Guerra y petr¨®leo
LA RECIENTE reuni¨®n de los pa¨ªses de la OPEP en Viena y sus resultados produjeron cierta sensaci¨®n de tranquilidad sobre el futuro a medio plazo del mercado del petr¨®leo. La estrategia saud¨ª parec¨ªa prevalecer y, de alg¨²n modo, los aumentos de precio de los crudos no ser¨ªan el resultado de grandes sobresaltos, sino que seguir¨ªan un comportamiento -eso s¨ª, alcista- conocido de antemano. En efecto, una f¨®rmula matem¨¢tica ligar¨ªa las alzas de precios del petr¨®leo al nivel de inflaci¨®n en los pa¨ªses occidentales, la evoluci¨®n de los tipos de cambio entre sus monedas y el crecimiento de sus econom¨ªas.La f¨®rmula es, por supuesto, discutible y propia de quien empu?a el mango de la sarten, pero, ea principio, quiz¨¢ resulte menos mala que el semicaos de los ¨²ltimos a?os o la pretensi¨®n de algunos pa¨ªses del petr¨®leo de ligar los aumentos a sus precios de importaci¨®n. El problema est¨¢ ahora en formalizar una base de c¨¢lculo conocida y general para acabar con las distorsiones actuales de precios, que no guardan relaci¨®n con los rendimientos de las varias calidades, sino que, en cierta medida, responden a la mayor o menor intransigencia pol¨ªtica del pa¨ªs suministrador. Tambi¨¦n aqu¨ª se hab¨ªa llegado, a un comienzo de acuerdo mediante el alza de dos d¨®lares por barril por parte de Arabia Saud¨ª y su compromiso de reducir su producci¨®n para equilibrar la oferta de petr¨®leo a los niveles actuales de una demanda deprimida.
La postura recalcitrante de Ir¨¢n hab¨ªa quedado pr¨¢cticamente aislada y se confiaba en un acuerdo definitivo en la reuni¨®n a alto nivel entre los dirigentes de los pa¨ªses de la OPEP, pr¨®ximamente, en Bagdad. Incluso la inasistencia iran¨ª habr¨ªa perdido importancia a consecuencia de la fuerte rediScci¨®n de su producci¨®n, desde cuatro-cinco millones de barriles diarios a unos 600.000 en la actualidad. La guerra entre Irak e Ir¨¢n ha desbaratado, sin embargo, todas las previsiones y, al mismo tiempo, ha planteado con enorme dramatismo el riesgo permanente de la inestabilidad pol¨ªtica en unos pa¨ªses de los que depende b¨¢sicamente el suministro energ¨¦tico.
Las reservas actuales de petr¨®leo en los pa¨ªses occidentales se sit¨²an a un nivel r¨¦cord y permiten, seg¨²n afirman los expertos, garantizar un suministro de unos cien d¨ªas. Pero las consecuencias de la guerra no pueden ser calculadas si a la interrupci¨®n de las exportaciones de Irak e Ir¨¢n (unos 4,5 millones de barriles d¨ªa) se unen las de Arabia Saud¨ª, Kuwait y los Emiratos, cuya producci¨®n diaria asciende a unos doce millones de barriles. En este caso, el ritmo de ca¨ªda de las existencias puede ser alarmante, y sin ninguna duda nos tropezaremos con una nueva y formidable explosi¨®n de los precios. Las consecuencias para Espa?a pueden ser particularmente graves. Nuestra dependencia del petr¨®leo importado es superior a la de los otros pa¨ªses occidentales, y, adem¨¢s, m¨¢s de la mitad de nuestros aprovisionamientos provienen de esa zona conflictiva del Pr¨®ximo Oriente. Todav¨ªa sigue sin desarrollarse en nuestro mundo real el plan energ¨¦tico, cuyo objetivo era la progresiva sustituci¨®n del petr¨®leo por otras fuentes de energ¨ªa. Por lo pronto, las importaciones de crudos han crecido en volumen en los seis primeros meses de este a?o un 10%, a diferencia de lo ocurrido en otros pa¨ªses consumidores. Y al igual que el subsecretario de Econom¨ªa y Comercio ha cifrado en 140 d¨ªas nuestras actuales reservas de crudos, deber¨ªa explicarse si la evoluci¨®n de nuestras ¨²ltimas compras de petr¨®leo conduce a la creaci¨®n de un deseable almacenamiento estrat¨¦gico.
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