El olimpismo produce robots humanos
El olimpismo ha producido laboratorios en los que los conejillos de indias son seres humanos. En la b¨²squeda del triunfo, la mayor¨ªa de los pa¨ªses han ca¨ªdo en la tentaci¨®n de elaborar atletas con la misma minuciosidad con que se fabrica un producto farmac¨¦utico. La experimentaci¨®n detestable ha producido seres an¨®malos en gimnasia femenina -tambi¨¦n en la nataci¨®n-, halterofilia y baloncesto.
La gimnasia femenina, que maravill¨® al mundo en Munich gracias a las evoluciones infantiles de Olga Korbut, ha desembocado en una carrera dram¨¢tica. La mayor¨ªa de las muchachas participantes son menos que ni?as. Con diecis¨¦is a?os las hay que no superan los treinta kilos de peso. Cerca de la veintena, hay chicas a las que no se les puede adivinar las formas de mujer m¨¢s que con mucha imaginaci¨®n. El laboratorio las ha transformado de tal manera que algunas comienzan a tener menstruaciones irregulares, cuando todas las muchahas de su edad ya han superado los traumas de las primeras reglas.El boom de la gimnasia femenina se produjo equ¨ªvocamente con Olga Korbut y su mu?equita, pero con anterioridad hubo grandes campeonas a las que admir¨® el mundo incluso por su belleza femenina. Vera Casvlaska, la gran campeona checa, firmante de la carta de ?las 2.000 palabras?, partidaria de la Primavera de Praga, semanas antes de los Juegos de M¨¦xico, se refugi¨® en el campo en casa de unos amigos y como ¨²nico entrenamiento tuvo una pala para ayu-, dar a los hombres a cargar vagones de carb¨®n.
Resuelto el problema pol¨ªtico, volvi¨® a competir y, en M¨¦xico, logr¨® cuatro medallas de oro, como hab¨ªa hecho cuatro a?os antes en Tokio.
Vera Casvlaska y la sovi¨¦tica Turischeva fueron pr¨¢cticamente las ¨²ltimas mujeres de la gimnasia. Vera, en M¨¦xico, no s¨®lo fue la ?reina de los Juegos? por sus medallas y sus antecedentes pol¨ªticos, sino porque se convirti¨® en la esposa del mediofondista checoslovaco Odlozil. Vera era una se?ora bien formada y admirada por la armon¨ªa de sus l¨ªneas.
El movimiento juvenil ha dejado fuera de los Juegos a las se?oras y, lo que es peor, deportivamente, lo que en principio fue gracia, ingenuidad y ¨¢ngel, se ha convertido en una serie de edulcorados movimientos -en los ejercicios sobre el suelo- que rayan en lo aut¨¦nticamente cursi. La mayor¨ªa de los ejercicios, acompa?ados de m¨²sica, son ?o?os, y la mayor¨ªa de las ni?as que los interpretan, son de un infantilismo preocupante.Las gimnastas pertenecen a una raza de ?peque?os ruise?ores?.
No tienen un desarrollo f¨ªsico normal. La elaboraci¨®n les ha detenido el crecimiento. Los posibles problemas psicol¨®gicos del futuro ser¨¢n un tema a estudiar dentro de muy poco. Los resultados ya est¨¢n a la vista.
En el baloncesto ha ocurrido lo contrario. En Ia b¨²squeda de la altura se ha producido la aparici¨®n de grandes ?belfegores? robot de movimientos pesados e inarm¨®nicos. No todos los gigantes del basket. son as¨ª, porque, afortunadamente la mayor¨ªa todav¨ªa es de movimientos naturales y hasta de proporciones equilibradas. Pero comienzan a aparecer los tanques sin cintura, las piernas sin m¨²sculos, la ?fofez? general en el cuerpo y el desenvolvimiento pesado. Son muchachos a los que se les ha favorecido el crecimientopara que ganasen unos cent¨ªmetros, y toda su arquitectura se sustenta sobre la base de las carreras de pies planos y los saltos propios de plant¨ªgrados. Algunos equipos ganan efectividad con estos pivots desmesurados, pero el espect¨¢culo queda disminuido con su presencia. No es agradable ver a un hombre que, pese a su tama?o, evidencia inferioridad f¨ªsica.
En el campo contrario tenemos a los levantadores de pesas, a quienes la musculatura les ha convertido en piezas de laboratorio de disecci¨®n. Hay en ellos un toque de cierto culturismo. La halterofilia malforma por el exceso de ejercicio; son seres opuestos al disc¨®bolo de Mir¨®n, que es la est¨¦tica ol¨ªmpica. Est¨¢n m¨¢s cerca del laoconte. Son el m¨¢s all¨¢ de la ?terribil¨ªt¨¢ miguelangelesca?.
En 1948, en L¨®ndres, fue campe¨®n del peso gallo el norteamericano Joseph de Pietro, que lleg¨® a levantar un total de 307,5 kilos. Joseph de Pietro solamente med¨ªa 1,40 metros. Los halter¨®filos, cuando menos, en el Caso de los grandes pesos, son unas masas de carne y sebo, propensos al infarto.
Las nadadoras de ciertos pa¨ªses pasadas por la probeta, no se sabe a ciencia cierta hasta qu¨¦ punto dominan en ellas las hormonas masculinas. Ha sido la f¨®rmula ideal para pasar satisfactoriamente los controles de sexo, impuestos en los Juegos a consecuencia de la dudosa femineidad de algunas atletas del Este, especialistas en lanzamientos.
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