La ceguera de Israel
Tal vez la portentosa imaginaci¨®n literario-pol¨ªtica de la que hacen gala Larry Collins y Dominique Lapierre en su famosa novela El quinto jinete pueda alg¨²n d¨ªa no muy lejano ser plasmada en la pr¨¢ctica por un grupo de fan¨¢ticos. El colocar una bomba at¨®mica en Nueva York, con la pretensi¨®n de hacerla detonar si Estados Unidos no accede a presionar al Gobierno Beguin para que cese en su intransigencia, es, hasta ahora, tan s¨®lo una creaci¨®n literaria con extraordinarios visos de realismo.Sin embargo, si se analiza detalladamente la actual situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo, no es descabellado concluir que en unos pocos a?os cualquier parecido entre la ficci¨®n y la realidad no tiene por qu¨¦ ser necesariamente mera coincidencia. En la novela en cuesti¨®n quedan claras la cerraz¨®n y la locura de una sociedad ego¨ªsta como la israel¨ª y la desesperaci¨®n y el fanatismo de un l¨ªder ¨¢rabe, Gadafi, empujado a las ¨²ltimas consecuencias por el creciente expansionismo sionista, concretado en los continuos asentamientos en los territorios ¨¢rabes ocupados.
Mientras que la locura at¨®mica de Gadafi est¨¢ a¨²n por constatar, la cerraz¨®n y la intransigencia del Estado de Israel son ya bien patentes.
La ¨²ltima muestra, probablemente definitiva, consiste en declarar a la ciudad ocupada de Jerusal¨¦n ?capital indivisible? del Estado jud¨ªo. Ello constituye una provocaci¨®n sin precedentes para el mundo ¨¢rabe, que considera Jerusal¨¦n ciudad santa del Islam. Pero lo m¨¢s grave es que se trata, de una provocaci¨®n innecesaria para la seguridad de tal Estado. Como lo es la pol¨ªtica de establecer colonias jud¨ªas en los territorios ¨¢rabes ocupados.
Israel act¨²a arrogante, prepotente e innecesariamente no s¨®lo al pretender anexionarse Jerusal¨¦n, sino tambi¨¦n al tratar despectiva y desafiantemente al ¨²nico pa¨ªs ¨¢rabe, Egipto, del que hab¨ªa conseguido, moment¨¢neamente, neutralizar su actitud de hostilidad antisionista. Pol¨ªticamente hablando, es de ciegos desafiar la precaria existencia de los acuerdos de Camp David con acciones como las que vengo comentando. Actitud bien expresada en la carta de arrogante estilo reci¨¦n enviada por Beguin a Sadat: ?Jerusal¨¦n es y ser¨¢ una, capital indivisible de Israel, y bajo su soberan¨ªa... Nuestros asentamientos (los realizados en los territorios ocupados) son legales y leg¨ªtimos y parte integral de nuestra seguridad nacional. Ninguno de ellos ser¨¢ removido?.
La frase de lord Acton, trasladada a las conductas de los pueblos y de los Estados, es perfectamente aplicable en este caso: el poder tiende a corromper, y el poder absoluto, a corromper absolutamente. Militarmente hablando, Israel es el Estado m¨¢s potente de Oriente Pr¨®ximo, debido al arsenal y recursos norteamericanos hasta ahora puestos a su disposici¨®n. Su error consiste en utilizarlos prepotentemente. La corrupci¨®n del poder absoluto, unida a la ceguera y arrogancia pol¨ªtica, pueden significar para Israel el principio del fin. Arrogancia, prepotencia y autosuficiencia (en realidad s¨®lo enga?osa, autosuficiencia, al depender casi exclusivamente de EE UU) han obcecado de tal modo al poder israel¨ª que le impide sopesar racionalmente las consecuencias hist¨®ricas de sus actos.
Firmeza ¨¢rabe
De no modificar su actitud, lo m¨¢s probable es que a medio plazo (nunca antes de las elecciones norteamericanas de noviembre) la intransigencia sionista produzca un frente de mayor firmeza anti-lsrael entre los pa¨ªses ¨¢rabes, incluido el propio Egipto. Pues locura pol¨ªtica es adoptar medidas que se alejan del esp¨ªritu de Camp David y que han de bloquear la artificial v¨ªa de entendimiento iniciada con Egipto, comprendida la farsa bilateral -a¨²n no iniciada- en que consisten las conversaciones egipcio-israel¨ªes sobre la pretendida autonom¨ªa de los palestinos que, por su hipocres¨ªa, ¨¦stos rechazan como un solo hombre.
La inevitable radicalizaci¨®n ¨¢rabe que la anexi¨®n oficial de Jerusal¨¦n y la pol¨ªtica de colonialismo en general va a provocar acabar¨¢ por poner al rojo vivo el nivel de tensi¨®n en Oriente Pr¨®ximo. Ello llevar¨¢ necesariamente a EE UU a tener que tomarse el tema en serio. Si es con Carter, Israel acabar¨¢ perdiendo, porque ¨¦ste -aunque todav¨ªa veladamente- es proclive a oponerse a los excesos sionistas. Si Reagan es el inquilino de la Casa Blanca (lo que el poder israel¨ª seguramente anhela, y con lo que probablemente ha contado al actuar como lo ha hecho), perderemos todos, incluido Israel, porque la intransigencia del ex actor de Hollywood es pareja a la israel¨ª, y puede colocar al mundo al borde de la guerra.
Tiempo es de que, por el bien de todos, las escasas fuerzas que dentro de Israel representan la sensatez, el sentido com¨²n y la madurez pol¨ªtica se pongan en movimiento. Cuando la inmensa mayor¨ªa de la comunidad internacional, bien representada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (y paulatina, pero decididamente, la CEE y el propio EE UU), estima que no hay soluci¨®n para Oriente Pr¨®ximo, y, consiguiente mente, para Israel, sin el reconocimiento de los derechos nacionales del pueblo palestino y sin el de su leg¨ªtimo representante, la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), el Estado de Israel no puede pretender para siempre ?sostenella y no enmendalla?.
Corresponde a esas fuerzas organizarse adecuadamente para hacer comprender a la sociedad israel¨ª -antes de que sea demasiado tarde- que no es justo ni, en este caso, pol¨ªticamente rentable, querer resarcirse de un holocausto con otro. Que el justo derecho a existir de un pueblo, el israel¨ª, no puede lograrse a costa del no menos justo derecho de autodeterminaci¨®n de otro, el palestino, hoy expulsado de su tierra.
No se puede combatir lo que el Gobierno israel¨ª llama terrorismo con un terrorismo de Estado. Israel tiene que hacerse a la idea de que mientras no var¨ªe su pol¨ªtica de intransigencia a ultranza la lucha de la resistencia palestina proseguir¨¢ por los mismos cauces. Y de nada vale denominarla ?terrorismo? cuando un Estado act¨²a en las relaciones internacionales como lo hace el de Israel. Los israel¨ªes recuerdan muy bien que 1972 fue un ano en que las actividades terroristas proliferaron especialmente. En mayo tuvo lugar la matanza del aeropuerto de Tel Aviv: veintiocho muertos a cargo de un ?comando suicida? japon¨¦s. Y en los Juegos Ol¨ªmpicos de Munich, otras diecisiete v¨ªctimas. Como consecuencia de tal oleada de terror, determinados Estados occidentales iniciaron una campa?a en Naciones Unidas para lograr la condena internacional de los actos terroristas. El 8 de septiembre de 1973, el secretario general, Waldheim, solicitaba la inclusi¨®n del tema terrorismo en la agenda de la Asamblea General.
Sin embargo, los debates producidos en la ONU desde esa fecha no revelan un apoyo masivo de la comunidad internacional al concepto de terrorismo propuesto por EE UU y algunos de sus aliados. Tal como fue originariamente presentado por Waldheim, el asunto terrorismo deber¨ªa haber sido considerado bajo el t¨ªtulo Medidas para prevenir el terrorismo y otras formas de violencia que pongan en peligro u ocasionen la muerte de seres inocentes o amenacen las libertades fundamentales. Pero, a propuesta del embajador Barrody, de Arabia Saud¨ª (no precisamente un militante marxista-leninista), la Asamblea General enmend¨® este t¨ªtulo e incluy¨® esta significativa frase en el proyecto de resoluci¨®n a discutir: Medidas para prevenir... (etc¨¦tera)... y el estudio de las causas subyacentes de todas aquellas formas de terrorismo y actos de violencia que se deriven de la miseria, frustraci¨®n, agravio y desesperaci¨®n que llevan a algunas personas a sacrificar vidas humanas, incluidas las suyas propias, en un intento de conseguir un cambio radical.
Durante el debate para la inscripci¨®n de este nuevo t¨ªtulo en la agenda de la Asamblea, y luego en los habidos en la VI Comisi¨®n (jur¨ªdica) y en la propia sesi¨®n plenaria, EE UU y una minor¨ªa de Estados insistieron infructuosamente en que los actos terroristas eran separables de su motivaci¨®n pol¨ªtica o social y que, por tanto, pod¨ªan ser tratados como delitos comunes. No obstante, la XXVII Asamblea de la ONU adopt¨® por abrumadora mayor¨ªa la tesis opuesta y design¨® un comit¨¦ ad hoc para estudiar el terrorismo y sus causas.
Es elemental que en el conflicto de Oriente Pr¨®ximo una y otra parte deben abandonar la lucha armada -ll¨¢mesela a ¨¦sta como se quiera- e iniciar el camino de la negociaci¨®n pol¨ªtica. Pero el primer gesto ha de ser efectuado por la parte m¨¢s fuerte militarmente, esto es, Israel.
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