Retorno a la constitucionalidad
De las experiencias democratizadoras realizadas en Am¨¦rica Latina en los ¨²ltimos a?os, la peruana es, sin duda, la que lleva el mejor camino de convertirse en ¨¦xito definitivo. As¨ª lo demuestra el riguroso cumplimiento del plan elaborado por los militares para devolver el poder a los civiles y el horizonte, pr¨¢cticamente despejado de graves obst¨¢culos, que preside la toma de posesi¨®n del arquitecto Fernando Bela¨²nde como presidente de la Rep¨²blica.La actitud de las fuerzas armadas peruanas al aceptar cumplir su verdadera funci¨®n en la sociedad del pa¨ªs y permitir el retorno a la civilidad es m¨¢s encomiable a¨²n si se tienen en cuenta las circunstancias geopol¨ªticas de la zona en que Per¨² est¨¢ enmarcado. Ecuador, cuyos anteriores dirigentes militares establecieron un plan de normalizaci¨®n similar al peruano, no acaba de hallar la senda de la tranquilidad constitucional. Bolivia, tristemente, ha puesto hace unos d¨ªas un nuevo eslab¨®n en la larga, y al parecer inevitable, cadena de golpes de Estado. Chile, Argentina y Uruguay viven sumidos en el negro pozo de la dictadura y, lo que es peor, no vislumbran perspectivas pr¨®ximas de cambio. En Brasil, los pasos hacia la democracia, celosamente marcados por las fuerzas armadas, se dan con extremada lentitud.
Es cierto que el proceso militar iniciado en agosto de 1968 por el general Juan Velasco, precisamente con el derrocamiento del hoy nuevamente presidente Bela¨²nde, tuvo unas caracter¨ªsticas bien distintas a las que nos han acostumbrado muchas de las fuerzas armadas latinoamericanas. Su proyecto, cargado de buenas intenciones nacionalistas y progresistas, se difumin¨® en un populismo vacuo y en un gran desorden administrativo. Los propios compa?eros de armas de Velasco debieron enderezar el rumbo del pa¨ªs en 1975 y llegaron a la conclusi¨®n de que el gobierno de la naci¨®n no era tarea adecuada para los hombres de armas, sino para los pol¨ªticos.
De forma consecuente con dicha convicci¨®n, las Fuerzas; Armadas elaboraron un plan de retorno a la constitucionalidad, que preve¨ªa tres etapas: elecci¨®n de una asamblea, elaboraci¨®n de una nueva constituci¨®n y elecciones generales para determinar la composici¨®n de los ¨®rganos legislativos del pa¨ªs y el presidente de la Rep¨²blica. El primero de dichos pasos se cumpli¨® en el verano de 1978, y el ¨²ltimo, hace tan s¨®lo dos meses, el 18 de mayo.
La victoria de Fernando Bela¨²nde en las elecciones; generales se ha producido por la concatenaci¨®n de una serie de circunstancias muy diversas y, con certeza, no suficientemente anticipadas por los militares. Estos, sin duda, hubieran preferido tener enfrente, en el acto de transmisi¨®n del poder, a otra persona diferente a Beila¨²nde, a quien hace doce a?os, y en circunstancias poco dignas, obligaron a abandonar, de madrugada, el Palacio Nacional.
Acci¨®n Popular, el partido de Bela¨²nde, prefiri¨® no participar en el, debate constituyente que se reaIiz¨® en Per¨² despu¨¦s de las elecci¨®nes de 1978. Este hecho permiti¨® al hoy presidente evitar el desgaste que al resto de las formaciones pol¨ªticas ocasion¨® la discusi¨®n ccinstitucional y presentarse ante el electorado, pr¨¢cticamente limpio.
La muerte de V¨ªctor Ra¨²l Haya de la Torre, y la consiguiente divisi¨®n de su partido, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), favoreci¨® igualmente a Fernando Bela¨²nde. Finalmente, la fragmentaci¨®n, los enfrentamientos ideol¨®gicos y estrat¨¦gicos qtie exhibieron los partidos de izquierda en la campa?a electoral, desmoronando el valioso 30% de los votos obtenido en las elecciones constituyentes, hicieron mella en el electorado, que prefiri¨® votar al liberalismo elegante que ofrece la imagen belaundista.
El nuevo presidente ha hecho ya todo lo posible para esquivar accidentes similares a los que motivaron su derrocamiento en 1968. En primer t¨¦rmino, no ha escatirnado elogios hacia el papel jugado por las fuerzas armadas en el proceso democratizador, y ha aceptado todas las sugerencias castrenses en lo que a nombramientos se refiere. En segundo t¨¦rmino, se ha asegurado una fuerte mayor¨ªa parlamentaria, con el concurso del Partido Popular Cristiano, de Luis Bedoya, con lo que evita el torpedeo permanente que a sus proyectos legislativos dedic¨® el Congreso en su anterior etapa presidencial.
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