"La moral cristiana ha quedado fosilizada en San Agust¨ªn", afirma el te¨®logo moralista Chiavacci
Este quinto s¨ªnodo general de obispos que se est¨¢ clausurando en Roma y que se propon¨ªa estudiar el problema de La familia cristiana en el mundo contempor¨¢neo est¨¢ siendo seguido con mucha atenci¨®n desde el exterior por toda una serie de te¨®logos y moralistas de todo el mundo, que han venido a Roma ex profeso. Y es que los temas tocados por el s¨ªnodo, que son todos los que se refieren a la estructura de la familia y a sus consecuencias de tipo sexual y social son de la m¨¢xima actualidad en los cinco continentes.
EL PAIS ha querido examinar con uno de estos expertos los trabajos de este s¨ªnodo, que, al parecer, no va a dar ning¨²n paso adelante respecto del Concilio Vaticano II, a pesar de un mes de debate de m¨¢s de doscientos obispos.Se trata de Enrico Chiavacci, presidente para los problemas de moral de la asociaci¨®n italiana de te¨®logos. Chiavacci es, desde hace m¨¢s de veinte a?os, p¨¢rroco de una peque?¨ªsima parroquia labradora de Florencia; pero, al mismo tiempo, uno de los moralistas de mayor prestigio actual.
?C¨®mo ve este s¨ªnodo el te¨®logo florentino? Chiavacci ha querido examinar, en las discusiones de los padres sinodales, tres problemas concretos: el concepto de familia propuesto por los obispos, la procreaci¨®n responsable y la enc¨ªclica de Pablo VI Humanae vitae.
Por lo que se refiere al modelo de familia, Chiavacci ve muy peligroso el hecho de que este s¨ªnodo presente, como el m¨¢s adaptado a las exigencias del Evangelio, el tipo de familia que es t¨ªpico de la cultura occidental, como si fuese el ¨²nico posible de acuerdo con el Evangelio. ?No niego?, afirma el te¨®logo, ?que tambi¨¦n este modelo de familia, que, por otra parte, es muy reciente en la historia, pueda tener tambi¨¦n elementos v¨¢lidos conformes a la fe cristiana; pero no es la ¨²nica f¨®rmula de familia conforme con los valores evang¨¦licos?.
Lo que hay que hacer es comprender mejor que pueden coincidir con el Evangelio muchos tipos de familia y de culturas. En los primeros siglos del cristianismo, por ejemplo, no exist¨ªa el matrimonio cristiano. Cada uno se casaba seg¨²n su cultura y los que despu¨¦s se hac¨ªan cristianos le ped¨ªan al obispo una bendici¨®n de Dios. Eso era todo?.
Medios naturales y artificiales
Y por lo que se refiere al famoso problema de la procreaci¨®n responsable y de los medios de control de nacimientos, el moralista Chiavacci piensa que durante este s¨ªnodo los obispos se han plantado en la vieja cuesti¨®n de medios naturales y medios artificiales anticonceptivos, olvid¨¢ndose de una doctrina important¨ªsima que est¨¢ ya en el Concilio Vaticano II, en la Gadium et spes, que afirma que toda procreaci¨®n, para que sea l¨ªcita, debe ser, desde un punto de vista cristiano, ?un acto de amor?. Los medios son secundarios. Puede haber procreaciones que son pecado porque no son un acto de amor, sino de ego¨ªsmo, y, al contrario, el usar un anticonceptivo puede ser un deber y un gran acto de amor.?He tenido la impresi¨®n de que el s¨ªnodo viene a decir a los matrimonios cristianos que si usan los medios naturales pueden estar tranquilos con su conciencia y, al rev¨¦s, con remordimientos si usan los medios artificiales. No es verdad. Un cristiano puede usar los medios naturales y hacer un acto de profundo ego¨ªsmo y, al rev¨¦s, para una pareja puede ser un deber evitar un hijo, incluso con un medio artificial.
Otro caballo de batalla en este sinodo ha sido la enc¨ªclica de Pablo VI Humanae vitae. Seg¨²n el te¨®logo de Florencia, no s¨®lo mucha gente de la calle, sino incluso muchos obispos, por lo que se ve en los debates, han reducido la enc¨ªclica a dos l¨ªneas, consider¨¢ndola reductivamente una enc¨ªclica contra la p¨ªldora. Y esto no es verdad. En realidad, es una enc¨ªclica prof¨¦tica que lucha contra los mayores enemigos de la humanidad: contra el ego¨ªsmo personal y contra el control de nacimientos forzado, impuesto por los poderes p¨²blicos. ?Si acaso?, a?ade, ?el punto flaco de la enc¨ªclica es cuando distingue en los medios anticonceptivos entre naturales y artificiales, presentando a estos ¨²ltimos siempre como "intr¨ªnsecamente deshonestos"; y, de hecho, esta es la gran dificultad que se ha advertido en el s¨ªnodo: una especie de picaz¨®n, pero que pocos obispos se han atrevido a combatir directamente, probablemente porque Pablo VI "est¨¢ a¨²n ah¨ª", es muy reciente y existe como un pudor de combatir su enc¨ªclica. Por otra parte, todos saben que no se trata de un dogma de fe. No lo es ni la indisolubilidad del matrimonio, que el Concilio de Trento quiso promulgar como tal, y la Iglesia se neg¨® para no condenar a los hermanos orientales. En moral cat¨®lica existen s¨®lo prohibiciones?. Seg¨²n Chiavacci, es posible hacer una distinci¨®n dentro de los m¨¦todos anticonceptivos artificiales entre aquellos considerados ?intr¨ªnsecamente malos? y los otros. En el primer caso, ¨¦l enumera la esterilizaci¨®n sin motivos excepcionales o el aborto s¨®lo como medio de control y no por motivos particulares.
Pero no los otros medios. ?Es verdad?, dice, "que los obispos han recordado el peligro ecol¨®gico, por ejemplo, para los medios de tipo qu¨ªmico, como, por ejemplo, la p¨ªldora; pero en este caso no se puede hablar de "intr¨ªnsecamente malos", porque toda la filosof¨ªa de la consecuencialidad habla de que es posible usar algo que puede acarrear un mal, pero que es preferible al mal que se podr¨ªa producir si no se usara. Y as¨ª, una mujer puede l¨ªcitamente arriesgarse a tomar la p¨ªldora sabiendo que puede tener consecuencias para la salud, pero que ser¨¢n menores que el drama de concebir un hijo. Si, por el contrario, estos m¨¦todos se consideran "intr¨ªnsecamente deshonestos" entonces, por ning¨²n motivo, se pueden usar. Y es aqu¨ª donde cojea la enc¨ªclica. Son las dos ¨²nicas palabras que deber¨¢n ser estudiadas de nuevo; y, junto a esto, el problema de querer determinar por fe qu¨¦ cosa es seg¨²n la naturaleza. Es un problema muy peligroso para la Iglesia?, a?ade Chiavacci. ?La Iglesia podr¨ªa encontrarse en graves dificultades si la ciencia probara, como empieza a hacerlo, por ejemplo, que la procreaci¨®n no es biol¨®gicamente la finalidad del acto sexual?.
Le preguntamos, para terminar, al te¨®logo-moralista florentino por qu¨¦ la Iglesia es tan reacia a abrirse en el campo de la moral sexual, y Chiavacci responde que pr¨¢cticamente la moral cristiana se hab¨ªa quedado fosilizada en San Agust¨ªn, que el Concilio Vaticano II hab¨ªa creado una gran revoluci¨®n, pero que no existen a¨²n los esquemas nuevos para canalizar la nueva moral.
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