¨®n que se ha pretendido arropar,y jalear con consultas. en los cuarteles, previa y perfectamente intencionadas. Esta resistencia va referida no tanto a los viejos militares republicanos que tambi¨¦n se beneficiar¨ªan de la medida, como a los oficiales de la extinguida UMD.
La noticia aparecida en algunos per¨ª¨®dicos se?alando que el partido del Gobierno estar¨ªa dispuesto, ante esas presiones militares, a dar marcha atr¨¢s en el Parlamento, ha llenado a los dem¨®cratas de estupor. Pero, seg¨²n parece, es un rumor sin fundamento alguno. Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, veterano dem¨®crata liberal, hoy diputado de UCD, que viene desvel¨¢ndose por este tema desde el a?o 1977, me ha comentado: ?Aqu¨ª no caben maniobras. Vigente la Constituci¨®n, el Parlamento no puede discriminar?.
El Gobierno ha sabido mostrar en otros trances delicados su firmeza ante sectores militares que no supieron comprender en su momento la justicia y conveniencia de determinadas decisiones pol¨ªticas. As¨ª ocurri¨®, por ejemplo, con la reforma sindical en el mes de septiembre de 1976, que provoc¨® la dimisi¨®n del vicepresidente primero del Gobierno, que entonces lo era el teniente general Femando de Santiago. A mayores tensiones hizo frente el Gobierno meses despu¨¦s al legalizar el partido comunista en abril de 1977, lo que ocasion¨® la dimisi¨®n del entonces ministro de Marina, almirante Pita da Veiga. Nada autoriza a pensar que UCD, una vez en marcha la iniciativa parlamentaria para remover legalmente los obst¨¢culos que impidieron que a los oficiales de la UMD se les aplicara con plenitud de efectos la amnist¨ªa de 1977, vaya a dar marcha atr¨¢s y cometer una incoherencia que debilitar¨ªa seriamente al Parlamento.
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