En busca de la mayor¨ªa perdida
LAS VACACIONES del Congreso est¨¢n siendo aprovechadas por el Gobierno y los dirigentes de los partidos para negociaciones m¨¢s o menos secretas y fintas m¨¢s o menos cre¨ªbles, dirigidas a la formaci¨®n de una mayor¨ªa parlamentaria estable y a la eventual traducci¨®n en un Gobierno de coalici¨®n de ese acuerdo de legislatura. Aunque quepa criticar las clandestinidades y ment¨ªs que los acompa?an, resulta dif¨ªcil poner reparos a esos preparativos para el oto?o, ya que la situaci¨®n del pa¨ªs exige con urgencia un Gobierno respaldado por una mayor¨ªa parlamentaria coherente y articulada. La amenaza del terrorismo, el crecimiento del paro, las sombr¨ªas perspectivas econ¨®micas, el dise?o de ese Estado de las autonom¨ªas cuyas oscuridades ni siquiera la clase pol¨ªtica parece capaz de explicar, la inaplazable reforma de la Administraci¨®n p¨²blica para darle eficiencia y frenar el despilfarro del gasto p¨²blico, el desbloqueo del Estatuto de una Televisi¨®n necesitada de dignidad moral y de neutralidad pol¨ªtica, el esclarecimiento de nuestra estrategia internacional (desde la cuesti¨®n de la OTAN hasta los acuerdos con Estados Unidos, pasando por la situaci¨®n norteafricana) y el desarrollo de la Constituci¨®n son desaf¨ªos y tareas que, evidentemente, Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico no puede afrontar ya en solitario.Dados los usos y costumbres de nuestra vid¨¢ p¨²blica, los rotundos ment¨ªs a las negociaciones entre el Gobierno y la Minor¨ªa Catalana, con los vascos y los andalucistas al fondo, tienden m¨¢s bien a confirmar la operaci¨®n en curso que a negarla. Lo cual no significa, por supuesto, ni que esas conversaciones terminen en un acuerdo, ni que los interlocutores dejen de barajar, cada cual por su lado, los pros y los contras de la operaci¨®n.
El Partido del Gobierno, tan habituado al ejercicio solitario del poder, seguramente preferir¨ªa continuar disfrutando de su confortante monopolio, no verse importunando por pactos a medio plazo y seguir jugando alternativamente con Coalici¨®n Democr¨¢tica y los socialistas para aprobar las leyes. Pero no es libre quien quiere, sino quien puede.
Por su parte, Convergencia probablemente tema que la asunci¨®n de responsabilidades estatales debilite su control de la Generalidad de Catalu?a en beneficio de Esquerr¨¢ Republicana, le convierta en el convidado de piedra de la Moncloa y le haga perder finalmente ep los dos pa?os. La presumible renuencia del PNV a apoyar abiertamente la combinaci¨®n no har¨ªa sino reforzar los recelos de la Minor¨ªa Catalana. A este respecto, no resulta f¨¢cil entender que Convergencia acepte el acuerdo de legislatura y reh¨²ya, en cambio, las responsabilidades de gobierno, es decir, que se quede con el pasivo y renuncie al activo de la operaci¨®n. Ciertamente, la entrada en solitario del se?or Roca en el Gabinete podr¨ªa resultar algo desairada, pero en ninguna parte est¨¢ escrito que no puedan ser dos o tres los ministros, catalanes que se incorporen al Gobierno
En cualquier caso, la combinaci¨®n UCD-Minor¨ªa Catalana se halla tan dentro de la l¨®gica de los acontecimientos que un sector de opini¨®n dentro del PSOE acaricia de nuevo la idea de formar parte del Gobierno, con la sola condici¨®n de que no lo presida Su¨¢rez, a la vez que algunos barones centristas se muestran partidarios de sacar del ba¨²l de los recuerdos el consenso con los socialistas, a fin de llevar adelante el desarrollo de la Constituci¨®n y el dise?o conjunyo del Estado de las autonom¨ªas. A unos y a otros les une el rechazo del pacto de UCD con la Minor¨ªa Catalana, pero les divide la forma de concebir la soluci¨®n alternativa. Porque mientras los barones en cuesti¨®n tan s¨®lo desean resucitar el acuerdo parlamentario con los socialistas, sin modificar el car¨¢cter monocolor del Gobierno de UCD y sin derribar de la. presidencia a Su¨¢rez, el sector del PSOE m¨¢s ansioso de entrar en el poder vuelve a la vieja idea de romper el partido centrista y de formar un Gobierno de coalici¨®n bajo la presidencia de alguien que no sea Adolfo Su¨¢rez.
No deja de ser parad¨®jico que los socialistas, que han sufrido, desde la constituci¨®n de la III Internacional las c¨ªclicas ofensivas de los comunistas para separar a las perversas direcciones socialdem¨®cratas de las honestas bases revolucionarias, est¨¦n cayendo en la tentaci¨®n de ensayar una estrategia id¨¦ntica contra los centristas. Durante la campana electoral de 1979, Santiago Carrillo insisti¨® en la desviaci¨®n derechista de Felipe Gonz¨¢lez y en la salud revolucionaria de sus militantes y de su clientela, sin lograr ni un corrimiento espectacular de votos en favor de los comunistas ni el refuerzo -como se vio en los congresos de mayo y septiembre- de la minor¨ªa hostil al secretario general del PSOE. Es igualmente dudoso que la actual insistencia socialista en la derechizaci¨®n de Su¨¢rez y en las virtudes democr¨¢ticas de algunos barones consiga frutos mejores. Al fin y al cabo, los principios del lideraz go, el poder de la burocracia y los reflejos defensivos de la unidad funcionan m¨¢s o menos igual en todos los partidos, y las estrategias de ruptura del adversario, en parte alentadas por las ambig¨¹edades de los segundones cortejados y adulados, en parte fabricadas por el autoenga?o y el pensamiento desiderativo, suelen llevar a callejones sin salida m¨¢s bien desoladores.
En consecuencia, la obsesi¨®n anti-Su¨¢rez del PSOE no narece una base firme Dar¨¢ una estratesria sociabsta dirigida a entrar en el Gobierno o a rubricar un acuerdo de legislatura con los centristas. La ruptura de UCD no es un imposible metafisico -como tampoco lo es la ruptura del PSOE-, pero parece hallarse todav¨ªa lejos del campo de las probabilidades pol¨ªticas concretas. Si los socialistas quieren impedir de verdad la alianza de UCD en bloque con la Minor¨ªa Catalana tendr¨ªan que imaginar otros escenarios sobre la base de que Adolfo Su¨¢rez contin¨²e siendo presidente del Gobierno. Posibilidad, desde luego, m¨¢s plausible y rotundamente preferible que la presencia de un alto mando militar en la Moncloa, perspectiva con la que, seg¨²n un insistente e ins¨®lito rumor, habr¨ªan jugueteado los socialistas, cosa, en verdad, demasiado grave y esperp¨¦ntica para ser cre¨ªda.
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