Las reglas el juego

La reciente convenci¨®n dem¨®crata celebrada en Nueva York finaliz¨®, como se sabe, con una satisfacci¨®n moral para Edward Kennedy, que volvi¨® a galvanizar al auditorio, despertando entusiasmos como los que provocaron en su d¨ªa sus hermanos John y Robert, y con un triunfo material del actual presidente y ya candidato designado por su partido para optar a un nuevo mandato presidencial, Jimmy Carter. (...)( ... ) Las encuestas de opini¨®n han ido reflejando, a lo largo de los siete meses de duraci¨®n de las elecciones primarias, un descenso de popularidad continuo, y ¨²ltimamente muy pronunciado -hasta alcanzar ese r¨¦cord de que s¨®lo un 20% de los ciudadanos de Norteam¨¦rica respalden moralmente la acci¨®n del presidente-, por parte de Jimmy Carter. ( ... )

( ... ) Acaso -y esto lo sabremos s¨®lo relativamente cuando llegue noviembre y conozcamos el nombre de qui¨¦n gobernar¨¢ Estados Unidos en los pr¨®ximos cuatro a?os- hubiese sido m¨¢s pr¨¢ctico para el Partido Dem¨®crata mandar al actual presidente a la caseta y presentar un adversario de imagen m¨¢s atractiva, como hubiese podido ser Edward Kennedy. ( ... )

( ... ) La elecci¨®n norteamericana que ha supuesto la convenci¨®n dem¨®crata de Nueva York tiene tambi¨¦n aplicaci¨®n pr¨¢ctica fuera de las fronteras norteamericanas. Atravesamos en Espa?a una etapa de impopularidad, o de popularidad en su punto m¨¢s bajo, del actual presidente del Gobierno. Un presidente elegido democr¨¢tica mente para un per¨ªodo, fijado asi mismo democr¨¢ticamente, de cua tro a?os. Sin embargo, es rumor generalizado que solamente un milagro puede conseguir que todos veamos finalizar ese per¨ªodo se?alado sin que cambie la cabeza del Ejecutivo. ( ... )

15 de agosto.