El Atl¨¦tico, pobre finalista de su trofeo
El Trofeo Villa de Madrid comenz¨® a un pobre nivel. El Atl¨¦tico, en un mal partido, s¨ªntoma inequ¨ªvoco de que deber¨¢ mejorar mucho si quiere realizar una campa?a aceptable en la Liga (su ¨²nico frente), s¨®lo pudo pasar a la final gracias a que fue menos malo en los penaltis. Anteriormente, aunque mejor¨® en la segunda parte, se le vio incapaz de superar a un ordenado, pero tosco y discreto equipo b¨²lgaro. Ambos rivales marcaron en dos aciertos de tiros lejanos.El equipo rojiblanco mereci¨® ser finalista del trofeo que organiza, y hubiese sido injusta su eliminaci¨®n en la tanda de penaltis, pero por mucho que den lustre los historiales m¨¢s le habr¨ªa valido, ganando o perdiendo, la satisfacci¨®n de un buen partido, como corresponde a una pretemporada ya relativamente avanzada. El Atl¨¦tico, que parec¨ªa tener un equipo ?semirrenovado?, con buenos resultados en los partidos celebrados hasta ahora, ofreci¨® una imagen bastante lamentable y poco halag¨¹e?a cara al futuro.
Pasado el espejismo por el gol rel¨¢mpago de Dirceu -que en seguida contest¨® Djevisov, uno de los aceptables internacionales b¨²lgaros-, se volvi¨® a la realidad. Y la primera realidad, por ejemplo, fue ver de titular centrocampista a un Angel con muy pocas horas de vuelo para empresas de fuste, como lo demostr¨® despu¨¦s Bermejo, ya sobradamente conocido y limitado, pero al menos m¨¢s eficaz. Con ¨¦l sac¨® el Atl¨¦tico su mayor garra y recuper¨® la fuerza inicial, que fue perdiendo en cuanto el CSKA, con el antif¨²tbol ordenado y met¨®dico de los pa¨ªses del Este -aprovechando, adem¨¢s, que Quique sigue siendo un jugador fuera de sitio-, atenaz¨® los t¨ªmidos zarpazos rojiblancos. A todo ello se uni¨® la lesi¨®n de Rub¨¦n Cano, un hombre siempre luchador y peligroso, y el panorama se puso a¨²n peor. Pue suplido por un Cabrera que record¨® a los incre¨ªbles ?visionarios cazatalentos? rojiblancos de los mejores tiempos, que ficharon a jugadores como Arteche o Guzm¨¢n. El delantero apenas toc¨® un bal¨®n y, cuando lo hizo, como en un precioso pase de Dirceu -que se hart¨® de tratar de mover lo imposible-, demostr¨® que tampoco sabe pararlos. Arteche -Guzm¨¢n, al menos, ya no va ni concentrado- volvi¨® a hacer su exhibici¨®n habitual de fuerza bruta y le salv¨® la sobriedad de un Balbino con m¨¢s estilo y aprovechable. Marcelino, semirrecuperado y nuevo capit¨¢n, le ech¨® ganas, como siempre, pero se le ha olvidado centrar. Sierra, muchas veces libre como ¨¦l, tampoco se fue al ataque, salvo una vez.
Dentro de un mare m¨¢gnum de fallos, sin apenas ocasiones de gol, y en el que s¨®lo la iniciativa le permiti¨® al Atl¨¦tico mantener el tipo, ¨²nicamente Rubio y Marcos hicieron algunas cosas destacables, pero in¨²tiles y aisladas. Sumados los detalles de Dirceu, bien poco, en total. Llegados los penaltis, no fue que Aguinaga salvara al Atl¨¦tico, sino que los b¨²lgaros los tiraron muy mal.
El f¨²tbol actual del cuadro rojiblanco resulta como alocado, excesivamente ?movido? para tener la entidad necesaria que unos buenos ?nombres? podr¨ªan darle. Si la fuerza es buena -aunque hubo momentos en que tambi¨¦n pareci¨® diluirse, precisamente por esa falta de orden-, mucho m¨¢s debe ser encauzarla. En el Atl¨¦tico actual faltan ?cerebros? -Dirceu s¨®lo no basta- y sobran ?locuras?.
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