Madre de Plaza de Mayo: la muerte sin fronteras
En estos d¨ªas, la colonia latinoamericana en Espa?a -especialmente la argentina- se encuentra seriamente preocupada.No es para menos: la muerte de la se?ora de Molino (editorializada el mi¨¦rcoles pasado en EL PA?S), las versiones contradictorias que se han tejido sobre los hechos y la no asunci¨®n preventiva por parte de las autoridades correspondientes del car¨¢cter pol¨ªtico de esta muerte, generan una cierta inestabilidad fundada en el temor a la impunidad de los asesinos.
Porque resulta muy dif¨ªcil pensar en el fallecimiento por ?causas naturales?. Y una muerte cercana moviliza memorias y vivencias pasadas.
Corresponder¨¢ a las autoridades espa?olas (investigadores policiales, jueces de instrucci¨®n, medios forenses y judiciales) la investigaci¨®n exhaustiva de los hechos de la calle de Tutor, y es en esa v¨ªa que confiamos quienes nos sentimos tambi¨¦n damnificados por este tr¨¢gico suceso.
Y es este un punto de acuerdo con la editorial referida (EL PA?S 6-8-1980); en lo que no podemos coincidir, en cambio, es en medir con la misma vara la opini¨®n de los agentes de la represi¨®n y la de sus v¨ªctimas, porque, hoy, la opini¨®n p¨²blica mundial tiene conocimiento de las atrocidades cometidas por aqu¨¦llos c¨®mo para sorprenderse por lo ?rocambolesco? de algunas de sus maniobras. Y como muchos de nosotros somos, adem¨¢s, exiliados -como lo era la se?ora de Molfino- y reivindicamos un derecho que alguna vez tuvieron los exiliados espa?oles en nuestro territorio: opinar sobre hechos de una marcada naturaleza pol¨ªtica, que ata?en a nuestro pa¨ªs. Porque sabemos que esta Espa?a democr¨¢tica que ha iniciado su tr¨¢nsito pacifico del autoritarismo a la libertad respeta nuestras opiniones, las recibe y comprende.
La se?ora de Molfino era una de las ?madres de Plaza de Mayo?, a las cuales una parte de la opini¨®n democr¨¢tica del mundo postula para el Premio Nobel de la Paz y a quienes la dictadura militar argentina ha colocado la significativa denominaci¨®n de ?las locas de Plaza de Mayo?. Su ejemplo es simple y absolutamente incuestionable: reunirse todos los viernes en la bonaerense Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno. Un solo distintivo: un pa?uelo blanco en sus cabezas; y un solo objetivo: preguntar por el destino de sus seres queridos.
Para la Junta Militar, en boca de su ministro del Interior, la interpretaci¨®n sobre las ?locas? era otra: ?Ya sabemos qui¨¦nes est¨¢n detr¨¢s de ustedes?, sentenci¨®. Sin duda: la memoria de sus familiares desaparecidos y su angustia compartida por el conjunto de nuestro pueblo.
La voz de la se?ora de Molfino, por otra parte, hab¨ªa sido escuchada en foros tan considerables como las Naciones Unidas en Ginebra, la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, las distintas jerarqu¨ªas de las iglesias ecum¨¦nicas, etc¨¦tera.
Se nos ocurre que este cad¨¢ver, insolentemente arrojado en la tregua del verano madrile?o, manifiesta pat¨¦ticamente una intencionalidad: se?alar que no hay fronteras para la represi¨®n.
No es nueva la injerencia de la Junta Militar argentina en la soberan¨ªa de otros pa¨ªses, aunque se tratara, en casi todos los casos, de pa¨ªses latinoamericanos, y la Prensa mundial ha recogido innumerables casos. As¨ª, por ejemplo, en M¨¦xico, el Gobierno ha detenido y expulsado a tres coroneles del Ej¨¦rcito argentino, ingresados ilegalmente con el objeto de realizar un atentado contra n¨²cleos del exilio; en Brasil se han constatado reiterados secuestros de ciudadanos argentinos y uruguayos (casos como el de Norberto Haideberger, o, recientemente, el presb¨ªtero Jorge Adur); ser¨ªa redundante ejemplificar con Uruguay, donde la complicidad entre Gobiernos y FF AA de ambos pa¨ªses es tan notoria y rec¨ªproca que hace innecesarios los ejemplos. Tambi¨¦n en Espa?a han ocurrido algunos hechos que hubieran merecido una seria investigaci¨®n: como la presencia en Madrid de comandos de la marina de guerra argentinos, denunciada oportunamente por varias publicaciones; o el fracasa do intento de secuestro del ex diputado Armando Croatto.
Creemos, sin embargo, que el reciente, como ins¨®lito, comunicado de prensa del embajador argentino nos excusa seguir ejemplificando.
Excediendo los derechos diplom¨¢ticos en un pa¨ªs que es tierra de asilo de ciudadanos argentinos, gratific¨¢ndose -de hecho- por la muerte de una compatriota, esgrimiendo una notable (castrense) subestimaci¨®n por los pueblos e instituciones espa?oles, alerta sobre la ?peligrosidad de la subversi¨®n internacional en su intento de socavar las bases de nuestra sociedad occidental?. Ese discurso suena a justificaci¨®n apresurada de una muerte que, hoy ya est¨¢ demostrado, no ha sido natural. El embajador argentino en Espa?a ha evidenciado que nada cambi¨® con su designaci¨®n -como civil- para ese cargo.
Si las palabras del embajador han sido tan desatinadas como apresuradas, no lo es la presunci¨®n que los asesinos de la se?ora de Molfino (sus autores intelectuales, al menos) son la Junta Militar argentina.
A los latinoamericanos del Cono Sur, traductores hasta el cansancio de los m¨¦todos que utilizan -con total impunidad- los servicios de ?inteligencia? de las FF AA de nuestros pa¨ªses, no nos cabe absolutamente ninguna duda que se trata de un nuevo asesinato perpetrado por alg¨²n comando de las mismas. Pero no es s¨®lo un signo de clarividencia pol¨ªtica. Hay hechos que, a prima facie, lo se?alan. En la primera quincena de junio son secuestrados en Per¨² la se?ora de Molfino, el se?or Julio C¨¦sar Ram¨ªrez y otros exiliados argentinos. La operaci¨®n la realizan comandos del Ej¨¦rcito argentino, contando con la colaboraci¨®n del Ej¨¦rcito peruano. Son torturados e interrogados. ?Por qu¨¦ hablamos de secuestro?: porque durante varios d¨ªas, ante reiterados reclamos internacionales por sus vidas, el Gobierno de Per¨² niega su existencia. Estos hechos han sido minuciosa y profusamente demostrados y denunciados por los medios de Prensa de ese pa¨ªs suramericano, con infinidad de datos y testimonios acusatorios. Solamente cuando el suceso amenazaba con convertirse en un esc¨¢ndalo internacional (recu¨¦rdese que ya hab¨ªa sido elegido un Gobierno constitucional), la Junta Militar peruana reconoce la ?detenci¨®n? de tres de esas personas e informa que hab¨ªan sido expulsadas a Bolivia. El Gobierno boliviano jam¨¢s ha reconocido haber sido receptor de los mismos. Y si lo hubiera sido, ?alg¨²n ingenuo superviviente de otras galaxias puede sospechar que les entreg¨® documentaci¨®n y los dej¨® partir libremente hacia otros continentes? Infinidad de tr¨¢mites se realizaron para conocer el paradero de nuestros compatriotas, hasta convencemos que hab¨ªan ?desaparecido?. Y, luego, vienen los hechos actuales: un mes y medio despu¨¦s, aparece el cad¨¢ver de la se?ora de Molfino en Madrid, en un piso alquilado por otro de los secuestrados (a su nombre, por supuesto). Dos d¨ªas despu¨¦s, el diario Clar¨ªn, de Buenos Aires, da la noticia sin asociar siquiera que el Ram¨ªrez del piso puede ser el mismo que el de Per¨². A los pocos d¨ªas, la Embajada argentina convoca con premura a una conferencia de prensa, sentando un gesto in¨¦dito en lo que se refiere a muertes de ciudadanos argentinos en el extranjero. Cree salvar su propia imagen, pero, adem¨¢s, desagravia al Ej¨¦rcito peruano por cualquier sospecha.
No es irracional deducir que, ante la asunci¨®n del Gobierno constitucional de Bela¨²nde Terry y el pedido de interpelaci¨®n por parte del Congreso de Per¨² al comandante del Ej¨¦rcito sobre los hechos -de inminente realizaci¨®n-, era necesario ?borrar las huellas?. ?Por qu¨¦ Espa?a? Es el pa¨ªs con mayor n¨²mero de exiliados y ha entrado en un inequ¨ªvoco proceso democr¨¢tico.
Para pruebas de otro car¨¢cter nos remitimos a la conferencia de prensa realizada el d¨ªa 6 del corriente en el hotel Convenci¨®n, y que fue publicada en este diario el d¨ªa 7, jueves, donde participaron diversos partidos pol¨ªticos de Espa?a, el CEAR, el ACNUR, la presidenta de Amnist¨ªa Internacional de Espa?a y otras prestigiosas personalidades.
All¨ª fue informado el dictamen forense que certifica que la muerte de la se?ora de Molfino fue-causada por paro cardiaco-respiratorio generado por intoxicaci¨®n ex¨®gena. Es decir: causas externas.
El exilio argentino se encuentra sumamente preocupado. Imaginar que se ha violado la soberan¨ªa de Espa?a es sentir una suerte de inseguridad, hasta hace pocos d¨ªas inadvertida.
El proceso democr¨¢tico de Espa?a, que la ha convertido en tierra de refugio para decenas de miles de perseguidos de todas partes del mundo, merece una clara respuesta por parte de las instituciones pol¨ªticas, sindicales y sociales.
El exilio ha contado desde siempre con la solidaridad plena del pueblo espa?ol, de sus partidos democr¨¢ticos y personalidades progresistas. Reclamamos tambi¨¦n una respuesta consecuente del Gobierno.
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