Guinea Ecuatorial: un a?o sin Mac¨ªas
Las nuevas autoridades de Malabo realizaron un pat¨¦tico SOS, en el que ped¨ªan ayuda a todos los pueblos del mundo para sacar a Guinea Ecuatorial de la tremenda postraci¨®n en la que Mac¨ªas la hab¨ªa dejado. En un telegrama cursado a Madrid, el teniente coronel Teodoro Obiang solicitaba colaboraci¨®n y apoyo de las autoridades espa?olas para restaurar la democracia, la econom¨ªa y la sociedad guineanas.La ayuda espa?ola no se hizo esperar. Inicialmente, veintitr¨¦s millones de d¨®lares, dos l¨ªneas de cr¨¦dito, donaciones, v¨ªveres y un conjunto de elementos indispensables para poner en marcha un pa¨ªs quieto por la obcecaci¨®n de un tirano. Tampoco la ayuda francesa anduvo despacio, pero los fuertes v¨ªnculos establecidos por Malabo con su antigua metr¨®poli, pese a Mac¨ªas, dieron desde el principio prioridad al apoyo espa?ol.
Todo estaba por hacer. Guinea Ecuatorial permanec¨ªa entonces devorada por la selva. Las plantaciones, dormidas entre el aroma dulz¨®n del cacao; los cafetales, arrasados por la maleza; los bosques, plagados de par¨¢sitos. Las ca?as cegaban los caminos y la selva se ense?oreaba ya de los arrabales de las ciudades.
El pueblo reflejaba en sus ojos el dolor que da el hambre y el fulgor opaco de tanta sangre derramada. Las costumbres guineanas hab¨ªan desaparecido entre ritos extranjeros de culto a un solo individuo, divinizado por ¨¦l mismo, Francisco Mac¨ªas. Las mujeres se hab¨ªan quedado en silencio y los hombre rumiaban odio.
Un a?o despu¨¦s de aquel festival de alegr¨ªa que acompa?¨® la ca¨ªda del dictador, Guinea Ecuatorial no ha experimentado, empero, grandes cambios. La ayuda internacional no se distribuye, y cuando se reparte, va a parar a pocas manos casi las mismas que manejaban las divisas con soltura cuando el tirano viv¨ªa. Los guineanos siguen pasan do hambre y contin¨²an considerando el trabajo en las plantaciones como trabajo esclavo. Las levas cotidianas de ?vagos? se siguen haciendo en las ma?anas para coger mano de obra que cuide la vastas y f¨¦rtiles tierras a punta de fusil.
La rapi?a de los que acuden Guinea Ecuatorial pensando, por encima de todo, en altas tasas de beneficio no ha logrado sucumbir ante los que all¨ª han ido con el criterio de que hay que sacar a un pueblo de la encrucijada hist¨®rica m¨¢s dram¨¢tica que quepa concebir. Pese a los buenos prop¨®sitos de las autoridades v a los buenos sentimientos de los cooperantes espa?oles, sobre el pueblo guineano parece gravitar todav¨ªa con fuerza la inercia de una historia hacia atr¨¢s, sin salida.
La sangr¨ªa de ecuatoguineanos hacia el exterior impide que sean ellos quienes se adue?en de las riendas de su pa¨ªs, falto de mano de obra cualificada, de cuadros intermedios, de t¨¦cnicos y profesionales. El ¨¦xodo registrado en el pa¨ªs durante la dictadura constituye el bald¨®n m¨¢s pesado para la recomposici¨®n y la organizaci¨®n de Guinea Ecuatorial, un enclave demasiado apetitoso por su situaci¨®n y su riqueza como para no despertar la curiosidad de sus poderosos vecinos o la rapacidad de varias metr¨®polis.
Hegemon¨ªa ¨¦tnica
En el plano interior, los viejos h¨¢bitos legados a la vida nacional por Mac¨ªas tampoco han desaparecido. La hegemon¨ªa de la etnia fang se ha convertido en asfixiante, mientras los bohobes (bubis), ndowes y kombes permanecen segregados del poder y de las decisiones, corno si nada hubiera cambiado. La vida pol¨ªtica se restringe a la esfera fang, no existen los partidos y la participaci¨®n pol¨ªtica se limita a las ovaciones que recibe el teniente coronel Obiang cuando habla a su pueblo desde un estadio.
La reorganizaci¨®n administrativa del pa¨ªs no ha dejado de ser un bello enunciado. El parentesco prima sobre la r¨¢cionalidad y la corrupci¨®n de unos pocos ahoga la eficiencia. La nueva situaci¨®n ha creado una nueva y restringida clase de especuladores, alzada como la espuma por las posibilidades de lucro que brinda la anarqu¨ªa de la actividad econ¨®mica.
Un a?o es un plazo demasiado corto para zanjar un pasado tan denso; pero la situaci¨®n en Guinea Ecuatorial no permite hoy hablar de una restauraci¨®n de la democracia, ni de la econom¨ªa, ni la de la dolorida sociedad guineana, para cuya mayor¨ªa la ¨²nica alternativa es volver a unos cultivos cuya labor detesta. La mano de obra nigeriana dif¨ªcilmente regresar¨¢ a aquellas tierras.
El planeamiento econ¨®mico gestado desde Madrid, con el benepl¨¢cito de las autoridades de Malabo, chirr¨ªa con las estructuras sociales y las disponibilidades con las que cuenta Guinea Ecuatorial. Ninguna reconstrucci¨®n de pa¨ªs alguno es posible sin la convicci¨®n de los pueblos; y el pueblo guineano no ha sido consultado, ni siquiera estudiado. La inexistencia de cauces de participaci¨®n convierte a Guinea Ecuatorial en un pa¨ªs extremadamente vulnerable para sus vecinos o para cualquier gran potencia que sepa el valor estrat¨¦gico yacente en el golfo de Biafra y en su riqu¨ªsimo subsuelo marino.
Algunos antiguos colonos, que nunca dejaron de serlo, han vuelto a las andadas. En sus clubes, los ¨²nicos hombres de color son los camareros, y no parecen haber perdido sus h¨¢bitos de intriga, ni su tr¨¢fico de influencias para conseguir jugosas contratas, a las que s¨®lo unos pocos pueden acceder. Pocos guineanos poseen conciencia empresarial, porque la tierra no ha sido distribuida y las factor¨ªas, o no existen, o pertenecen aun a sus viejos amos blancos.
Formalmente, la Administraci¨®n espa?ola ha seguido pasos correctos, con cautela, para dejar patente que Guinea Ecuatorial constituye un Estado soberano. Sin embargo, pese a la abnegada tarea de gran parte de los diplom¨¢ticos, los cortocircuitos, las instrucciones contradictorias y las l¨ªneas de acci¨®n divergentes, cuando no antag¨®nicas, se siguen sucediendo con regularidad. Presidencia y Asuntos Exteriores chocan a menudo, como en Madrid, y estas disfunciones no fortalecen en nada el compromiso adquirido por Espa?a con Guinea Ecuatorial para atajar su postraci¨®n cuanto antes y poner en marcha el ¨²nico vestigio de cultura espa?ola en Africa central.
El aspecto m¨¢s esperanzado lo ofrecen? los cooperantes espa?oles, cuya tarea realizada y por realizar constituye el m¨¢s firme garfio para sujetar eI cabo de la presencia espa?ola en este pa¨ªs africano, que profesa un cari?o sincero por nuestro pueblo. No obstante, la selecci¨®n de cooperantes en ocasiones no ha tenido en cuenta la valiosa experiencia lograda en Guinea Ecuatorial por otros cooperantes anteriores, que ejercieron all¨ª la docericia, por citar un ejemplo, en condiciones sumamente dif¨ªciles y, pese a las humillaciones de Mac¨ªas y las vejaciones constantes, se granjearon el respeto profundo de la poblaci¨®n guineana.
Los nexos entre Guinea Ecuatorial y Espa?a tienen, pues, dos ¨®pticas: la del negocio y la de la cooperaci¨®n. Del rumbo que torne esta vinculaci¨®n va a depender realmente la inviabilidad o la viabilidad de la recuperaci¨®n guineana. A los que ven en este pa¨ªs bajo la ¨®ptica del beneficio, apenas les preocupan las costumbres, ni la configuraci¨®n, ni la historia de un pueblo que sali¨® dignamente de la colonizaci¨®n para verse sepultado en una sinfon¨ªa inacabada de atropellos y de sangre. A los que lo ven bajo el prisma de la colaboraci¨®n no se les puede olvidar que el equilibrie igualitario fortalece, a la vez, al que ayuda y al ayudado. Y ello no es s¨®lo un deber de justicia: es una exigencia hist¨®rica.
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