?Prioridades en ciencia y tecnolog¨ªa?
Es urgente un debate p¨²blico sobre nuestra ciencia y tecnolog¨ªa.En lugar de transferirnos responsabilidades debemos poner sobre el tapete lo que sepamos y ofrecer soluciones. Ya el tema de si se deben establecer prioridades en ciencia y tecnolog¨ªa se ofrece como pol¨¦mico. Por parte de nuestra comunidad cient¨ªfica, al igual que la de otros pa¨ªses, se ve con profundo recelo el establecimiento de prioridades. Hay quienes temen no poder incluir su actividad entre las declaradas prioritarias y quedarse a pan y agua. Otros opinan que son impredecibles las consecuencias de algunas investigaciones b¨¢sicas actuales y, en consecuencia, temen el posible empobrecimiento futuro que comportar¨ªa su aborto.
El proyecto Hindsight, encargado por el Pent¨¢gono despu¨¦s de analizar 835 innovaciones relevantes en el sector de la defensa, demostr¨® que s¨®lo el 5% de las mismas arrancaba de resultados de la investigaci¨®n b¨¢sica. En el sector civil, analizando 567 empresas punteras, encontr¨® que ese porcentaje se reduc¨ªa al 3%. Ciertamente, estos resultados conmocionaron a la comunidad cient¨ªfica. No resultaba gratificante aceptar la escasa incidencia de los esfuerzos investigadores y se realizaron varios estudios para profundizar en el tema. Entre ellos est¨¢ el Traces de la National Science Fonndation, recogido en el informe Battelle, sobre ciencia, tecnolog¨ªa e innovaci¨®n, que mostr¨® que, si se consideraban no s¨®lo las etapas iniciales de la innovaci¨®n sino todo el proceso y sus relaciones laterales, la investigaci¨®n b¨¢sica ten¨ªa una incidencia mucho mayor que la postulada por el proyecto Hindsight.
Rentabilidad
No obstante, en lo que se refiere a la rentabilidad de la investigaci¨®n, la sombra de la duda se cierne sobre el ciudadano de a pie, y a¨²n mucho m¨¢s sobre los responsables de la preparaci¨®n de los presupuestos. Estos quieren, y as¨ª lo piden, medidas de rentabilidad a priori. No aceptan que la medida de la I+D (Investigaci¨®n y Desarrollo) de un pa¨ªs, venga dada por las aportaciones al sistema. Estas aportaciones o input son dos, el n¨²mero de cient¨ªficos y t¨¦cnicos ocupados en I+D y los presupuestos aplicados a esta actividad. Para los planificadores de nuestra econom¨ªa, ¨¦stos son medios y prefieren medir por resultados o out-put.
Nosotros, como Manfredo Macioti, de la comisi¨®n de las comunidades europeas, creemos que la medida de I +D, por sus resultados, adolece de graves defectos. Los output o resultados generalmente admitidos de la I + D son dos: el n¨²mero de publicaciones cient¨ªficas en revistas de circulaci¨®n mundial y el n¨²mero de patentes registradas. S¨®lo falta ponerse de acuerdo en las revistas a considerar y en el peso que se debe atribuir a las patentes, pues no resulta igual de sencillo patentar en todos los pa¨ªses. En cualquier caso, nos parece arriesgado, al menos, establecer a priori correlaciones entre los presupuestos solicitados y el n¨²mero de publicaciones y patentes que pueden esperarse.
Y no es que falten ejemplos de rentabilidad elevada. Hace poco se expon¨ªan en el Club de Prensa de Madrid productos desarrollados en el campo de la electr¨®nica por empresas espa?olas, que han supuesto exportaciones por valor de m¨¢s de 8.000 millones de pesetas, y que fueron desarrollados gracias a una peque?a ayuda estatal de quinientos millones de pesetas, que fue, o est¨¢ siendo, reembolsada.
Con todo, nos preguntamos: ?debe la ciencia ser dirigida? El modelo sueco actual, seg¨²n Elzinga, de la Universidad de Gothemburg, transforma esta pregunta, diciendo, ?C¨®mo se debe conducir la ciencia? Aun reconociendo los inconvenientes de sectorizar la ciencia estableciendo prioridades, el modelo se impone. Es cierto que la sectorizaci¨®n ha de comportar empobrecimiento de la investigaci¨®n b¨¢sica, burocratizaci¨®n y politizaci¨®n de la ciencia y cierta p¨¦rdida de libertad; pero es claro tambi¨¦n que la concentraci¨®n de esfuerzos en pa¨ªses de dimensiones medias o peque?as que aspiran a no permanecer aislados, es la ¨²nica v¨ªa que puede permitirles competir ventajosamente en los sectores elegidos, potenciando las ¨¢reas de inter¨¦s estrat¨¦gico para las industrias orientadas a la exportaci¨®n y estimulando la explotaci¨®n de sus recursos naturales, sobre todo los renovables.
Sectores prioritarios
El establecimiento de sectores prioritarios no conlleva necesariamente prescindir de la investigaci¨®n b¨¢sica, sino conectar ¨¦sta con aqu¨¦llos. Admitiendo la conveniencia de concentrar esfuerzos en sectores prioritarios, se plantea el problema de c¨®mo hacerlo. En nuestra opini¨®n, hay que distinguir dos fases. Una, el establecimiento de prioridades, y la otra, la evaluaci¨®n de proyectos. Esta segunda fase s¨®lo ofrece dificultades t¨¦cnicas, es decir, superables. Existen sistemas suficientemente conocidos y fiables para tipificar y evaluar proyectos. Es en la primera fase donde pueden surgir los problemas.
La elecci¨®n de prioridades debe considerar, al menos, lo siguiente: 1. Recursos disponibles. No parece l¨®gico establecer de forma inmediata prioridades en sectores donde no tenemos en n¨²mero suficiente cient¨ªficos preparados. 2. Incidencia en el empleo. Las tecnolog¨ªas que generen paro deber¨¢n ser desconsideradas en las circunstancias actuales. 3. Incidencia en la balanza de pagos. Parece oportuno favorecer los sectores con posibilidades exportadoras. 4. Prestigio cient¨ªfico. Aquellos grupos y sectores que hayan adquirido renombre Internacional deben ser protegidos al margen de su inmediata rentabilidad.
Con estas premisas y la participaci¨®n de los sectores p¨²blicos y privados directamente afectados, deberemos elaborar en plazo breve una peque?a relaci¨®n de prioridades para que sea discutida, establecida y difundida.
La reciente convocatoria de proyectos de la comisi¨®n asesora muestra que el mantenimiento de la actividad investigadora indiferenciada (es decir, sin prioridades) en el sector p¨²blico no requiere la aplicaci¨®n de cifras mucho mayores de las que se han previsto. La aplicaci¨®n del plan trienal de investigaci¨®n supondr¨¢ una aplicaci¨®n de recursos mucho mayores y, por consiguiente, un cambio de ¨®ptica. No se trata de ampliar el sistema actual, sino de incidir decididamente en el sistema productivo y mejorar selectivamente nuestra competitividad.
La doctrina de la OCDE parece correcta en nuestra situaci¨®n. La distribuci¨®n de fondos para la investigaci¨®n b¨¢sica deber¨¢ hacerse evaluando el m¨¦rito cient¨ªfico, mientras que para la investigaci¨®n aplicada se deber¨¢ tener en cuenta la relevancia social definida por las prioridades establecidas. No podemos olvidarnos que algunos de los pa¨ªses clasificados como menos desarrollados ya est¨¢n exportando tecnolog¨ªa. Este es el caso de Brasil, Argentina, M¨¦xico, Taiwan y Hong-Kong, mientras que nosotros, en el a?o 1978, pagamos cuatrocientos millones de d¨®lares y s¨®lo ingresamos 74 millones en concepto de transferencias tecnol¨®gicas.
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