El control del poder, principal ventaja para Alianza Democr¨¢tica
El ?cambio rotundo? anunciado por Alianza Democr¨¢tica, que le dio en diciembre pasado una corta mayor¨ªa parlamentaria, mientras la izquierda consigui¨® el mayor n¨²mero de votos, no suscit¨®, nueve meses despu¨¦s, la renovaci¨®n esperada para asegurar al centro-derecha ?un Gobierno por cuatro a?os, un presidente y una Constituci¨®n nueva?.El partido socialista, rejuvenecido, ya no es el cad¨¢ver pol¨ªtico en que sus adversarios, de derecha y de izquierda, le cre¨ªan convertido, y ha puesto de manifiesto en esta campa?a una resurrecci¨®n que quedar¨¢ tal vez como el hecho pol¨ªtico m¨¢s relevante a escala nacional.
El partido comunista, siempre circunspecto, ha lanzado la apuesta m¨¢s arriesgada de toda la campa?a, convocando con antelaci¨®n para Oporto, el d¨ªa 6 de octubre, una manifestaci¨®n ?para celebrar la derrota de Alianza Democr¨¢tica?.
Fuera del obligatorio triunfalismo electoral, da la impresi¨®n de que ninguno de los estados mayores de los partidos tiene la m¨¢s m¨ªnima seguridad acerca de los resultados electorales del domingo.
Dos lugares comunes, firmemente instalados en la opini¨®n de la clase pol¨ªtica portuguesa, no dejan de condicionar todos los pron¨®sticos acerca de los resultados: el electorado portugu¨¦s ha demostrado en los seis a?os de democracia ser uno de los m¨¢s estables de Europa occidental. Las elecciones favorecen al partido del Gobierno.
Hay que reconocer que la coalici¨®n gubernamental, por el hecho de serlo, goza para esta campa?a de ventajas irrefutables. No es exagerado decir que los nueve meses de Gobierno de Sa Carneiro han sido nueve meses de electoralismo ininterrumpido.
La dial¨¦ctica del poder est¨¢ presente en todos los discursos de Sa Carneiro o de Freitas do Amaral: Alianza Democr¨¢tica, en el Gobierno, ha orientado toda su pol¨ªtica nacional a la victoria de 1980. Hay que darle de nuevo el poder para completar la obra emprendida.
De momento basta haber demostrado que ?el cambio? radical era posible sin convulsiones.
Los miembros del Gobierno repiten incesantemente este tema: una pol¨ªtica profundamente anticomunista, la liquidaci¨®n de la reforma agraria, el recorte del poder de los sindicatos, han sido posibles sin huelgas (por lo menos, no m¨¢s que en el resto de Europa), sin convulsiones sociales, sin derramamiento de sangre.
El control del aparato econ¨®mico y financiero ha permitido dosificar las intervenciones en funci¨®n de los objetivos electorales. Los aumentos de precios m¨¢s fuertes tuvieron lugar en los primeros meses, para dejar lugar despu¨¦s a un ablandamiento que permite afirmar que el ritmo de la inflaci¨®n baj¨®. Simult¨¢neamente, medidas puntuales de aumentos de las pensiones, de los subsidios familiares, de los salarios de los funcionarios, de los militares, de los polic¨ªas, de reducci¨®n de algunos impuestos (muy espectacular en el caso de los coches), han tra¨ªdo ventajas econ¨®micas reales.
Las depuraciones en todo el aparato del Estado, el control de la informaci¨®n (escrita o no, p¨²blica o privada), ha reducido considerablemente las posibilidades de la oposici¨®n de hacerse o¨ªr; pero, sobre todo, ha evitado la formaci¨®n de corrientes de opini¨®n eventualmente independientes de los canales pol¨ªticos partidistas.
M¨¢s grave que las acusaciones de la oposici¨®n -el Partido Socialista debe reconocer su falta de autoridad moral en materia de libertad de la Prensa- es tal vez el hecho de que no existe ya informaci¨®n independiente en Portugal, Cada peri¨®dico escribe para un p¨²blico ya pol¨ªticamente definido, y cada periodista, por razones de subsistencia, ha entrado en el redil que menos le repugne frecuentar.
Con un balance de Gobierno positivo, con un s¨®lido aparato de propaganda a su, servicio, ?qu¨¦ le falta a Alianza Democr¨¢tica para presentarse como la fuerza arrolladora que tiene ?la victoria en el bolsillo?, como se oye gritar en los m¨ªtines y manifestaciones?
Francisco Sa Carneiro, el l¨ªder incontestado de Alianza Democr¨¢tica y, de lejos, su mejor orador, ha podido conocer la experiencia de que es m¨¢s f¨¢cil criticar que defenderse.
La responsabilidad del poder obliga a una cierta moderaci¨®n, y no puede ignorar que su auditorio es m¨¢s sensible al hecho de que los precios aumentan que a la realidad de que la subida sigue a ritmo menor; que unos centenares de agricultores agraciados con t¨ªtulos de propiedad provisional pesan poco, en el Alentejo, frente a millares de trabajadores rurales despedidos. La pol¨ªtica exterior, otro gran ?acierto? de la acci¨®n gubernamental, es un tema que toca poco al gran p¨²blco portugu¨¦s, con excepci¨®n tal vez del anticomunismo radical que expresa esta diplomacia, y que sigue siendo uno de los temas favoritos de AD.
Guerra abierta contra Eanes
El apoyo de los grandes grupos de presi¨®n que AD conserva ya no tiene, sin embargo, la misma contundencia, el mismo car¨¢cter abierto, que antes de las elecciones de diciembre.
La cues ti¨®n de las elecciones presidenciales, la guerra abierta al presidente Ramalho Eanes, la personalidad del candidato escogido por AD, el general Soares Carneiro, situado por los observadores a la derecha del centro de gravedad de la coalici¨®n; los outsiders surgidos para disputar el mismo electorado (como Pires Veloso o Galv¨¢o de Melo), han debilitado la f¨¦rrea cohesi¨®n del bloque de centro derecha.
La Iglesia cat¨®lica, al menos al nivel de su alta jerarqu¨ªa, ha sido m¨¢s discreta en su apoyo, si no a AD, a sus figuras principales. A pesar de todos los ment¨ªs, es evidente que un primer ministro ?en situaci¨®n matrimonial irregular e inmoral, seg¨²n los c¨¢nones cat¨®licos?, no puede merecer las mismas simpat¨ªas p¨²blicas.
Es tambi¨¦n evidente que el error de uno no compromete la excelencia de los principios defendidos. Los obispos han tomado posici¨®n contra el marxismo, contra el ate¨ªsmo, contra la abstenci¨®n, ?que es lo mismo que votar contra la fe ?, y que, a nivel local, muchos curas siguen con sus cruzadas contra el socialismo, el comunismo y el marxismo.
Pero la neutralidad oficial ha permitido, al menos, una mayor libertad de acci¨®n a los grupos cat¨®licos progresistas, que salen por primera vez de las catacumbas: la ex primera ministra Lurdes Pintassilgo hace campa?a abiertamente por el Frente Socialista, y consigue movilizar un sector de opini¨®n hasta ahora ajeno a las lides electoralistas.
Los empresarios siguen mayoritariamente a Alianza Democr¨¢tica; pero no es de esperar que las confederaciones de la industria y del comercio repitan su llamamiento electoral de diciembre pasado en favor de AD: el m¨¢s reciente informe de la CIP traduce la preocupaci¨®n de los patronos frente a la coyuntura econ¨®mica.
Por primera vez desde 1974, la extrema derecha tiene medios humanos y financieros para hacer campa?a aut¨®noma, atacando duramente a Alianza Democr¨¢tica por ?las promesas no cumplidas? y exigiendo la ?indemnizaci¨®n total de los expoliados de las ex colonias?.
La alta jerarqu¨ªa militar no muestra tampoco muy abiertamente sus simpat¨ªas hacia la coalici¨®n gubernamental: cualquiera que sean sus convicciones, no puede dejarse envolver abiertamente en una campa?a ofensiva contra el presidente Eanes, que sigue siendo el jefe del Estado Mayor. Algunos incidentes de esta guerrilla, como el conflicto acerca de los sueldos de los militares o, m¨¢s recientemente, del mando de la polic¨ªa, han creado malestar en el medio castrense, no compensado por la personalidad del candidato de Alianza Democr¨¢tica a la presidencia. Por oportunismo, por prudencia, no parece compensar el hostigamiento abierto a Eanes, que sigue siendo el favorito y que a¨²n tiene en sus manos las carreras de muchos generales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.