Polonia cambiar y no cambiar
UNA HECATOMBE ha ca¨ªdo sobre el Gobierno polaco y sobre algunos altos cargos del bur¨® pol¨ªtico. Es un movimiento t¨ªpico en este tipo de pa¨ªses. El inmovilismo se mantiene hasta que ya no se puede m¨¢s. El tonto psicologismo pol¨ªtico -y la ambici¨®n de mantenerse en el poder- hacen que prevalezca la sensaci¨®n de que no pasa nada, hasta que llega un momento en el que hay que admitir que est¨¢ pasando todo. En la misma Polonia se produjo un movimiento paralelo a ¨¦ste, de rotura de diques, en el a?o 1970, que lleg¨® a la ca¨ªda del jefe hist¨®rico Gomulka y su sustituci¨®n por Eduardo Gierek, que ahora parece salvarse a s¨ª mismo con esta serie de sustituciones y destituciones: quiz¨¢ no lo consiga. El equipo que lleg¨® entonces al poder ten¨ªa la misi¨®n de cambiar toda la base del sistema econ¨®mico y social. No lo ha hecho. Hay que descartar la f¨¢cil idea de que no quisiera hacerlo, e incluso la de que no supiera hacerlo, para quedarse concretamente con una sola tesis: no ha podido hacerlo. Es indudable que no puede considerarse a Polonia como una unidad: pocos pa¨ªses tienen en el mundo ese privilegio, pero, desde luego, ninguno de los que est¨¢n incluidos en el Comecon y en el Pacto de Varsovia. Ni siquiera Rumania. La subordinaci¨®n polaca a un intento de econom¨ªa de bloque y a un sistema cuyas coordenadas y cuyas normas fijas tienen un centro de direcci¨®n exterior, a una planificaci¨®n com¨²n y a largo plazo, pueden impedir, y de hecho, impiden, una soluci¨®n estrictamente nacional a sus problemas, una generalizaci¨®n de su industria, un comercio exterior abierto y, en otro plano, una descentralizaci¨®n, una aplicaci¨®n de incentivos, una discusi¨®n abierta de los caminos a emprender. Aparte de otros vicios conocidos, como la consolidaci¨®n de t¨¦cnicos y gerentes por m¨¦ritos pol¨ªticos. El equipo que cae, a partir del primer ministro, no podr¨ªa nunca vencer esas condiciones generales.Es, por tanto, muy dif¨ªcil de prever que el equipo que le sustituye vaya a encontrar mejores condiciones de trabajo. Es un hecho significativo que uno de los ca¨ªdos en desgracia haya sido el encargado de propaganda e ideolog¨ªa del bur¨® pol¨ªtico, como si una de las cosas que hubiera fallado fuese el adoctririamiento o la conversi¨®n de los obreros del B¨¢ltico. Es dif¨ªcil convencer a nadie de que come cuando no come, o de que gana suficiente dinero cuando no lo gana. La alusi¨®n hecha por Gierek de que han sido llamados al poder ixaquellos camaradas que hab¨ªan visto antes las crecientes injusticias y que intentaron hacer algo en contra, pero cuyas voces no escuchamos a tiempo?, intenta demostrar que esas injusticias van a ser reparadas. Probablemente, la m¨¢s visible de las innovaciones vaya a ser la existencia de elecciones sindicales libres y secretas.
Desgraciadamente, no hay ninguna garant¨ªa de que las injusticias puedan ser reparadas. No es un cambio de nombres o de dirigentes lo que puede resolver el problema de fondo, sino un cambio en la estructura del pa¨ªs y una soberan¨ªa econ¨®mica mucho mayor. No es tampoco el reconocimiento de que las injusticias se han perpetrado lo que pueda hacer volver a los obreros a la ?moderaci¨®n?, sino un cambio real en sus condiciones. No han variado tanto las circunstancias del mundo como para suponer que lo que Gierek no pudo hacer en los ¨²ltimos diez a?os pueda hacerlo el mismo Gierek cambiando de colaboradores.
En las reivindicaciones obreras hab¨ªa una noci¨®n muy clara de que el problema no era solamente de salarios y de condiciones de trabajo. Era un concepto general de r¨¦gimen y un problema de libertades individuales y colectivas. Esta cuesti¨®n de libertades queda ya fuera de toda negociaci¨®n. Y sin ellas es dif¨ªcil ver un resultado positivo en la nueva gesti¨®n, que podr¨ªa reducirse al veredicto del refr¨¢n: pan para hoy, hambre para ma?ana. A menos que la lecci¨®n haya sido tan dura que no s¨®lo Polonia, sino la URSS y los economistas y los ide¨®logos del Comecon se replanteen la cuesti¨®n general.
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