El tama?o de Madrid
No hace mucho se nos ha dicho, a trav¨¦s de las declaraciones de un ministro, que no hay que preocuparse, que Madrid tiene suelo preparado -?o en preparaci¨®n?- para dos millones de habitantes m¨¢s. Por otro lado, cualquiera en. esta ciudad reconoce sus graves defectos de todo tipo. Hay aceptaci¨®n un¨¢nime sobre que Madrid es un monstruo, y, a continuaci¨®n, suele a?adirse: ??Qu¨¦ gusto hace veinte o veinticinco a?os...!?.El ¨¢rea metropolitana de Madrid tiene ya cerca de los cinco millones de habitantes. Es decir, la s¨¦ptima parte de la poblaci¨®n total del pa¨ªs. Esta concentraci¨®n se debe, fundamentalmente, a una pol¨ªtica en este sentido, que prevaleci¨® durante y no por idoneidad de localizaci¨®n, geom¨¦trica o econ¨®mica.
Enunciemos algunas caracter¨ªsticas de su estructura urbana. Madrid, el Madrid inicial, como centro del sistema, ahogado con una expansi¨®n continua con una densidad, tanto de servicios como residenciales inusitadamente alta, en el mundo occidental. Una serie de asentamientos en la periferia: M¨®stoles, AIcorc¨®n, Hortaleza, Getafe, Fuencarral, Torrej¨®n, etc¨¦tera, que han pasado de pueblos o aldeas a convertirse en n¨²cleos urbanos de 100.000 a 200.000 habitantes, en un per¨ªodo de diez a quince a?os, con una forma que est¨¢ a la vista, no merecen la pena ser analizados para hacer un diagn¨®stico catastr¨®fico de sus cualidades.
El sistema de transporte. Todos conocemos su estado: embotellamientos, falta de aparcamientos; aceras, cuando las hay, ocupadas por veh¨ªculos,- inexistencia de lugares o canales para circulaci¨®n de peatones.
Pol¨ªtica hasta ahora de creaci¨®n de escalextrics, autopistas urbanas, mientras se siguen creando nuevas ¨¢reas con densidades alt¨ªsimas y reemplazando el tejido urbano existente, aumentando tambi¨¦n su densidad anterior. El tr¨¢fico est¨¢ generado por la densidad de los usos a que sirve; si la red de circulaci¨®n ya era incapaz, qu¨¦ se consigue modific¨¢ndola si no ataja al agente causante de su inadecuaci¨®n la densidad de los usos del suelo que la congestiona.
Otro aspecto parcial de la pol¨ªtica de tr¨¢fico es la creaci¨®n de aparcamientos en el centro. Estos aumentan la generaci¨®n de tr¨¢fico incitando a m¨¢s conductores, con la ilusi¨®n de que ?en los aparcamientos habr¨¢ sitio?, congestionando, todav¨ªa m¨¢s, la red de distribuci¨®n. En un¨¢ ciudad que bajo el punto de vista de congesti¨®n e inadecuaci¨®n ambiental el centro se extiende a gran parte de su. superficie construida.
A cualquier jard¨ªn se le llama parque
Los espacios verdes. Cada alcalde ha inaugurado alg¨²n parque. Aqu¨ª le llamamos parque a cualquier jard¨ªn. Pero ?cu¨¢les son las necesidades de cinco millones de habitantes; de espacio para recreo, ocio, y, simult¨¢neamente, para que purifique la mermelada gris gaseosa que respiramos actualmente? ?Cu¨¢nto espacio ser¨ªa necesario para las necesidades higi¨¦nicas cotidianas, dentro de cada uno de los barrios que componen Madrid? ?C¨®mo resolver las necesidades de utilizaci¨®n y disfrute del medio natural, para escaparse de este engendro urbano en que vivimos? ?C¨®mo se pueden desplazar de Madrid todos los que lo desean?
El espect¨¢culo de las caravanas cualquier fin de semana no desmienten esta posibilidad, y en esta ¨¦poca de crisis parece que pronto ser¨¢ imposible, incluso para las econom¨ªas individuales.
El anillo verde. Tendr¨ªa, suponemos, entre otras misiones, limitar el crecimientc, del ¨¢rea urbana y garantizar la iccesibilidad inmediata o pr¨®xima de la poblaci¨®n del interior del anillo al medio natural. ?Qu¨¦ sentido tiene entonces salt¨¢rselo, o construirlo parcialmente, cualesquiera que sean los razonamientos financieros o administrativos?
Las zonas residenciales. ?No acepta todo el mundo, como se denuncia diariamente, que est¨¢n carentes de todo tipo de servicios comunitarios, sociales y funcionales? ?C¨®mo se podr¨ªa ahora, adem¨¢s de proveer de esos servicios, lo que, a todas luces, ser¨ªa desesperadamente urgente, darles unas cualidades ambientales m¨ªnimamente aceptables? ?No merecer¨ªa gran parte de nuestro stock de vivienda, sobre todo lo construido en los ¨²ltimos veinte a?os, la calificaci¨®n de chabolas por pisos? ?Cu¨¢l ser¨ªa el coste de la mejora ambiental de esas ¨¢reas, donde viven cientos de miles de personas?
Los efectos acumulativos del crecimiento r¨¢pido y progresivo del ¨¢rea urbana van demandando unas intervenciones sobre la infraestructura cada vez m¨¢s complicadas y m¨¢s asombrosamente costosas.
?Cu¨¢nto costar¨ªa limpiar esta ciudad de echadizos y escombros y conseguir un sistema de recogida, tratamiento y eliminaci¨®n d¨¦ los desechos, cada vez a unas distancias mayores y a un menor coste? Una,vez iniciados estos servicios generales necesarios, esta simple iniciaci¨®n estimular¨¢ el crecimiento, y, como consecuencia, la distancia entre los problemas y los medios para resolverlos aumentar¨¢.
Un entorno urbano miserable
Sufrimos durante afios la enfermedad del triunfalismo desarrollista; Madrid crec¨ªa r¨¢pidamente. Se convirti¨® en una gran ciudad ni Barcelona la aventajaba en tama?o. Mientras cre¨¢bamos un entorno urbano miserable desde su nacimiento, nos convenc¨ªan -y nos dej¨¢bamos convencer- de que una gran ciudad, en una tambi¨¦n autodenominada sociedad pos¨ªndustrial avanzada, llevaba consigo el precio de un hacinamiento urbano tipo basurero, donde las defic¨ªencias de todo tipo eran cong¨¦nitas al tama?o.
Pero ese gran tama?o galopante ten¨ªa muchas compensaciones: primero, el orgullo del tama?o grande en s¨ª, mayor oportunidad de empleo, diversidad de todo tipo de asociaciones, anonimato y otras muchas cualidades, todas mezcladas sin evaluaci¨®n de su car¨¢cter positivo o negativo.
Nuestra opini¨®n, sustentada por lo dicho anteriormente, es que la soluci¨®n de esta ciudad pasa ineludiblemente por una pol¨ªtica de disminuci¨®n del crecimiento, hasta llegar a pararlo, ?hasta que deje de crecer! Paralelamente, habr¨¢ que llevar a cabo todas las medidas conducentes a su arreglo en la medida de lo posible, y, por supuesto, gradualmente.
Y esta pol¨ªtica tendr¨ªa que exponerse clara y descaradamente ante el pueblo.
Y no pensemos por m¨¢s tiempo que las t¨¦cnicas de planeamiento urbano es lo que habr¨ªa que aplicar; que los problemas de una ciudad como esta exigen procedimientos m¨¢s sofisticados cada d¨ªa, so?ando que vamos a encontrar un modelo que, de seguirlo, resolver¨¢ nuestro engendro.
La pol¨ªtica que tienen que hacer los pol¨ªticos, ahora que los hay, no deber¨¢ quedarse en una nueva revisi¨®n de un plan general y que hasta que se re¨²nen todos los datos y realicen los an¨¢lisis, y se puedan meter en la computadora,-habr¨¢n pasado otros afios, el enfermo estar¨¢ m¨¢s agonizante y habr¨¢ que ir a descubrir un nuevo, aparato, m¨¢s complicado todav¨ªa, que contribuya a retardar el encarar los problemas m¨¢s graves.
El problema no es c¨®mo sobrevivir en el castillo ruinoso de Frankenstein, sino reconocer que Frankenstein debe dejar de existir.
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