Pepe Luis V¨¢zquez "no estuvo" en la plaza
?Ustedes vieron a Pepe Luis en la plaza de San Mart¨ªn de Valdeiglesias? S¨ª; hab¨ªa por all¨ª un torerito rubio, que se asemejaba en las hechuras y la traza gen¨¦tica al hijo del maestro de San Bernardo, pero algunos afirman que no, que no era Pepe Luiz V¨¢zquez. Porque de Pepe Luis V¨¢zquez dicen que quiere ser torero, y de los de tron¨ªo, y que, adem¨¢s, tiene aptitudes para serlo. Y aquel torerito rubio andaba fr¨ªo, ap¨¢tico, desconfiado y desanimado ante los problemillas de sus novillos. Bien es cierto que su primero gazapeaba y se quedaba en los muletazos, pero el segundo de sus enemigos era manejable, y aunque de m¨¢s trap¨ªo que el anterior, muy pobre de cabeza. Y con este ejemplar no se confi¨® Pepe Luis en ning¨²n momento, dando lugar a que por los tendidos circulara la rotunda sentencia de ?este ni?o es un petardo?, en boca de los que lo ve¨ªan por primera vez.Sus compa?eros de terna, con mucha menos te¨®rica torer¨ªa y con maneras m¨¢s toscas, supieron poner la decisi¨®n y el ¨¢nimo que faltaron al sevillano. Y suyos fueron los triunfos de la tarde. M¨¢s leg¨ªtimo el ¨¦xito de Fernando Rivera, que es un novillero local, hecho en la Escuela Taurina y en las plazas de la comarca. Su primera faena fue un tanto tosca y atropellada, pero en la segunda sac¨® a relucir un interesante muleteo, en el que destacaron los pases de pecho, de enorme autenticidad y clasicismo, y los motinetes con la izquierda, muy templados y toreros. Adem¨¢s, maneja el capote con soltura. Un quite por chicuelinas, de manos muy bajas, le result¨® de maravilla.
Plaza de toros de San Mart¨ªn de Valdeiglesias
Novillada de feria. Se is novillos de Enrique Garc¨ªa de aceptable presencia, pero de insignificantes y sospechosos pitones. Todos mansurronearon, pero, a excepci¨®n del segundo, se dejaron torear. Fernando Rivera: silencio y oreja, que exhibi¨® partida en dos. Pepe Luis V¨¢zquez: pitos y silencio. El Soro: oreja y oreja.
El Soro es el novillero bullidor y voluntarioso que viene actuando por esas plazas. Da pases a todos sus novillos, como hizo en la novillada que comentamos, pero no torea casi nunca. Torear no es dar pases, que dijo el sabio. El Soro da pases. Y punto.
Las mayores ovaciones las obtuvo con las banderillas. Clav¨® a cabeza pasada, a excepci¨®n del tercer par, a su primer novillo, en el que hizo la suerte con mayor autenticidad. Adem¨¢s, en el momento de la reuni¨®n da un horrible y antiest¨¦tico saltito, que, miren ustedes por donde, es lo que m¨¢s le entusiasm¨® a la parroquia. Y en un par al quiebro anduvo correteando para atr¨¢s para recuperar terreno, cuando lo ortodoxo y arriesgado es esperar a pie firme la embestida.
Como en otros pueblos de la periferia madrile?a, las pe?as de blusa, bombo y jarana ocuparon los tendidos de sol. Pero estas pe?as de San Mart¨ªn se nos antojaron un tanto desorientadas. Vieron toda la corrida con enorme frialdad e indiferencia, y s¨®lo reaccionaron con ovaciones y bullicio cuando El Soro les brind¨® un par de banderillas. ?Qu¨¦ les pasaba a los mozos y mozas de las pe?as? Aunque pudiera ocurrir que se tratara de aut¨¦nticos aficionados y aquellos pitones, aquel toreo y aquellas desganas les ahogaron los ¨¢nimos y el buen humor.
La feria sigue. Esta tarde hay corrida de toros y otra se celebrar¨¢ el pr¨®ximo s¨¢bado. La plaza de San Mart¨ªn convoca a la afici¨®n de la comarca, que es numerosa y entusiasta, y tambi¨¦n a la de Madrid. Pero a todos les frenan los precios. La fiesta de toros se ha puesto a unos niveles que entran en los l¨ªmites de lo prohibitivo. Claro que, seg¨²n dicen, a los del f¨²tbol no les va mejor.
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