Mil millones de seres inician un nueva "larga marcha"
?Lo importante de un gato no es que sea blanco o negro, sino que cace ratones?. Esta frase, atribuida a Deng Xiaoping, 76 a?os, el verdadero ?hombre fuerte? de China, refleja el pragmatismo, que se ha convertido en el principio rector del gobierno del pa¨ªs. El dogmatismo ha dejado paso a la desideologizaci¨®n: las frases de Mao, en gruesos caracteres blancos sobre fondo rojo, est¨¢n siendo sustituidas en las ciudades por las vallas publicitarias de los Toyota japoneses, el cowboy americano de Marlboro o incluso la tarjeta de cr¨¦dito del Diner's. Todo esto ante la indiferencia de la poblaci¨®n, que s¨®lo parece deseosa de mejorar su nivel de vida y olvidar el revolucionarismo de los ¨²ltimos a?os, que tan caro les cost¨®
Desde la entrada en China, por un puente ferroviario de hierro, sobre un peque?o r¨ªo a sesenta kil¨®metros al norte de Hong Kong, la sensaci¨®n que recibe el viajero occidental es la de normalidad. Por primera vez en muchos a?os, los chinos aparecen distendidos. La actitud de los j¨®venes soldados del Ej¨¦rcito Popular, en su gran mayor¨ªa sin armas, es relajada. Aceptan sonrientes la avalancha fotogr¨¢fica de las giras tur¨ªsticas (?pase un d¨ªa en China por cien d¨®lares?) y posan, sin ning¨²n g¨¦nero de marcialidad, ante el primer cartel que marca la l¨ªnea de separaci¨®n entre la colonia brit¨¢nica y el enorme pa¨ªs: ?Larga vida a la Rep¨²blica Popular?.Los tr¨¢mites aduaneros, que se efect¨²an despu¨¦s de cruzar a pie la frontera ferroviaria (el tren de Hong Kong se detiene en la estaci¨®n de Lo Wu, a quinientos metros de la l¨ªnea de separaci¨®n), son bastante menos engorrosos que los de los pa¨ªses del Este. La impresi¨®n de agobio burocr¨¢tico es menor, aunque hay que decir que el extranjero ya nunca estar¨¢ solo durante su viaje. La presencia de los int¨¦rpretes chinos a lo largo del recorrido por el interior del pa¨ªs es constante. El viajero sigue caminos paralelos a los de la poblaci¨®n, con la que, salvo excepciones bien preparadas, nunca se mezcla. Se ve obligado a cambiar una moneda especial que ¨²nicamente te permite comprar en tiendas para extranjeros. Por otra parte, el idioma es una barrera infranqueable.
La imposibilidad f¨ªsica de confundirse con los chinos (nuestro tama?o, grandes narices, color de los ojos). es tambi¨¦n un factor separador, s¨®lo superado por una mentalidad y una forma de pensar, y hasta de expresarse, completamente opuestas, producto de dos culturas y civilizaciones tan asim¨¦tricas. Es necesario partir de este supuesto para entender las dificultades en el proceso de comprensi¨®n de la realidad china. La sola presencia de un occidental en una calle de cualquier pueblo o ciudad chinos provoca inmediatamente un corro de curiosos que observan al pez raro, pero nunca le piden tabaco o chicle. y menos dinero, como ocurre en Mosc¨² o en cualquier otro pa¨ªs del Tercer Mundo.
Las constantes
El hormigueo del tr¨¢fico en bicicleta (setenta millones, todas de color negro y s¨®lo diferenciadas por los distintos sonidos de sus timbres); el transporte an¨¢rquico y, a menudo, de tracci¨®n humana, a cargo de carros, carretas y tractores de todo tipo y, sobre todo, la densidad humana uniformada en algod¨®n blanco, las camisas, y azul o gris, los pantalones, son las primeras y m¨¢s poderosas sensaciones para un observador.
Junto a estas constantes, la pr¨¢ctica ausencia de autom¨®viles resalta m¨¢s la presencia f¨ªsica de las masas en la calle, sobre todo, en los meses c¨¢lidos, cuando la deficiente calidad de la mayor¨ªa de las viviendas empuja a sus moradores a las aceras y calzadas en las ciudades; dos leitmotiv pol¨ªticos se rep¨ªten en cualquier conversaci¨®n con el pueblo y los responsables chinos: la revoluci¨®n cultural y la llamada banda de los cuatro. Estos dos temas marcan el antes y el despu¨¦s, y de su interpretaci¨®n -ingenua y maniquea en muchos puntos- arranca la nueva pol¨ªtica china.
?La pesadilla de la revoluci¨®n cultural ha concluido?. Esta frase redonda se puede escuchar por todo el pa¨ªs. Desde el estudiante al dirigente local, pasando por el campesino, todos se sienten m¨¢s seguros despu¨¦s de hacer esta constataci¨®n. El ¨²nico problema que resta es escribir la verdadera historia de los diez a?os (1966-1976) nacidos de las consignas de Mao, que lanz¨® a las masas a la lucha contra el ?revisionismo? y el aburguesamiento de la revoluci¨®n.
Sin contar con el permiso y la instigaci¨®n del propio Mao, es imposible explicar c¨®mo se pudo dar la vuelta a un pa¨ªs, paralizar su econom¨ªa, trastrocar todos sus valores, anular la inteligencia y, en suma, colocar a China al borde del caos. Nunca en la historia contempor¨¢nea una naci¨®n sufri¨® un revolc¨®n tan profundo: matrimonios separados por la fuerza; toda una juventud condenada a trabajos forzados en el campo; anulaci¨®n por decreto del estudio y la investigaci¨®n. Todo esto bajo el imperio de un lema: ?No vale nada lo que seas, conozcas o trabajes; s¨®lo se valora la conciencia revolucionaria?. Todo se llev¨® a los extremos, hasta el punto que refleja esta an¨¦cdota: se hizo que los trenes no tuvieran horarios fijos, porque era m¨¢s revolucionario.
La explicaci¨®n de algo tan complejo est¨¢ todav¨ªa por hacer. La revoluci¨®n cultural fue una lucha de l¨ªneas y fracciones en el seno del PCCh, tambi¨¦n fue una batalla encarnizada lanzada por Mao para recuperar el poder, pero fue algo m¨¢s. La imposibilidad de culpar a Mao y a la gran mayor¨ªa del PCCh de lo sucedido -casi todo el pa¨ªs apoy¨® la revoluci¨®n cultural en sus primeras fases- hace que a¨²n hoy se ofrezca al extranjero una visi¨®n de ?buenos? y ?malos?.
Es una experiencia ideol¨®gica ¨²nica el escuchar a muy maduros y serios responsables chinos el relato de c¨®mo Lin Biao y la banda de los cuatro, aprovechando algunos errores cometidos en el partido, lanzaron unas consignas ultraizquierdistas que provocaron el choque violento de las masas ?enga?adas?. La banda, aprovechando el caos, trat¨® de conquistar el poder en el partido y en el Estado. S¨®lo Zhou Enlai -el ¨²nico personaje oficialmente libre de culpa en esta historia, y, sin duda, la personalidad m¨¢s querida por los chinos- se dio cuenta de lo que suced¨ªa, y el pueblo no despert¨® hasta despu¨¦s de su muerte. Vino entonces, el 5 de abril de 1976, el incidente de Dienanmen, cuando los cuatro reprimieron al pueblo, que quer¨ªa honrar a Zhou. Hubo que esperar hasta octubre de ese a?o para que cayera la banda de los cuatro. ?Ese d¨ªa?, nos explica un miembro del partido, ?se quema
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ron fuegos artificiales y se agot¨® el alcohol?.Mientras tanto, Mao, sigue el relato oficial, muy enfermo y aislado en su palacio, hab¨ªa sido enga?ado y era prisionero de la banda de los cuatro, que lo convirti¨® en un dios. El presidente cometi¨® algunos errores que, por su influencia en el pueblo, tuvieron gran trascendencia -no en vano era ¨¦l el responsable m¨¢ximo del partido-. Los excesos y ?calamidades? de esta ¨¦poca ser¨¢n enjuiciados en un documento sobre el papel hist¨®rico de Mao durante la revoluci¨®n cultural, que preparar¨¢ el pr¨®ximo congreso del partido.
Buscar la verdad en los hechos
?No creo que podamos llegar a decir que Mao fue el principal culpable de la revoluci¨®n cultural. Esta no es la creencia de la mayor¨ªa del pueblo chino. Reconocemos que era una persona no un dios, y, por eso, pudo cometer errores?. Esta es, hoy, la tesis oficial mientras se prepara el congreso m¨¢s importante de la historia del PCCh, que har¨¢ una s¨ªntesis de todas las contradicciones, aplicando el principio de ?buscar la verdad en los hechos?, la m¨¢xima m¨¢s reiterada por los actuales dirigentes.
Est¨¢ claro que no se va a producir el enterramiento definitivo de Mao. Ning¨²n pa¨ªs, y menos uno socialista, entierra a su ?padre?. A China, borrado Mao, no le queda un Lenin o un Marx, que siempre tuvo la URSS cuando Jruschov decidi¨® acabar con Stalin. Sin embargo, su papel va a ser dr¨¢sticamente disminuido y ya se dice abiertamente en Pek¨ªn que pr¨¢cticamente el Gran Timonel s¨®lo acert¨® en el per¨ªodo que va de 1949 (la liberaci¨®n) hasta 1958. Todo el resto, el gran salto hacia delante las ?cien flores?, la revoluci¨®n cultural, fueron un rosario de fracasos.
Est¨¢ en marcha una inteligente pol¨ªtica gradual de ?humanizaci¨®n? de Mao, reflejada en el lento pero inexorable descolgar de sus grandes retratos. En la grandiosa plaza de Dienanmen, en Pek¨ªn, guardando las distancias, una plaza de Oriente donde realmente caben 1.500.000 seres, s¨®lo queda uno, en la muralla de entrada de la ?ciudad prohibida?. Los estudiantes de la capital intentaron este verano volar con dinamita una estatua de Mao, sin que pasara nada, e incluso se comenta que Deng Xiaoping quiere derribar el gran mausoleo donde reposa el presidente. Ocult¨¢ndolo en unas directrices gen¨¦ricas contra el culto a la personalidad, el comit¨¦ central decret¨®, en agosto, la ca¨ªda de las efigies del fundador de la moderna China. Sin embargo, en casi todas las casas que he podido visitar, junto al retrato de Hua, est¨¢ todav¨ªa el de Mao.
Como nuestra guerra civil, la revoluci¨®n cultural afect¨® a todo el pa¨ªs y a todos sus dirigentes. Deng fue purgado en dos ocasiones, una de ellas por Hua Guofeng, el actual presidente. El secretario general del partido comunista, Hu Yaobang, limpi¨® establos durante la d¨¦cada revolucionaria. Dieciocho millones de nuevos miembros, la mitad de los efectivos actuales del partido (36 millones) ingresaron en el Partido Comunista chino a lo largo de la revoluci¨®n cultural. Cientos de miles de carn¨¦s est¨¢n siendo revisados. La depuraci¨®n no ha terminado. Su grado de violencia es dif¨ªcil de medir; ?algunos se autocriticaron y han vuelto al partido?, pero todav¨ªa se reconoce que hay resistencia a la nueva l¨ªnea pobtica entre algunos cuadros de provincias.
El Ej¨¦rcito tambi¨¦n fue utilizado por Lin Biao y los cuatro, y result¨® contaminado. Despu¨¦s de la revoluci¨®n cultural hicimos ?una limpleza? -se admite hoy-, y est¨¢ ya ?bastante purificado?. Deng, que fue jefe de la comisi¨®n militar, verdadero estado mayor, y ahora ha colocado a un fiel en ese puesto, ha procedido durante este invierno a un importante reajuste en los mandos clave de regiones militares.
Miedo y deseo de orden
Todo lo anterior explica dos actitudes con gran vigencia actualmente: el miedo todav¨ªa existente a tomar posiciones ante la nueva l¨ªnea y el deseo general de orden y seguridad. Con la mayor naturalidad, en provincias se oye a¨²n decir a los cuadros preguntados por los cambios, ?algo de eso se habla en Pek¨ªn?. En su corta historia socialista, el pa¨ªs ha sufrido muchas convulsiones y cambios de rumbo, y el ciudadano a¨²n desconf¨ªa y adopta la actitud de ?esperar y ver?. Nadie desea ser sorprendido a medio camino en el apoyo a tal o cual tendencia, que luego podr¨ªa ser fulminada.
Por ello, las actitudes de los responsables son muy prudentes, evitan el compromiso y el debate, ideol¨®gico. A lo largo de las conversaciones mantenidas con expertos de distintos sectores se destac¨® ¨²nicamente el lado pr¨¢ctico de la nueva pol¨ªtica: cifras de producci¨®n, crecimiento, los aspectos concretos de los problemas. ?Tienen ustedes que comprenderlo; somos un pa¨ªs muy pobre y atrasado, perdimos completamente diez a?os con la revoluci¨®n cultural, y ahora nos interesa, sobre todo, recuperar el tiempo perdido.
El perpetuo sobresalto vivido por el pa¨ªs entre 1966 y 1977 explica tambi¨¦n el deseo de orden y seguridad detectable entre la poblaci¨®n. El valor m¨¢s apreciado pasa a ser la certeza de una l¨ªnea sin altibajos, que lo que hoy es aceptable siga si¨¦ndolo dentro de unos a?os. Se abandona poco a poco la fraseolog¨ªa de ?contrarrevolucionarios?, ?burgueses?, ?revisionistas? o ?par¨¢sitos?; las reuniones de debate ideol¨®gico en empresas y comunas son ya menos frecuentes, y el debate sobre la producci¨®n y los incentivos ocupa m¨¢s tiempo que la discusi¨® n sobre los dogmas; las ¨®peras va no tienen como tema ¨²nico los motivos revolucionarios; el libro rojo de Mao ya no es la Biblia y el arma de 970 millones de chinos; ?se mantiene vigente el pensamiento de Mao en su conjunto, pero no las frases aisladas?.
Esta aspiraci¨®n natural al orden se refleja en los esfuerzos de los dirigentes por retornar al imperio de la ley, eliminando la incertidumbre anterior. Se busca la seguridad jur¨ªdica, se est¨¢n elaborando los nuevos c¨®digos y el r¨¦gimen desea emprender un proceso de constitucionalizaci¨®n.
La pol¨ªtica de modernizaci¨®n y recuperaci¨®n econ¨®mica se sirve tambi¨¦n de este deseo de segur?dad, visible sobre todo entre losj¨®venes, que no hicieron la larga marcha ni la guerra de liberaci¨®n y que s¨ª, en cambio, sufrieron en sus carnes el proceso de di¨¢spora y cierre de las escuelas de la revoluci¨®n cultural. Algunos observadores se?alan un cierto esp¨ªritu de pasotismo entre los j¨®venes, cuya despolitizaci¨®n -excepto los escasos miembros del partido- es creciente. Estudiar ingl¨¦s es una de las aspiraciones m¨¢s importantes. Fin las noches de Dienanmen, un extranjero no puede dar m¨¢s de diez pasos sin que un estudiante de ingl¨¦s le aborde, simplemente para ?practicar?. Trabajar de int¨¦rprete o en el comercio exterior son dos salidas de moda entre la juventud.
Pol¨ªtica, a segundo plano
Esta realidad es tambi¨¦n un buen soporte para la nueva lectura del comunismo que realizan los chinos. El socialismo ya no es un sistema de vivir austeramente, de acuerdo con unos r¨ªgidos principios ideol¨®gicos. La pobreza no es socialista. Comunismo es elevar el nivel de vida de las masas, y la pol¨ªtica pasa a un segundo plano. Simplemente, se trata de producir m¨¢s para vivir mejor.
Estos nuevos principios -es mucho m¨¢s importante hoy en China ser un buen productor que un buen revolucionario- exigen tambi¨¦n un cambio en las estructuras pol¨ªticas. As¨ª lo ha entendido Deng Xiaoping. La primera misi¨®n es rejuvenecer los cuadros; todav¨ªa China est¨¢ en manos de una gerontocracia, pero comienzan a aparecer al frente del partido, del Ej¨¦rcito y de la Administraci¨®n provincial y, en los pr¨®ximos d¨ªas, del Gobierno l¨ªderes que oscilan entre los 55 y 65 a?os. Al mismo tiempo se asiste a un lento, pero constante, proceso de sustituci¨®n de los dirigentes que ofrecen resistencias al proceso de modernizaci¨®n.
Un segundo objetivo pol¨ªtico es la separaci¨®n de funciones entre el Gobierno y el partido. Los primeros secretarios del Partido Comunista chino en los municipios, provicias y regiones aut¨®nomas ya no van a ser los alcaldes, gobernadores o presidentes de los congre.sos locales. En el Gobierno ha sonado la hora de los tecn¨®cratas, de los buenos administradores, que no tienen por qu¨¦ aplicar consignas ideol¨®gicas a su trabajo. Uno de los problemas con los que se enfrenta el pa¨ªs es la escasez de gente preparada en la gesti¨®n econ¨®mica o en la investigaci¨®n cient¨ªfica. El solo hecho de poseer unos conocimientos intelectuales ha sido hasta hace poco un bald¨®n. Ahora se presta mucha mayor atenci¨®n a los t¨¦cnicos y se permite a los intelectuales realizar su labor e investigar al margen de la batalla ideol¨®gica.
A pesar de ello, s¨®lo un mill¨®n de chinos, de los 211 millones de estudiantes del pa¨ªs (150 millones en la primaria sesenta en la secundarla) acceden a la universidad cada a?o. Todav¨ªa es muy peque?o el n¨²mero (inferior al que env¨ªa, por ejemplo, Hong Kong) de chinos que salen a formarse en el extranjero. Aunque con cuentagotas, ya se autoriza a cient¨ªficos y t¨¦cnicos a ampliar estudios en el exterior. Pero para la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n, incluso la cultivada intelectualmente, la posibilidad de lograr un pasaporte es todav¨ªa un objetivo inalcalzable.
Direcci¨®n colectiva
Los nuevos dirigentes insisten en la necesidad de que China sea gobernada por una direcci¨®n colectiva. Concluido el culto a la personalidad, el pa¨ªs ya no tendr¨¢ m¨¢s emperadores, por muy socialistas que ¨¦stos sean. Mao era, a la vez, depositario de la verdad doctrinal y del poder, pero nadie, ni Deng ni Hua, re¨²nen ya estas dos legitimidades. La sacralizaci¨®n deja paso a la gesti¨®n pol¨ªtica, y todo cambio en la direcci¨®n, como el que est¨¢ a punto de producirse con la salida de Hua como primer ministro, la ascensi¨®n a este puesto de Zhao Zhiyang, la retirada de Deng y la ca¨ªda de cinco viceprimeros ministros, debe comenzar a entenderse como un proceso normal de sustituci¨®n de personas que ya no tienen el patrimonio del poder. Aunque este primer reajuste tenga todav¨ªa una importancia especial, en lo sucesivo los cambios no presentar¨¢n un car¨¢cter extraordinario.
Los chinos no comprenden demasiado bien la pol¨ªtica europea y est¨¢n convencidos de que nosotros tampoco entendemos la suya. El intento de reducir la actual situaci¨®n a una lucha por el poder entre un equipo de tecn¨®cratas, encabezados por Deng, decididos a pasar por encima de todos los principios marxistas con tal de modernizar China, y los hombres de Hua, el viejo aparato, m¨¢s preocupado por mantener la ideolog¨ªa y el igualitarismo, es simplificador y est¨¢ condenado al fracaso. ?Su informaci¨®n es incorrecta, est¨¢n ustedes equivocados?, suele ser la respuesta un¨¢nime cuando el visitante expone su opini¨®n sobre la pol¨ªtica china.
La tesis oficial es que con la derrota de Lin Biao y, la banda de los cuatro, que espera a las afueras de Pek¨ªn un juicio que no ser¨¢ p¨²blico, que posiblemente no acabar¨¢ con penas capitales y que debe celebrarse en los pr¨®ximos meses, de acuerdo con la nueva legislaci¨®n
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penal, ya se puede proceder, partiendo de la unidad popular, a la realizaci¨®n socialista y, de las cuatro modernizaciones (agricultura, industria, tecnolog¨ªa y fuerzas armadas).Es notable la seguridad que demuestran los chinos en la certeza de su camino y en sus propias fuerzas. ?Iremos adelante en esta pol¨ªtica, y si estalla una guerra mundial, cuando esta concluya, continuaremos la modernizaci¨®n?, afirm¨® un cuadro del partido en Pek¨ªn, al explicarme la nueva pol¨ªtica. No es un problema de tiempo, como nunca lo ha sido en la historia del imperio del centro, y los dirigentes esperan avanzar en el camino trazado durante los pr¨®ximos veinte a?os. ?Si cometemos errores, los corregiremos sobre la marcha?.
Para los chinos con los que tuve ocasi¨®n de entrevistarme, Hua y Deng tienen el mismo criterio de realizar las cuatro modernizaciones y aplicar esta l¨ªnea pol¨ªtica e ideol¨®gica. Tras insistir mucho, se reconoce que en ciertos problemas concretos, nunca ?fundamentales?, existen diferencias de criterio entre los dos pol¨ªticos, el tema de los Incentivos materiales es, al parecer, uno de ellos. Esta interpretaci¨®n ?respetuosa? olvida que Hua expuls¨® del partido, hace unos a?os, a Deng, aunque posteriormente le ayud¨® a volver al poder. El enfrentamiento no es tanto entre los dos hombres como entre dos formas de gobernar. El acuerdo sobre la necesidad de sacar a China del atraso en el que a¨²n vive la inmensa mayor¨ªa de su pueblo no puede esconder la diferencia existente entre un procedimiento u otro para lograr ese despegue, la b¨²squeda de unas u otras alianzas e incluso la velocidad del proceso. Est¨¢ en juego tambi¨¦n la capitalizaci¨®n del ¨¦xito o, en su caso, la responsabilidad del fracaso de la audaz l¨ªnea modernizadora.
Hua representa la continuidad con el pasado m¨¢s reciente, no hay que olvidar que es el ?ungido? de Mao.
Equilibrio
El actual presidente del partido representa esta l¨ªnea de equilibrio. Su fuerza reside en un sector todav¨ªa cuantitativamente importante del aparato no renovado y en la vieja guardia, cuya presencia a nivel del poder central en Pek¨ªn es considerable. Su prestigio a nivel del pa¨ªs, no de las minor¨ªas urbanas, muy reducidas en una naci¨®n agr¨ªcola como China, es a¨²n grande y representa para bastantes la seguridad de que la pol¨ªtica de progreso econ¨®mico no acabar¨¢ traicionando los principios marxistas leninistas e incurriendo en una derechizaci¨®n.
Parece evidente que Deng Xiaoping, que tiene en su contra la edad, 76 a?os, frente a los 59 de Hua, est¨¢ jugando muy fuerte y contra el reloj. Tiene que dejarlo todo preparado y trata de controlar el partido a trav¨¦s de su delf¨ªn, Hu Yaobang, que est¨¢ al frente de su secretariado. Se presta a Deng la secreta intenci¨®n de forzar en el futuro la desaparici¨®n del puesto de presidente del partido, por entender que el mismo es innecesario. Pero hoy por hoy la presidencia sigue siendo clave, sobre todo mientras siga en poder de Hua. En China, como en otros pa¨ªses socialistas, a pesar de que la direcci¨®n del Gobierno tenga importancia lo relevante pol¨ªticamente es estar en la direcci¨®n del partido comunista.
Hay que advertir al lector de que la impenetrabilidad de la pol¨ªtica china es tan grande como la de la sovi¨¦tica. El pa¨ªs s¨®lo recibe la informaci¨®n monol¨ªtica y de sentido ¨²nico que ofrece el Diario del Pueblo, aut¨¦ntica Biblia para los chinos que, con sus seis millones de ejemplares diarios impresos en veinte ciudades, marca el rumbo pol¨ªtico a seguir. Por su parte, el extranjero vive de la informaci¨®n de las embajadas occidentales de Pek¨ªn, especialmente de la de Estados Unidos y la japonesa. Un peque?o grupo de personas tiene las claves del poder y el acceso a esta elite est¨¢ vedado al occidental. La gran masa de la poblaci¨®n se limita a escuchar y seguir las consignas.
Con estas limitaciones se puede afirmar que Deng es el hombre de la modernizaci¨®n, de la gesti¨®n eficaz, de la apertura a Estados Unidos. Desde una ¨®ptica europea podr¨ªa ser caricaturizado como un ?derechista?. Aunque se le califica a veces de ?liberal?, es un pol¨ªtico que ha sabido ser autoritario. Jug¨® a la apertura cuando le interes¨® para apoyar su pol¨ªtica, permitiendo un cierto grado de ?primavera? con los dazibaos, cr¨ªticos del ? muro de la democracia?, pero inmediatamente cerr¨® la espita. Su l¨ªnea pol¨ªtica, como ninguna en China, no puede realizarse con una democracia al estilo occidental; en el fondo Deng s¨®lo propugna una mayor descentralizaci¨®n administrativa, mayor autonom¨ªa para las empresas y una apertura controlada al cr¨¦dito y a la tecnolog¨ªa occidentales. Es ¨¦l, y no Hua, quien ha asumido el riesgo de la modernizaci¨®n y quien pagar¨ªa los platos rotos de un eventual estancamiento econ¨®mico o un fracaso.
La quinta modernizaci¨®n
La disidencia tiene perfiles muy reducidos y se limita pr¨¢cticamente a peque?os n¨²cleos de intelectuales que se expresan en las grandes ciudades, Pek¨ªn y Shanghai, sobre todo a trav¨¦s de dazibaos y algunas publicaciones cr¨ªticas para el sistema. Su propaganda se dirige a pedir la ?quinta modernizaci¨®n?: la democracia. Se trata de un movimiento esencialmente urbano, nacido de una ?nueva clase? caracterizada por poseer conocimientos t¨¦cnicos e intelectuales que la diferencian de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Pero su influencia en un pa¨ªs en el que el 80% de la poblaci¨®n vive en el campo es realmente m¨ªnima.
El famoso muro de la democracia tuvo m¨¢s importancia en Occidente que en China. Restringido a un sector de pequineses, s¨®lo signific¨® realmente un experimento del poder para justificar una libertad de expresi¨®n inexistente. Sin embargo, sus consecuencias -ahora ha sido trasladado a las afueras de Pek¨ªn- son juzgadas muy negativamente, y la Asamblea Nacional Popular abolir¨¢ formalmente estos d¨ªas el derecho al dazibao, modificando el art¨ªculo 45 de la Constituci¨®n, que reconoce el derecho a la libertad de expresi¨®n. Su utilizaci¨®n -explic¨® un miembro del partido comunista- ha sido abusiva y s¨®lo ha supuesto un instrumento para calumniar a terceros y a las instituciones sin que sus autores dieran la cara. ?El pueblo quiere que acaben estas pr¨¢cticas?. afirm¨® recientemente Hua Guofeng.
En su v¨ªa socialista, China, a diferencia de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, da la impresi¨®n de querer buscar nuevos cauces de participaci¨®n. La tensi¨®n entre una mayor democracia -nunca entendida al modo parlamentario occidental- y la recuperaci¨®n de todo el poder por el aparato para ejercerlo de una forma centralista, burocr¨¢tica y totalitaria, es, una de las constantes, y seguir¨¢ si¨¦ndolo durante muchos a?os, de la pol¨ªtica de un pa¨ªs con mil millones de poblaci¨®n.
La elecci¨®n directa de representantes a nivel de distrito ya ha comenzado y debe continuar a lo largo de este a?o. Seg¨²n cifras oficiales, el 80% de la poblaci¨®n tendr¨¢ oportunidad de expresarse eligiendo sus representantes. Tambi¨¦n se han cursado directrices para que se lleven a cabo elecciones directas en las comunas, pero, en muchos casos, el burocratismo y las resistencias en los aparatos locales hacen todav¨ªa que esto sea ¨²nicamente un buen deseo.
El pragmatismo, igual que en el terreno econ¨®mico, caracteriza la v¨ªa pol¨ªtica, Se reconoce abiertamente que no existe un modelo objetivo para construir el socialismo en China y se detecta un gran inter¨¦s por conocer otros sistemas de gesti¨®n y participaci¨®n. En este aspecto, la v¨ªa yugoslava es objeto de especial atenci¨®n por los responsables del partido.
Con los datos disponibles se puede afirmar que China ha iniciado una nueva etapa hist¨®rica, que piensa recorrer con bastante m¨¢s prudencia de lo que se piensa en Occidente -hay un proverbio chino que dice: ?Cruzamos el r¨ªo palpando, uno a uno, los guijarros del fondo?- La tendencia hacia la recuperaci¨®n econ¨®mica, modernizaci¨®n y apertura al exterior parece, hoy por hoy, irreversible, siempre que el equipo dirigente que se est¨¢ forjando pueda mantenerse en el poder conciliando el centralismo con alg¨²n grado de democracia y la disciplina con la libertad.
La nueva l¨ªnea pol¨ªtica todav¨ªa no ha podido sedimentarse y no puede descartarse que, de nuevo la ley del p¨¦ndulo, que ha regido los treinta a?os de la historia revolucionaria de China, provoque otra vez nuevas convulsiones. En definitiva, ser¨¢n el ¨¦xito econ¨®mico, el aumento del nivel de vida y la superaci¨®n de las tensiones sociales que provocar¨¢, sin duda, la modernizaci¨®n en un pa¨ªs agr¨ªcola y retrasado, los factores que decidir¨¢n el ¨¦xito final de la nueva larga marcha.
Durante unos a?os, al menos, la pol¨ªtica y la ideolog¨ªa marxista van a pasara segundo plano. En el viaje que realiz¨® este invierno Deng Xiaoping a Estados Unidos, un periodista norteamericano le pregunt¨®: ??Ser¨¢ China un pa¨ªs comunista en el a?o 2000??. ?No s¨¦; para entonces yo habr¨¦ muerto?, respondi¨® el hombre que ha decidido que el comunismo es, sobre todo, mejorar el nivel de vida de las masas. r
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