Un alto honor
Ayer fue mi ¨²ltimo d¨ªa como embajador de SM el Rey de Espa?a en la Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas. Mi dedicaci¨®n a partir de ahora ser¨¢ casi exclusivamente el movimiento ol¨ªmpico internacional.Termin¨® para m¨ª una intensa etapa de poco m¨¢s de tres a?os llenos de novedades, recuerdos y tambi¨¦n alguna sorpresa. No considero que sea el momento de hacer un balance de mi gesti¨®n -eso corresponde al Gobierno y, en todo caso, al Parlamento-, ni tampoco de reflejar unas experiencias, que, por cierto, cofisidero que no solamente me pertenecen a m¨ª. Lo dejo para una mejor ocasi¨®n y espero tener el suficiente tiempo disp¨®nible para aprovechar una documentaci¨®n recogida con el esmero de un coleccionista que soy, sobre muchos de los aspectos de la vida en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No voy a abordar tampoco aqu¨ª el discutido tema de los pasados Juegos Ol¨ªmpicos, ni mi elecci¨®n a la presidencia del Comit¨¦ Internacional Ol¨ªmpico.
Estas l¨ªneas, que dicto a¨²n en mi despacho de trabajo de Mosc¨², en un magn¨ªfico d¨ªa soleado de este amarillo oto?o de Rusia, quiero que sean un comentario sobre la carrera "diplom¨¢tica espa?ola.
Han sido unos a?os densos de trabajo apasionante. A?os de abrir brechas, de colmar lagunas, de defender altos intereses y de proteger a compatriotas. No voy ahora a entrar en consideraciones sobre lo que se ha avanzado en esta primera etapa de la Embajada de Espa?a en Mosc¨²; a otros m¨¢s calificados corresponde la tarea. Lo que s¨ª quisiera, porque es de estricta justicia, es dar testimonio de mi respeto por quienes estos a?os han sido mis colaboradores: los empleados y funcionarios espa?oles sirviendo en el extranjero Y, a su frente, los miembros de la carrera diplom¨¢tica.
Llegu¨¦ a la embajada en Mosc¨² con una idea superficial de lo que era el servicio exterior. Ahora tengo una experiencia personal de lo que es vivir d¨ªa a d¨ªa al servicio de Espa?a.
No es f¨¢cil arrancarse durante la mayor parte de una vida al solar patrio, desarraigando. amistades y aflojando lazos. No es f¨¢cil separarse de los hijos, cuya educaci¨®n superior suele exigir esa ruptura. No es f¨¢cil la continua alternancia de climas, condiciones de vida y ambientes humanos harto dispares. Lo que parece ex¨®tico y agradable para un corto per¨ªodo puede convertirse, a la larga, en arduo y duro.
No he visto entre mis colaboradores muestras de esa supuesta proverbial frivolidad de los diplom¨¢ticos. Los necesarios aspectos sociales de la vida diplom¨¢tica constituyen parte integrante del diario quehacer y son, generalmente, m¨¢s trabajo que ocio. Tengo experiencia personal y constante de ello. Y hoga?o la existencia del diplom¨¢tico, aparentemente arropada en privilegios y exenciones, se ha hecho arriesgada. Algunos recientes acontecimientos lo han subrayado con dramatismo en la carne de nuestra propia diplomacia.
Los funcionarios del servicio exterior con quienes he trabajado estos a?os, tanto en el Ministerio de Asuntos Exteriores como en la Canciller¨ªa de Espa?a en Mosc¨², me han dado testimonio de preparaci¨®n, profesionalidad y disciplina. Tres virtudes a las que, desde estas p¨¢ginas, quiero rendir homenaje.
Una preparaci¨®n larga, exigente y que abarca muchos registros. Han de estar bien pertrechados, pues su vida es un constante desaf¨ªo, una multiplicaci¨®n de imprevistos que mantienen el esp¨ªritu despierto y el ¨¢nimo joven. Esta vasta preparaci¨®n general no excluye, sino que con ella se complementa, una cierta especializaci¨®n muy conveniente hoy ante la complejidad de los nuevos problemas.
Su profesionalidad se hace patente si pensamos que la jornada del diplom¨¢tico tieneveinticuatro horas. Ciertas gestiones pol¨ªticas, el ejercicio de la acci¨®n consular y la protecci¨®n de los compatriotas no siempre se conjuga con horarios y jornadas de descanso. En el funcionario diplom¨¢tico, la dedicaci¨®n exclusiva es siempre una necesidad absoluta.
Utilidad de la especializaci¨®n
Respecto a la disciplina, no he de insistir. En ella la carrera diplom¨¢tica no le va a la zaga a la militar. Disciplina para aceptar, acatar y cumplir para colaborar. Yo creo que sin disciplina la vida ser¨ªa a¨²n m¨¢s dif¨ªcil a bordo de esa nave que es una embajada.
Por otra parte, seria deseable que no se olvidase el principio b¨¢sico de que el Ministerio de Asuntos Exteriores representa la unidad en la ejecuci¨®n de la acci¨®n exterior del Estado. La creciente especializaci¨®n de la Administraci¨®n no debe suponer, autom¨¢ticamente, una devaluaci¨®n de la funci¨®n diplom¨¢tica. La acci¨®n exterior tiene su t¨¦cnica y sus t¨¦cnicos. En este sentido, quiz¨¢ ser¨ªa ¨²til una mayor especializaci¨®n en el seno de la carrera diplom¨¢tica, especializaci¨®n que, comprendo, es dif¨ªcil de articular, y necesita de muchos m¨¢s medios materiales y humanos de los que en la actualidad dispone. El hecho de existir pa¨ªses desarrollados y del Tercer Mundo, pa¨ªses socialistas y productores de petr¨®leo, organizaciones multilaterales y de integraci¨®n, etc¨¦tera, exige, cada vez m¨¢s, una especializaci¨®n cualificada en estos temas.
De esta manera se podr¨ªa evitar adem¨¢s la tentaci¨®n de algunos sectores de la Administraci¨®n del Estado de atribuirse competencias que dificultan el que Espa?a pueda hablar con una sola voz en el mundo y complican y multiplican los canales de negociaci¨®n y de presencia en el exterior, rompiendo el principio b¨¢sico y universalmente admitido de la fundamental unidad de la acci¨®n exterior.
Al poner t¨¦rmino ahora a mi singladura de m¨¢s de tres a?os, quiero romper esta lanza por el servicio exterior, sus funcionarios diplom¨¢ticos y la inestimable cooperaci¨®n y ayuda de los agregados, cancilleres y personal administrativo y subalterno.
Agradezco al Palacio de Santa Cruz su constante ayuda, comprensi¨®n y est¨ªmulo. Agradezco la confianza de sus altas instancias y la colaboraci¨®n que me han prestado todas sus direcciones generales. Y agradezco a todos mis colaboradores en la Embajada de Espa?a en la Uni¨®n Sovi¨¦tica su lealtad y su entrega, que, han hecho de estos a?os uno de los per¨ªodos m¨¢s densos de mi vida.
En la Embajada de Espa?a en Mosc¨² abr¨ª un libro de firmas, en el que estamparon la suya cuantas personas pasaban por ella. Junto a las firmas de ministros, pol¨ªticos y altos funcionarios aparecen las de artistas, obreros, hispano-sovi¨¦ticos y turistas. Quiero traer a colaci¨®n la de mi amigo el escultor Mares, insigne presidente de la Academia de San Jorge, de Barcelona. Dej¨¢ndose llevar por su sentido po¨¦tico y por su amplia cultura cl¨¢sica, Mares hace en el libro de honor de la embajada un elogio y se extiende sobre aquel gran embajador que fuera, en su ¨¦poca, el duque de Osuna. Pero tanto a ¨¦l como a m¨ª nos consta que aquel estilo de representar pertenece a las hojas del pasado. La realidad del servicio exterior es hoy muy otra. Una realidad joven, decidida, din¨¢mica y emprendedora. El haber podido servir durante unos a?os en la carrera diplom¨¢tica representa para m¨ª un alto honor y una gran lecci¨®n, lecci¨®n de servicio a Espa?a.
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