El pantano de San Juan o la ilusi¨®n de veranear en la costa de Madrid
Los municipios de San Mart¨ªn de Valdeiglesias y Pelayos de la Presa se encuentran a unos setenta kil¨®metros de Madrid, y se llega a ellos a trav¨¦s de una carretera flanqueada por tierras de labor, cereales principalmente, sin apenas vegetaci¨®n, que adquieren tonalidades suaves y gratificantes a la vista del conductor s¨®lo cuando el sol comienza a bajar. Durante las horas diurnas los rayos caen a plomo, y s¨®lo el aliciente del pantano y los montes arbolados de pinos que comienzan a aparecer en los ¨²ltimos quince kil¨®metros de recorrido justifican el esfuerzo del viaje.Situado en las cercan¨ªas de la entrada del valle del Ti¨¦tar, el pantano de San Juan se embals¨® en la d¨¦cada de los cincuenta, y alg¨²n avispado de la Administraci¨®n o de la empresa privada, o ambos a la vez, decidieron declarar toda la zona como de inter¨¦s tur¨ªstico. Veinte a?os m¨¢s tarde, los ecologistas echan pestes contra los beneficiarios de intereses creados que han privatizado toda una orilla del pantano; la mayor¨ªa de izquierdas del Ayuntamiento de San Mart¨ªn se encuentra con un problema grav¨ªsimo de falta de infraestructura que no saben c¨®mo solucionar, y 25.000 madrile?os olvidan todo lo anterior cuando se ba?an, pescan o surcan las aguas con sus flamantes motoras o barquitos de vela. Que unos se ba?en en playas m¨¢s o menos descuidadas y llenas de latas de cerveza y que otros lo hagan en zonas privadas, que unos naveguen en botes de goma o canoas indias de imitaci¨®n, otros en barcos de vela modestos, y los m¨¢s pudientes en motoras con cabina, no parece importarle a nadie. S¨ª les preocupa bastante m¨¢s que no haya m¨¦dicos, que los precios en los pueblos de los alrededores est¨¦n muy caros, y cosas as¨ª, pero, como comentaba uno de los veraneantes, ?al fin y al cabo esos problemas te los vas a encontrar en todos lados?.
Orden jer¨¢rquico: juntos pero no revueltos
La costa colonizada del pantano-mar guarda un estricto orden jer¨¢rquico -juntos, pero no revueltos- en base a valores que hoy se pagan caros: la comodidad y la tranquilidad de los lugares apartados pero con buenos accesos. As¨ª, la zona de acampada libre es la m¨¢s cercana a la carretera que conduce a San Mart¨ªn. All¨ª abundan los ni?os con ba?adores sucios de arena, los amantes de la pesca que tienen que tener mucho ojo para que nadie les espante los peces, y los botes de goma, am¨¦n de las latas vac¨ªas y las c¨¢scaras de mel¨®n semiocultas tras cualquier roca. Las tiendas de campa?a que les sirven de vivienda veraniega, con sus cercados de cuerda, sus geranios plantados a la entrada y sus chiringuitos anexos para la cocina de gas butano. reflejan una clara decisi¨®n de permanencia, al menos hasta septiembre.Siguiendo por la ribera se encuentra ya la Costa de Madrid. Los primeros edificios son chal¨¦s y apartamentos construidos en bloques de tres y cuatro pisos, peque?os pero muy cuidados en su construcci¨®n. Valen tres o cuatro millones de pesetas cada uno, y en su d¨ªa fue una oferta interesante para la clase media madrile?a con ciertas pretensiones. Tal vez esta caracter¨ªstica pueda explicar la incongruencia de crear parques artificiales en el seno de un parque natural, pero lo cierto es que los pinos lugare?os pierden importancia entre las zonas verdes, enredaderas, petunias y calas plantadas por doquier. Un poco m¨¢s en el fondo de saco que es la urbanizaci¨®n se encuentran ya avisos de que nos acercamos a la zona noble. El primero de ellos, un cartel de buenas proporciones que indica: ?Club Moton¨¢utico. Entrada reservada s¨®lo a se?ores socios?, y luego est¨¢n ya las calles menos frecuentadas, por la sencilla raz¨®n de que a sus lados s¨®lo hay chal¨¦s de bastantes m¨¢s millones, cuyos propietarios se pasean con pantalones cortos de moda y gorras de capit¨¢n de yate en la cabeza.
Dentro de Costa de Madrid, que es la urbanizaci¨®n madre, se encuentran otras m¨¢s peque?as, pero que guardan las mismas reglas y fomentan la misma pretensi¨®n mar¨ªtima: la Riviera ofrece ofertas para todas las econom¨ªas, a partir del apartamento, y las calles llevan los nombres de la fal¨²a, el baje?, el ancla, el gale¨®n, etc¨¦tera. Es la ilusi¨®n de tener mar en el monte, y la verdad es que est¨¢ bastante bien conseguida.
San Ram¨®n para la clase alta
A¨²n m¨¢s lejos de Costa de Madrid se encuentra otra urbanizaci¨®n, que ya s¨ª es de clase alta, reservada a banqueros, ejecutivos, pol¨ªticos y similares. Se llama San Ram¨®n, est¨¢ delimitada para impedir el paso de visitas incontroladas y tal vez molestas para gentes que han construido sus chal¨¦s de veinte millones -tambi¨¦n los hay de diez, y alguno de veinticinco- y los guardas privados que vigilan la entrada te preguntan qui¨¦n eres y a d¨®nde vas antes de subir la barrera.La vida social de todo el pantano est¨¢, pues, encerrada en s¨ª misma, y gira alrededor de sus clubes sociales Internos, en la urbanizaci¨®n que los tenga, y en las relaciones mundanas que permiten los juegos n¨¢uticos. Al pueblo, San Mart¨ªn, se acude s¨®lo a hacer la compra, si es necesaria, y los j¨®venes puede que bajen los fines de semana a alguna de las dos discotecas o al cine del pueblo. El ayuntamiento, sin embargo, est¨¢ haciendo un esfuerzo importante en crear instalaciones deportivas de calidad que sirvan de reclamo, y adem¨¢s lo est¨¢ consiguiendo. Las familias que ocupan apartamentos o chal¨¦s sin pista de tenis propia pueden hacer uso, y lo hacen, de las dos piscinas del. polideportivo municipal, acompa?adas con pista de atletismo, canchas de tenis y tiro al plato, entre otros. En el pueblo hay dieciseis equipos de f¨²tbol-sala, y tres de f¨²tbol en Tercera Regional.
La importancia del turismo atra¨ªdo por el pantano es tanta que ha convertido a San Mart¨ªn en un pueblo que soporta unas infraestructuras desorbitadas en relaci¨®n con sus propias necesidades. No son precisos 33 funcionarios para una localidad de menos de 5.000 personas, ni tal vez hagan falta once polic¨ªas municipales, y si no fuera por la presi¨®n de los veraneantes bastar¨ªan los dos m¨¦dicos de que dispone el pueblo.
Las relaciones entre nativos y veraneantes
Adem¨¢s, los lugare?os son gente conservadora respecto de su entorno, aunque en las elecciones municipales votaran mayoritariamente a socialistas y comunistas. Los compradores de Costa de Madrid se encontraron con que eran mirados como una especie de usurpadores, porque la pol¨ªtica de la sociedad promotora fue vender parcelas sin dar participaci¨®n al pueblo. Lo que no deja de ser una descortes¨ªa de las anteriores corporaciones, puesto que la sociedad es mixta, formada por el ayuntamiento, que pon¨ªa los terrenos, y los accionistas privados, que aportaron el capital y la gesti¨®n. La mala labor de unos y otros consiguieron que de la venta de cientos de hect¨¢reas y de la construcci¨®n de cientos de apartamentos apenas se derivaran beneficios econ¨®micos importantes, reconocidos al menos. As¨ª que los de San Mart¨ªn han mirado durante a?os con cierta desconfianza a los de la costa, aunque ya parece que el recelo deriva en indiferencia y el nuevo ayuntamiento de izquierdas quiere fomentar las buenas relaciones.
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