La interinidad del primer inversor del pa¨ªs
Hace ya varios a?os que se viene hablando de la inminente aparici¨®n del Estatuto de la Empresa P¨²blica en Espa?a. Es posible que este documento sea absolutamente irrelevante para mejorar la situaci¨®n de estas empresas, como argumentan algunos liberales y enemigos de la burocracia y el intervencionismo, con los que uno puede estar de acuerdo, aunque s¨®lo sea por una vez. Renunciemos, pues, a ese estatuto, que, adem¨¢s de servir probablemente para poco, se est¨¢ pudriendo en el caj¨®n de alg¨²n despacho por innecesario.Pero si se renuncia a un estatuto, lo que no cabe es renunciar a unas ciertas constantes en la conducta p¨²blica con respecto a las empresas p¨²blicas. Involucrar en la interinidad de los cargos p¨²blicos pol¨ªticos a los gestores de determinados organismos que gozan de cierta autonom¨ªa funcional parece un precedente peligroso, ya que con el baile de nombramientos que, por desgracia, se produce inexorablemente cada vez que cambia un pol¨ªtico, se pierden muchos papeles, muchos proyectos, muchas ideas, muchas ilusiones, y se crea una sensaci¨®n de interinidad peligrosa en los que tienen por fuerza que afrontar su trabajo con la perspectiva de un cierto largo plazo. Estamos hablando, naturalmente, de la necesidad de que los cambios pol¨ªticos no arrastren a todos y cada uno de los rectores de organismos de gesti¨®n, porque el riesgo de desastre puede ser muy costoso. Lo que resulta menos comprensible a¨²n es que, incluso dentro de UCD, los cambios de ministros impliquen tambi¨¦n masivos desplazamientos de responsables de los organismos de gesti¨®n, como si de una cuesti¨®n de camarillas se tratara.
Uno de los organismos que quiz¨¢ reclame a gritos un cierto grado de serenidad y de estabilidad es el INI, grupo industrial que maneja al a?o cientos de miles de millones de pesetas, en el que trabajar con una cierta perspectiva de durabilidad se hace imprescindible. Quiz¨¢ no est¨¦ de m¨¢s reclamar para los ¨®rganos rectores del Instituto un tratamiento similar al que se ha otorgado ya a los rectores del Banco de Espa?a, que tienen ahora cuatro a?os por delante para desarrollar su trabajo, sin que los vaivenes pol¨ªticos influyan ni en su movilidad ni en sus actitudes.
Es preciso agregar que esta petici¨®n se hace desde una posici¨®n absolutamente as¨¦ptica respecto a la persona que ocupa el cargo en la actualidad. Hecha la norma, se le puede contratar por cuatro a?os o despedirle. Pero, por favor, el pr¨®ximo que entre sabiendo que va a durar cuatro a?os, est¨¦ quien est¨¦ en el poder. La seriedad de 250.000 millones anuales de inversi¨®n parece exigirlo.
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