Presentaci¨®n del libro de Garc¨ªa G¨®mez "El siglo XI en primera persona
El profesor La¨ªn Entralgo present¨® ayer, en el domicilio social del Banco de Urquijo, el libro del arabista Emilio Garc¨ªa G¨®mez El siglo XI en primera persona, cuyo subt¨ªtulo es Las memorias de Abd Allah, ¨²ltimo rey zir¨ª de Granada. Sobre esta ¨²ltima publicaci¨®n del que es uno de los m¨¢s importantes arabistas europeos, dice su autor: ?Es un documento excepcional sobre la historia de Espa?a. Porque naturalmente no abarca s¨®lo la Espa?a musulmana, sino que afecta tambi¨¦n a la cristiana?.?Este trabajo?, dice el profesor Garc¨ªa G¨®mez, ?era una deuda m¨ªa con el arabista franc¨¦s L¨¦vi Proven?al, con quien lo hice y al que he sobrevivido veinticuatro a?os. Yo no me quer¨ªa morir sin cumplir esta deuda, y aqu¨ª est¨¢ el libro?.
?El t¨ªtulo?, dice, ?que es de mi cosecha, no de la de mi muerto colaborador, se refiere ya a la importancia del libro. Es un alegato de este rey de taifas, cuando, destronado y desterrado en Marruecos, se defiende de las acusaciones que se le han hecho. Y entonces narra los sucesos de su dinast¨ªa y tambi¨¦n los de su vida y su destronamiento?.
?En este libro?, sigue, ?o¨ªmos hablar en estilo directo a Alfonso VI, a sus ministros, a numerosos personajes de la corte alfonsina, como Sisnando Davidid, su ministro de Asuntos Exteriores isl¨¢micos, y est¨¢ escrito con una gran vitalidad?. ?Hay que tener en cuenta?, contin¨²a, ?que el siglo XI es absolutamente decisivo para la historia de Espa?a, tanto por las relaciones con Europa como por las del Islam y la Cristiandad. Es el siglo de la reforma de Cluny, del entronque con Francia y, por tanto con Europa, de la Espa?a del Cid. Y, por cierto, es enormemente significativo que no aparezca el Cid?,
?Gabriel d'Annunzio, que proyectaba hacer en Roma una especie de teatro Latino que fuera el equivalente del Bajreuth wagneriano, escribi¨® que el carro de Tespis, es decir, la tragedia, como la barca de Aqueronte, es tan ligero que no puede soportar m¨¢s que el peso de sombras y de im¨¢genes. Ya s¨¦ que no est¨¢ muy de moda d'Annunzio, pero yo considero que era un gran escritor, y que su inteligencia contrastaba vivamente con la estupidez de sus contempor¨¢neos. Pues bien, volviendo a las sombras, yo creo que la barca de Cl¨ªo, la barca de la historia, lleva en algunos siglos, y muy especialmente en el XI, una carga de sombras sin peso, como las el¨ªseas. Esa barca casi zozobra con este libro lleno de carne, de sangre, de vida."
Describiendo estas memorias del ¨²ltimo zir¨ª de Granada, dice que, adem¨¢s, tiene la importancia de ?haber sido escrito no s¨®lo por un rey, sino por alguien no profesional de la literatura. Es, pese a que naturalmente tiene la deformaci¨®n de ser un alegato del rey, es decir, de ser prodomo sua, un admirable testimonio, y este aspecto hay que subrayarlo: el testimonio no es en el Islam como en la Cristiandad, como supo ver tan bien mi admirado Massigrion?. Y luego, sobre la dinast¨ªa zir¨ª, a la que pertenece el rey granadino en cuesti¨®n, dice Garc¨ªa G¨®mez: ?Era una dinast¨ªa ber¨¦ber. En los reinos de taifas, que llegaron a ser en su extraordinaria pululaci¨®n de estados hasta veintiocho, hab¨ªa tres elementos asociadores: los ¨¢rabes andaluces -dominantes sobre todo en Sevilla-, los eslavos, funcionarios palatinos del califato, que pronto fueron desapareciendo, y los ber¨¦beres. Estos vinieron en tiempos de Almanzor, porque los ¨¢rabes andaluces no quer¨ªan pelear, y fueron reclutados mercenarios. Al caer el califato, se instalaron en parte por acuerdos con las poblaciones, y, sobre todo, dominaron en Granada. Naturalmente, eran gentes mucho menos civilizadas que los ¨¢rabes andaluces. Y, aunque probablemente fueran mejores militares, no llegaron a alcanzar su refinamiento?.
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