Las armas y el hombre
RECIEN DESPIERTO a la noche metaf¨®rica y real de Buenos Aires por la noticia del Premio Nobel, P¨¦rez Esquivel hizo unas primeras declaraciones condenando el mercado de armas y se?al¨® directamente el que nutre a Bolivia y El Salvador. Casi al mismo tiempo se llegaba en Ginebra a la firma de un acuerdo entre 66 naciones sobre lo que podr¨ªa considerarse como un tierno pintoresquismo: la prohibici¨®n de armas cl¨¢sicas susceptibles de producir ?heridas in¨²tiles y sufrimientos superfluos?, lo que equivale a que los bondadosos delegados aceptaran la existencia de heridas ¨²tiles y sufrimientos precisos, convenientes y deseables. La generosa convenci¨®n -cuyo acuerdo tendr¨¢ que ser ratificado por la Asamblea General de las Naciones Unidas- exclu¨ªa necesariamente toda arma no convencional, cuya administraci¨®n pertenece en exclusiva a las grandes potencias, reducidas en la pr¨¢ctica a dos, por la importancia y el nivel de desarrollo de sus arsenales. Las mismas dos que preparaban en la misma Ginebra la gran conferencia que empez¨® ayer: la discusi¨®n sobre los llamados euromisiles, entre la URSS y Estados Unidos. Se conoce la base de este problema: la instalaci¨®n en pa¨ªses europeos, y por la burocracia militar de la OTAN, de una red de vectores nucleares dirigidos sobre la URSS, de donde se enzarza una dial¨¦ctica que a partir de las reuniones de ayer deber¨ªa desenredarse: para Estados Unidos, son armas defensivas que tratan de equilibrar el potencial similar que la URSS tiene ya desplegado; para la URSS, es un acto ofensivo que completa un paso m¨¢s en el cerco a que la somete Estados Unidos, mientras sus propios misiles s¨®lo tienen el objeto de contrarrestar instalaciones anteriores y est¨¢n comprendidos en acuerdos anteriores.El resultado posible de esta conferencia es de la mayor trascendencia. En principio, su celebraci¨®n desbloquea ya el muro de las relaciones entre los dos pa¨ªses levantado en la noche hist¨®rica de la invasi¨®n de Afganist¨¢n. Es la primera negociaci¨®n importante de los dos pa¨ªses desde entonces y toca uno de los temas m¨¢s arduos de la distensi¨®n. En segundo lugar, si hay una iniciaci¨®n de acuerdo, ¨¦ste puede ayudar notablemente a que la Conferencia de Madrid, cuya cumbre est¨¢ anunciada a partir del 11 de noviembre, pueda tener alg¨²n resultado positivo. Las reuniones de preparaci¨®n que se est¨¢n celebrando en Madrid desde hace m¨¢s de un mes aparecen estancadas, sobre todo por el principal tema de desacuerdo: el tiempo y el lugar que han de ocupar los an¨¢lisis sobre el cumplimiento del Acta de Helsinki -firmada hace cinco a?os en la primera fase de esta conferencia-, que es por donde puede entrar toda la ofensiva occidental: los derechos del hombre, en Afganist¨¢n y en la misma Uni¨®n Sovi¨¦tica, apoyados en los informes de los disidentes, seg¨²n los cuales, hay m¨¢s de doscientos campos de concentraci¨®n, con cinco millones de detenidos. Los sovi¨¦ticos acumulan a su vez detalles de violaciones de derechos humanos por parte de Estados Unidos, dentro y fuera de sus fronteras, y de las naciones que puedan apoyarlos en esta ofensiva. Pero no desean utilizarlos; preferir¨ªan pasar velozmente sobre todo este temario y conseguir, sobre todo, acuerdos para el futuro. Ser¨ªa su forma de conseguir una especie de olvido oficial sobre la cuesti¨®n de Afganist¨¢n, especialmente: cuesti¨®n que, por cierto, se va olvidando o reduciendo a informaciones menores a medida que avanza el problema de la guerra de Ir¨¢n; casi como si hubiera un acuerdo, t¨¢cito o explicito,(en todo caso, con la conveniente discreci¨®n para estos asuntos) de intercambiar acci¨®n por acci¨®n, y de que el afianzamiento del r¨¦gimen comunista de Afganist¨¢n pudiera ser un trueque por el final del r¨¦gimen revolucionario de Jomeini.
Las armas sobre las que negocian las dos naciones en Ginebra son infinitamente m¨¢s poderosas y m¨¢s capaces de realizar ?heridas in¨²tiles y sufrimientos superfluos?, m¨¢s graves para las poblaciones civiles y para los combatientes, que las convencionales, tan f¨¢cilmente limitadas -con la facilidad de quien no piensa cumplir nada de lo tratado- por la otra reuni¨®n de Ginebra. Pero, al fin, todas son armas. El equ¨ªvoco principal est¨¢ en creer que las armas son algo por si solas. Es muy propio de nuestro tiempo, que tiende a hacer de la tecnolog¨ªa un elemenio separado de la conciencia. Ya Virgilio vio a tiempo que furor arma ministrat; es el furor, la c¨®lera y el odio quienes inventan las armas, y la codicia la que las inventa, las fabrica y las vende. S¨®lo en ese punto, en la reducci¨®n del furor y de la c¨®lera, est¨¢ el principio del entendimiento y de un mundo con algunas posibilidades. Todo lo dem¨¢s es econom¨ªa.
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