Ramalho Eanes y Sa Carneiro, protagonistas del choque final entre dos formas de entender la democracia portuguesa
El resultado de las elecciones presidenciales portuguesas del pr¨®ximo 7 de diciembre sigue siendo imprevisible, aunque el avance del centro-derecha en las legislativas del pasado domingo es ya algo m¨¢s que un presagio. Pero lo que nadie duda es que de los comicios que se celebrar¨¢n dentro de dos meses depende en gran medida la propia configuraci¨®n del Estado en Portugal. La revisi¨®n de la Constituci¨®n, tras el per¨ªodo transitorio 1976-1980, es el caballo de batalla que divide al pa¨ªs casi por la mitad. Los resultados del pasado 5 de octubre han trazado un primer avance de la relaci¨®n de fuerzas en presencia: 48% para la coalici¨®n de centro-derecha Alianza Democr¨¢tica, y 46%, los votos sumados de la izquierda parlamentaria. Pero la lucha en este caso aparece claramente personalizada en las dos figuras que m¨¢s han influido en la pol¨ªtica portuguesa durante los ¨²ltimos cinco a?os: el general Antonio Ramalho Eanes, residente de la Rep¨²blica, y Francisco la Carneiro, primer ministro. Dos hombres de los que muy pocos observadores habr¨ªan predicho, hace apenas cuatro a?os, que iban a convertirse, ya no s¨®lo en enemigos pol¨ªticos irreconciliables, sino en cabezas visibles de dos formas antag¨®nicas de entender el desarrollo de la democracia en Portugal. En 1976, estos dos hombres ten¨ªan m¨¢s cosas en com¨²n de lo que ahora parece.
Dos fechas25 de noviembre de 1975. Un peque?o grupo de oficiales muy selectos se constituye. en estado mayor improvisado en el cuartel de comandos de Amadora, en las afueras de Lisboa. Representan a centenas de militares opuestos al sector m¨¢s radicalizado de lo que entonces constitu¨ªa el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA), organizaci¨®n pol¨ªtico-militar surgida al hilo del golpe de abril de 1974 contra la dictadura. Desde hace meses, concretamente desde que en agosto, tras la destituci¨®n del coronel procomunista Vasco Gon?alves como primer ministro, se hizo imposible cualquier colaboraci¨®n entre militares radicales y moderados, ¨¦stos han esperado ansiosamente un paso en falso de sus rivales.
Durante largas semanas de vigilia han organizado un plan operativo para el golpe final: utilizaci¨®n de las fuerzas de intervenci¨®n m¨¢s adiestradas y disciplinadas, los comandos, contra las unidades m¨¢s radicalizadas de Lisboa y el estado mayor del COPCON, y control inmediato de la radio y la televisi¨®n. Su autor, un teniente coronel de apenas cuarenta a?os, que disimula una timidez casi patol¨®gica detr¨¢s de unas eternas gafas oscuras y que sigue esa tarde con su estado mayor la sublevaci¨®n, una vez m¨¢s de los paracaidistas de Tancos, en esta ocasi¨®n en apoyo de las tesis de los radicales. Parece un episodio m¨¢s, de los paracaidistas de Tancos, nas, pero para los all¨ª reunidos se trata del paso en falso que tanto esperaban. El presidente Costa Gomes da la luz verde. Conmina a los rebeldes a rendirse y estos desaf¨ªan la orden. El teniente coronel Ramalho Eanes y sus hombres act¨²an y en menos de veinticuatro horas recuperan el control de la radio y la televisi¨®n y rinden a las unidades m¨¢s radicales de Lisboa. Apenas se han intercambiado media docena de disparos junto a la sede de la Polic¨ªa Militar, que opuso cierta resistencia. Un soldado de esta unidad cae muerto. El precio no parece demasiado alto para quienes saben que ese d¨ªa empieza el termidor de la revoluci¨®n portuguesa.
Noche del 5 al 6 de octubre de 1980. Septuag¨¦simo aniversario de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica portuguesa. Seg¨²n lo estipulado en el pacto partidos-MFA de abril de 1975 en virtud del cual se elabor¨® la Constituci¨®n de 1976, con estas nuevas elecciones legislativas concluye ?el per¨ªodo transitorio? y la Asamblea de la Rep¨²blica que salga elegida esta noche tendr¨¢ poderes para revisar la Constituci¨®n. Como ya va siendo costumbre, los dirigentes de la coalici¨®n centroderechista Alianza Democr¨¢tica aguardan los resultados en uno de los salones de convenciones del hotel Altis.
En las elecciones anticipadas de diciembre del a?o anterior vencieron, pero apenas tienen dos esca?os de mayor¨ªa. Para ellos, estas elecciones son casi una cuesti¨®n de supervivencia. Si quieren consolidarse en el poder necesitan a toda costa reformar una Constituci¨®n llena de preceptos socializantes y el primer paso para conseguir esa revisi¨®n constitucional es ganar ampliamente estas elecciones. El segundo ser¨¢n los comicios presidenciales de diciembre.
Ya desde los primeros resultados queda clara la tendencia de crecimiento de AD. La noche es un calco de la del 2 de diciembre de 1979. Francisco Sa Carneiro, peque?o, nervioso, responde a los halagos de los empalagosos seguidores de la Alianza, pero mide sus gestos y evita cualquier manifestaci¨®n de excesiva alegr¨ªa. Espera el momento del desquite. La oposici¨®n de izquierda ha centrado la campa?a electoral casi exclusivamente contra ¨¦l: se le han recordado hasta la saciedad el oscuro asunto de sus deudas con la banca nacionalizada y su irregular situaci¨®n familiar. Para ¨¦l, sin embargo, el enemigo a vencer no son comunistas y socialistas, minor¨ªa en el Parlamento desde diciembre. Piensa detenidamente cu¨¢les van a ser sus primeras palabras en esa madrugada y al filo de las cuatro de la ma?ana sentencia: ?El general Eanes acaba de perder el primer asalto para las elecciones presidenciales?.
Dos hombres
Son las dos personalidades que m¨¢s han Influido, de lejos, en la pol¨ªtica portuguesa durante los ¨²ltimos cinco a?os. El general Antonio Ramalho Eanes, encumbrado a la jefatura de las fuerzas armadas y a la presidencia de la Rep¨²blica por socialistas, centristas y democristianos, en retribuci¨®n de los ?servicios prestados? el 25 de noviembre de 1975. Traumatizado por la depuraci¨®n que sufri¨® en abril de 1975, cuando estaba al frente de la televisi¨®n estatal, amigo y admirador no disimulado del equ¨ªvoco general Spinola, especialista, seg¨²n algunos, de la lucha psicol¨®gica durante la guerra colonial, Eanes acab¨® con cualquier veleidad. maximalista de la revoluci¨®n portuguesa.
Francisco Sa Carneiro, curtido en la lucha pol¨ªtica ya desde los tiempos del salazarismo como jefe del ala liberal de la Asamblea Corporativa, odiado fuera de su partido, temido dentro de ¨¦l, ha esperado, no sincierta impaciencia, el momento oportuno para recuperar las riendas de su partido. Con un partido socialista claramente desgastado y un partido comunista autorrelegado al gueto de la ortodoxia m¨¢s prosovi¨¦tica, Sa Carneiro se dispone a apagar los ¨²ltimos rescoldos del per¨ªodo revolucionario. A completar, en una palabra, la obra que el propio Eanes comenz¨®,
Y, sin embargo, estos dos hombres, que en momentos distintos han servido intereses pol¨ªticos id¨¦nticos, polarizan dos posturas irreconciliables en lo que se prepara -elecciones presidenciales de diciembre- con el acto final y definitivo de la lucha entre quienes se resisten a que se borre de un plumazo un corto pero intenso per¨ªodo hist¨®rico y quienes de aquel 25 de abril de 1974 s¨®lo quieren conservar la recuperaci¨®n del ejercicio de las libertades formales.
Hay quien afirma que las rivalidades surgidas entre estos dos hombres, llamados en un principio a entenderse, obedecen a problemas de tipo personal. Es lo que habitualmente se dice en Portugal cuando est¨¢ de por medio la discutida personalidad de Francisco Sa Carneiro. Cuando en 1976 los analistas pol¨ªticos consideraban inevitable a medio plazo un entendimiento entre socialistas y socialdem¨®cratas, el fracaso que se produjo fue atribuido tambi¨¦n a problemas ?de tipo personal? entre los dirigentes de las dos formaciones,
Sin embargo, nadie que haya seguido de cerca la evoluci¨®n pol¨ªtica portuguesa de los ¨²ltimos a?os puede contentarse con explicaciones tan socorridas. Hay que buscar razones pol¨ªticas objetivas. Y hay una sobre todas que estuvo en el origen de la separaci¨®n de dos hombres, cuyo ideario pol¨ªtico, a juzgar por los hechos, no parec¨ªa tan diferente. Casi inmediatamente despu¨¦s de ser elegido presidente de la Rep¨²blica, en junio de 1976, se abri¨® la discusi¨®n sobre el papel de los militares en el per¨ªodo de transici¨®n, que la Constituci¨®n de 1976 preve¨ªa hasta 1980. Sa Carneiro, que ya en 1975 hab¨ªa aceptado importantes riesgos pol¨ªticos al propugnar una inmediata vuelta de los militares a los cuarteles cuando esta cuesti¨®n parec¨ªa un tab¨² fuera de toda discusi¨®n, volvi¨® a la carga un a?o despu¨¦s, cuando la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n, las elecciones legislativas de abril de 1976 y las presidenciales de junio del mismo a?o hablan constituido otros tantos hitos de una definitiva ?normalizaci¨®n? de la Revoluci¨®n portuguesa.
El general Eanes, por el contrario, prometi¨® respetar escrupulosamente la Constituci¨®n vigente durante los cuatros a?os de per¨ªodo transitorio. Y esta Constituci¨®n consagraba, hasta su revisi¨®n, una clara tutela militar sobre el r¨¦gimen. El nuevo presidente de la Rep¨²blica se limit¨® a desplazar de los puestos clave a militares sospechosos de colaboraci¨®n con la etapa m¨¢s radical del proceso revolucionario y a colocar en su lugar a ?hist¨®ricos? del M FA, conocidos por sus posiciones socialistas moderadas -el llamado ?grupo de los nueve, y a recuperar a militares m¨¢s conservadores, algunos de ellos bien conocidos por sus posturas anti-MFA. Pero mantuvo, sin tocar ni un ¨¢pice, toda la estructura de intervenci¨®n militar en la vida pol¨ªtica del pa¨ªs.
Estas diferencias iniciales se ex tendieron m¨¢s tarde al terreno de la pol¨ªtica concreta. Despu¨¦s de las crisis, gubernamentales de 1977 y 1978 ca¨ªda de los Gobiernos minoritarios socialistas y fracaso de la coalici¨®n de socialistas con los democristianos del CDS las posibles salidas a la crisis volvieron a enfrentar a estos dos hombres. Para Francisco Sa Carneiro era claro que el presidente deb¨ªa disolver la Asamblea de la Rep¨²blica y convocar elecciones anticipadas. El general Eanes utiliz¨® los poderes que le otorgaba una Constituci¨®n a medio camino entre el parlamentarismo y el presidencialismo y nombr¨® tres sucesivos Gobiernos ?de confianza del presidente?, hasta que, tras el verano de 1979, no tuvo m¨¢s remedio que recurrir a la convocatoria de elecciones anticipadas.
Para entonces, la violencia verbal en el enfrentamiento entre estos dos hombres hab¨ªa ido subiendo de tono. Persona ?poco clara? para los socialistas, que tambi¨¦n se hab¨ªan quejado de su comportamiento durante la crisis de 1977, y acosado por, socialdem¨®cratas y democristianos, Eanes fue paulatinamente apoy¨¢ndose en los consejeros de la revoluci¨®n del ?grupo de los nueve ?, hasta llegar a lo que algunos consideran como casi una total identificaci¨®n. El ¨²ltimo Gobierno no partidario de ?confianza del presidente?, el encabezado por Mar¨ªa Lurdes Pintassilgo, una cat¨®lica progresista muy pr¨®xima a los socialistas, marcaba el fin de una evoluci¨®n pol¨ªtica insospechada s¨®lo tres a?os antes. Desde esa ¨®ptica se comprende bien que Sa Carneiro afirme que cualquier victoria de Alianza Democr¨¢tica supone al mismo tiempo una derrota del presidente Eanes.
Dos bloques
No tiene raz¨®n, sin embargo, el reci¨¦n confirmado primer ministro portugu¨¦s cuando afirma que el general Eanes es el candidato del partido socialista y, en ciertos aspectos, del partido comunista. Probablemente, el actual presidente de la Rep¨²blica no olvide que, cuando en abril de 1974 fue depurado de la presidencia de la radio y televisi¨®n por supuestas connivencias con el general Sp¨ªnola, fueron, en gran parte, trabajadores socialistas de esos medios quienes organizaron una manifestaci¨®n en su defensa frente a la sede del Gobierno, en el ampuloso palacio de San Bento. Pero estaba claro que, tras la marea involucionista desatada en noviembre de 1975, bastantes dirigentes del PS desconfiaban de las verdaderas intenciones del entonces teniente coronel, y que muchos de ellos se adhirieron a su candidatura para la presidencia de la Rep¨²blica como un mal menor.
Adem¨¢s, las relaciones entre el jefe del Estado y los socialistas fueron especialmente tensas durante los dos a?os que ¨¦stos estuvieron en el Gobierno. El propio Mario Soares, que ahora no se plantea ninguna duda sobre el apoyo a la reelecci¨®n de Eanes, recordaba el jueves, en las p¨¢ginas de EL PA?S, sin embargo, que el actual presidente ?cometi¨® errores que la historia juzgar¨¢ y que abrieron las puertas al regreso de la derecha... Lejos de favorecer a la izquierda, fue ¨¦l quien brind¨® a Alianza Democr¨¢tica las elecciones de diciembre pasado?.
Pero si los socialistas han hecho un esfuerzo por superar todas sus reticencias hacia la figura de Eanes -el ¨²nico candidato posible? de la izquierda frente al monol¨ªtico bloque que est¨¢ detr¨¢s de la candidatura del general Soares Carneiro-, no parece que ese vaya a ser el caso de los comunistas. A muchos de ¨¦stos probablemente no les falle la memoria a la hora de votar, por mucho que Alvaro Cunhal reco:miende el voto a favor de Eanes, tambi¨¦n corno mal menor, al menos en la segunda vuelta de las presidenciales.
Y muchos de ellos recordar¨¢n que, en la noche del 25 de noviembre de 1975, s¨®lo una oportuna intervenci¨®n ante la televisi¨®n del comandante Melo Antunes, jefe de filas del ?grupo de los nueve?, evit¨® lo que parec¨ªa un casi seguro regreso de los comunistas a la clandestinidad. El PCP se hab¨ªa identificado totalmente con los sucesivos Gobiernos del coronel Vasco Gon?alves, y aquel 25 de noviembre nadie dudaba que hab¨ªa estado, de alguna forma, detr¨¢s de la sublevaci¨®n de los paracaidistas y de la posterior toma por los rebeldes de la radio y la televisi¨®n. Pero cuando la situaci¨®n se hizo insostenible, supieron retirarse a tiempo.
Aquella noche, el comandante Melo Antunes, en esas horas la personalidad militar m¨¢s respetada pol¨ªticamente, afirmaba en la televisi¨®n: ?El partido comunista es necesario para la consolidaci¨®n de la democracia en Portugal?. El estado mayor de Eanes le hizo caso, pero para el PCP, el actual presidente de la Rep¨²blica sigue siendo el hombre del ?contragolpe del 25 de noviembre?. Es imprevisible, pues, el comportamiento del electorado comunista -un 16%- en las elecciones presidenciales de diciembre.
Candidato circunstancial de los socialistas y forzado de los comunistas, el general Eanes carece de un claro bloque de apoyo a su candidatura. S¨®lo el mantenimiento de un voto propio entre electores de centro, que algunos analistas todav¨ªa le atribuyen, puede asegurarle la reelecci¨®n.
Frente a ¨¦l, el bloque que sostiene el general Soares Carneiro, una personalidad casi tan oscura como la de Eanes (?El doble pol¨ªtico, en el centro-derecha, de las pretensiones centroizquierdistas de Eanes?, dicen en Portugal), no ofrece fisuras tras la cristalizaci¨®n, hace un a?o, del pacto parlamentario y de gobierno entre el PSD y el CDS, que dio origen a la coalici¨®n de Alianza Democr¨¢tica.
Para llegar a ese acuerdo era ne cesaria previamente la homoge neizaci¨®n del PSD (antiguo PPD), una formaci¨®n pol¨ªtica de aluvi¨®n improvisada en los primeros d¨ªas del golpe de abril de 1974 y en ese camino, Sa Carneiro, dotado de una capacidad pol¨ªtica que ning¨²n enemigo le discute, ha ido salvando todos los obst¨¢culos.
La primera cay¨® con ocasi¨®n de segundo congreso nacional del en tonces PPD, celebrado en Oporto apenas una semana despu¨¦s de los acontecimientos del 25 de noviembre de 1975. Emidio Guerreiro, un viejo luchador antifascista que hab¨ªa ejercido la direcci¨®n del partido desde mayo a septiembre de ese a?o, abandonaba el partido con un reducido grupo de fieles y declaraba: ?El PPD ya no es un partido democr¨¢tico. A partir de ahora est¨¢ al servicio de l¨¢s ambiciones de un solo hombre?. Dos meses an tes, y despu¨¦s de una grave enfermedad, Francisco Sa Carneiro hab¨ªa retomado la direcci¨®n del partido y hab¨ªa impuesto sus tesis como una apisonadora contra una direcci¨®n acusada de ser demasiado izquierdista.
En la segunda, entre abril y julio de 1978, quedaron fuera Sousa Franco, cerca de una tercera parte de la comisi¨®n pol¨ªtica y una treintena de diputados. Sousa Franco y sus seguidores eran tenidos por excesivamente ?eanistas?. Para recuperar el control de la direcci¨®n del PSD y hacer unanimidad en torno a sus tesis, Sa Carneiro llev¨® a cabo una maniobra pol¨ªtica que meses m¨¢s tarde ser¨ªa repetida, tambi¨¦n con ¨¦xito, por el dirigente socialista espa?ol Felipe Gonz¨¢lez. Sa Carneiro dej¨® todos sus cargos en el partido en enero de 1978 por ?incompatibilidad? con las tesis de sus opositores, que pasaron a desempe?ar la direcci¨®n interina del PSD. Pero, lejos de abandonar, el dimitido presidente hizo imposible la actividad de Sousa Franco y los suyos, de forma que, s¨®lo tres meses despu¨¦s, ¨¦stos tuvieron que dimit¨ªr. En julio, un congreso extraordinario consagr¨® las tesis de Sa Carneiro. Sousa Franco y su gente aguantaron todav¨ªa alg¨²n tiempo, pero finalmente abandonaron el partido y concurrieron por separado a las elecciones de diciembre de 1979, bajo el r¨®tulo de Asociaci¨®n Socialdem¨®crata Independiente, con poco ¨¦xito. En las elecciones del domingo pasado aparec¨ªan integrados en el Frente Republicano y Socialista de Mario Soares, con no mejores resultados.
Hecha la unanimidad en torno al sector m¨¢s conservador del partido, los siguientes pasos de Sa Carneiro para preparar el asalto al poder fueron f¨¢ciles. La formaci¨®n de Alianza Democr¨¢tica con los democristianos del CDS ayud¨® decisivamente a su victoria electoral de diciembre del a?o pasado, como consecuencia de la ventaja a?adida que las coaliciones obtienen de la aplicaci¨®n del sistema Hondt en el reparto de esca?os. La repetici¨®n de la victoria en las elecciones de 5 de octubre es la rampa de lanza miento para el asalto final en las presidenciales de diciembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.