El secuestrador vizca¨ªno se entreg¨® a la Guardia Civil tras liberar sin da?o a la ni?a que reten¨ªa
Tras casi tres horas de incertidumbre y de pugna dial¨¦ctica, Felipe Martos, el joven perturbado que el s¨¢bado secuestr¨® a punta de pistola a seis chicos y dos chicas, a una de las cuales, Irune Uribe, de trece a?os, reten¨ªa, se entreg¨® a las 0.30 horas de anteayer a la Guardia Civil, que le ten¨ªa acorralado en un caser¨ªo, en pleno monte, sin que fuera necesario el uso de la violencia o de las armas. Irune se encontraba en buen estado. ?No me ha hecho nada. Estoy cansada. Quiero ir a mi casa y dormir?, repet¨ªa cuando la Guardia Civil pretend¨ªa llevarla al hospital.
Las intensas batidas realizadas de d¨ªa y de noche por la Guardia Civil en las ¨²ltimas 48 horas dieron finalmente sus frutos. Desde las nueve y media de la noche del lunes Felipe Martos estaba cercado en un caser¨ªo semiderruido, cercano a la cueva situada en los montes de la Arboleda, en el municipio de Galdames, donde el s¨¢bado secuestr¨® a los ocho j¨®venes excursionistas.Hasta la tarde del lunes las operaciones de rastreo hab¨ªan fracasado por varios motivos: las dificultades que ofrec¨ªa la zona (llena de cuevas y recovecos), las precauciones de la Guardia Civil, que hasta no conocer la personalidad del secuestrador crey¨® que se trataba de un comando de ETA en fuga, el dominio del terreno que demostraba aqu¨¦l y la ineficaz ayuda de los perros polic¨ªas acostumbrados ¨²nicamente a detectar explosivos y drogas en locales cerrados.
Por las declaraciones de los chavales liberados supo la Guardia Civil que, para evitar el fr¨ªo y poder dormir por la noche, el secuestrador abandonaba las cuevas donde se escond¨ªa de d¨ªa y se guarec¨ªa en caser¨ªos abandonados de los alrededores. Se dispuso as¨ª que guardias civiles ocuparan por la tarde aqu¨¦llos en espera de sorprender a Felipe Martos.
Cuando a primera hora de la noche una de las dotaciones quiso entrar en uno de los caser¨ªos descubri¨® que en su Interior se hallaba ya el secuestrador con Irune Uribe. Aqu¨¦l amenaz¨® con matarla si no se retiraban del lugar los guardias civiles, que vest¨ªan uniforme. Minutos despu¨¦s, miembros del Servicio de Informaci¨®n de la Guardia Civil y algunos monta?eros y familiares de la secuestrada se acercaron nuevamente a la casa iniciando una larga conversaci¨®n de casi tres horas, para convencer al secuestrador de que se entregara, que nada le iba a pasar. En estos di¨¢logos y actuando con una gran valent¨ªa, intervino la propia secuestrada. Cuando, finalmente, hacia las doce y media, con enga?os, apareci¨® en la puerta Felipe Martos, un guardia civil de paisano le desarm¨® y aunque se revolvi¨®, mordi¨¦ndole en un brazo, fue finalmente reducido. Se descubri¨® entonces que la pistola era simulada y que el cuchillo de monte que se crey¨® ten¨ªa en su poder no era otra cosa que una simple navaja de excursionista. Esposado, se le condujo al cuartel de la Guardia Civil de San Salvador del Valle, donde se le instruyeron diligencias.
Felipe Martos guard¨® silencio en todo momento (?No quiero decir nada?, repet¨ªa cuando se le preguntaba algo), mientras era increpado, tras su detenci¨®n, por monta?eros y familiares de la secuestrada. Esta apareci¨® tranquila, aunque algo cansada por las tres noches pasadas en vela. Declar¨® que Felipe Martos la trat¨® bien.
Ven¨ªa este testimonio a corroborar los de sus compa?eros y los de amigos y conocidos del secuestrador, que le consideran ?un buen chico, aunque desequilibrado?. Felipe Martos, de veinti¨²n a?os de edad, hab¨ªa abandonado su domicilio de Ortuella -su padre es un trabajador minero- hace tres semanas, sin duda, al saberse buscado por la polic¨ªa por acciones similares a la que acaba de protagonizar. Meses atr¨¢s hab¨ªa secuestrado en una localidad vecina a una ni?a de diez a?os a la que tuvo toda una noche desnuda y atada a un ¨¢rbol. Sin embargo, nunca hizo ning¨²n da?o ni cometi¨® abuso alguno con sus secuestradas. Los propios chavales secuestrados declararon que Felipe Martos se mostraba inconexo en sus conversaciones y en ocasiones lloraba, temeroso de su suerte.
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