Jerusal¨¦n responde a Madrid
ISRAEL, COMO era de esperar, ha reaccionado ante el plan para la pacificaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo expuesto en Viena por el ministro espa?ol de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja. A trav¨¦s de su embajador en la capital austr¨ªaca, el Estado jud¨ªo ha saludado la iniciativa espa?ola, pero ha matizado que la propuesta tendr¨ªa alguna viabilidad si nuestro pa¨ªs estableciera relaciones diplom¨¢ticas con el Gobierno israel¨ª.Con sutileza, el funcionario ha resaltado la clara incongruencia que supone el hecho de que una naci¨®n que ignora oficialmente al Estado de Israel (la ¨²nica en Europa, adem¨¢s de Albania) sea la que proponga a la comunidad internacional un programa para la resoluci¨®n de la crisis ¨¢rabe-israel¨ª. El diplom¨¢tico, adem¨¢s, anticipa elogios para la posible labor mediadora de Espa?a en el conflicto, siempre, claro est¨¢, que se cumpliera aquella condici¨®n que significa la normalidad en las relaciones entre los dos pa¨ªses.
No debe verse en la respuesta israel¨ª ning¨²n prop¨®sito de chantaje ni posici¨®n arribista alguna: la tesis de las autoridades de Jerusal¨¦n, expuesta a trav¨¦s de su representante en Viena, es irreprochable, y pone una vez m¨¢s de manifiesto la escasa contundencia de los argumentos que exhibe nuestra diplomacia para justificar esa laguna de nuestra pol¨ªtica exterior.
En el planteamiento del ministro Oreja en su conferencia ante el Instituto de Pol¨ªtica Exterior vien¨¦s (ampliado en declaraciones que formul¨® a RTVE el pasado 29 de julio) est¨¢ recogida la soluci¨®n del problema: Israel debe reconocer el derecho del pueblo palestino a establecerse como naci¨®n soberana, de la misma forma que la comunidad internacional respeta la existencia del Estado jud¨ªo.
Ese, precisamente, es el planteamiento coherente de la cuesti¨®n. Los palestinos, como en la d¨¦cada de los cuarenta lo hicieron los jud¨ªos de la di¨¢spora, luchan hoy por conquistar su derecho a un territorio, a una vida pac¨ªfica y sin amenazas, a su esencia como pueblo.
Las relaciones diplom¨¢ticas entre Espa?a e Israel no deben suponer, por supuesto, un c¨®mplice silencio de nuestro pa¨ªs con respecto a los desprecios que el Estado jud¨ªo hace, con demasiada frecuencia, de las m¨¢s elementales normas de la convivencia internacional. El establecimiento de la capitalidad de Israel en la ciudad de Jerusal¨¦n es un gesto que dificulta el entendimiento y una prueba reciente de ese comportamiento insolidario.
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