Espa?a y la presidencia de la Asamblea General
LA PRESIDENCIA de la Asamblea General de las Naciones Unidas es un puesto que desborda lo meramente honor¨ªfico y tiene, en cada sesi¨®n anual, una gran capacidad de poder. Espa?a podr¨ªa optar a la presidencia este a?o, con grandes posibilidades de obtenerla para su ya veterano embajador en la ONU, Jaime de Pini¨¦s: hab¨ªa presentado su candidatura desde 1978 y ha realizado desde entonces gestiones diplom¨¢ticas para la captaci¨®n de votos y apoyos; pero en el ¨²ltimo momento -la Asamblea inicia sus trabajos el d¨ªa 15, y el primero es la elecci¨®n del presidente- vacila: existe la posibilidad de que retire su candidatura en favor de Alemania Occidental, que tambi¨¦n se presenta. No se ha explicado suficientemente hasta ahora la posici¨®n oficial; o por qu¨¦ ha cambiado en esta aspiraci¨®n, si es que ha cambiado.A la presidencia de la Asamblea General pueden aspirar todos los pa¨ªses de la ONU. La Asamblea es, probablemente, el ¨®rgano m¨¢s puro -dentro del inmenso movimiento de presiones que existen en las v¨ªsperas de cada una de sus sesiones anuales- de las Naciones Unidas. Trata de restablecer el derecho de las mayor¨ªas -un voto igual para cada, pa¨ªs- y las posibles injusticias que el derecho de veto en el Consejo de Seguridad derecho que en la Asamblea no existe- pueda engendrar. En teor¨ªa, todos los pa¨ªses representados pueden presentar su candidato; en la pr¨¢ctica, y precisamente por el peso de la presidencia, se ha llegado a un cierto acuerdo de reparto entre cinco grandes grupos de naciones, que dilucidan sus pretensiones por v¨ªa diplom¨¢tica antes de las elecciones. Este a?o, la presidencia corresponde a Europa occidental, y dentro de este bloque las candidaturas presentadas son las de Espa?a y Alemania del Oeste. El acuerdo t¨¢cito sobre Espa?a se hab¨ªa realizado hace tiempo entre los pa¨ªses europeos. Era una forma de levantar el entredicho de la ¨¦poca franquista y de reconocer la novedad de la democracia.
Pero han sucedido cosas desde entonces. Una de ellas es la diferencia de puntos de vista entre Espa?a y la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos occidentales, principalmente Francia y la RFA, sobre la crisis internacional. Se sabe, porque as¨ª lo ha dicho el presidente del Gobierno y otras personalidades, que Espa?a apoya oficialmente, y con muy pocas reservas -si hay alguna-, la pol¨ªtica de Estados Unidos, mientras el continente europeo expresa sus diferencias. Europa occidental no quiere entrar en una guerra fr¨ªa con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y pretende, adem¨¢s, que el di¨¢logo Norte-Sur se ahonde para resolver algunos problemas econ¨®micos, en lugar de tratar de resolverlos mediante presiones armadas. Inevitablemente, los dos problemas m¨¢s espectaculares de esa crisis van a aparecer en la Asamblea General: el de la URSS y su agresi¨®n o intervenci¨®n en Afganist¨¢n, y la cuesti¨®n de Ir¨¢n y los rehenes, en la que no s¨®lo va a aparecer la demanda de Estados Unidos contra la violaci¨®n del Derecho internacional, sino las reclamaciones de Ir¨¢n por lo que considera la intervenci¨®n de Estados Unidos en su pa¨ªs durante a?os pasados. Es la diferencia entre el punto de vista europeo y el espa?ol lo que hace que Europa occidental no se sienta representada por Espa?a en la presidencia. Una presidencia que, por cuestiones de procedimiento que est¨¢n a su alcance (como, por ejemplo, la decisi¨®n de declarar como de fondo una cuesti¨®n, por lo que se requiere la mayor¨ªa de dos tercios y se puede llegar a que dicha cuesti¨®n sea admitida o no en la agenda), tiene, insistamos, una importancia considerable.
Ser¨ªa, efectivamente, poco agradable para Espa?a que el mismo bloque que justifica su candidatura votase en contra; aun cuando parece que pudiera ser elegida por los votos mayoritarios de otros pa¨ªses. Pero probablemente ser¨ªa peor tener que tomar determinadas decisiones que aclarasen demasiado la posici¨®n espa?ola con respecto a varios problemas. Se juega hasta ahora con una confusi¨®n entre pol¨ªtica y diplomacia. La pol¨ªtica exige definiciones, la diplomacia requiere suavidad para aplicar esas definiciones. En Espa?a no es la diplomacia la que mantiene las posibilidades de interpretaci¨®n, sino la pol¨ªtica. Querer estar a bien con todos es una noble aspiraci¨®n, pero muy dif¨ªcil en un mundo en que las presiones para comprometerse son graves. Por todo esto, parece que la pol¨ªtica espa?ola actual con respecto a la Asamblea de las Naciones Unidas parece inclinarse hacia la retirada de la candidatura, tal vez precedida por el nombramiento de Pini¨¦s como embajador en Mosc¨² y la designaci¨®n de otro como embajador en las Naciones Unidas; alguien que pudiera f¨¢cilmente declinar la presidencia en raz¨®n de su novedad. Hay, efectivamente, que conocer el reglamento y toda la amplia jurisprudencia; pero no s¨®lo eso, sino tambi¨¦n las sutilezas de interpretaci¨®n; no s¨®lo la sala de la Asamblea, sino los recovecos de sus pasillos.
Espa?a ten¨ªa este a?o una doble posibilidad: la de la presidencia de la Asamblea y los privilegios que le va a dar su condici¨®n de anfitri¨®n de la Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n Europea. Es muy posible que pierda la primera y desaproveche la segunda -a juzgar por los movimientos que se est¨¢n realizando hasta ahora-. Todo ello forma parte de la inseguridad de gobierno por la que se atraviesa y por las conocidas circunstancias de indecisi¨®n interna en el ¨¢mbito del poder; que no pod¨ªan venir en peor momento desde un punto de vista internacional.
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