La lecci¨®n andaluza
Casi ocho meses han tardado nuestros pol¨ªticos en poner fin al contencioso andaluz. No es la suya,, evidentemente, una haza?a de especial renombre, ya que en el tiempo invertido por ellos en reencontrar la v¨ªa del art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n y retornar al punto de partida, Col¨®n habr¨ªa descubierto hasta tres veces Am¨¦rica y a¨²n le hubieran sobrado algunos d¨ªas. Sin embargo, ser¨ªa injusto afirmar que la experiencia ha sido in¨²til, porque gracias a ella y a pesar del barullo de todos estos meses ha servido para arrojar un poco de luz en la confusa Espa?a posconstitucional.Habr¨ªa valido la pena el refer¨¦ndum andaluz aunque s¨®lo fuera porque el 28 de febrero constituy¨® la m¨¢s importante revalorizaci¨®n de las urnas como procedimiento eficaz para dilucidar las confrontaciones pol¨ªticas en un pa¨ªs en el que casi la mitad del electorado se hab¨ªa vuelto ya de espaldas y en el que las bandas de iluminados esgrimen las metralletas como sustitutivos de la voluntad popular.
Pero el 28 de febrero no fue s¨®lo el gran triunfo de las urnas sobre la arbitrariedad y de la imaginaci¨®n frente a la prepotencia. Gracias a ¨¦l estamos en condiciones de conocer mejor las limitaciones de nuestros gobernantes -incluidos los que gobiernan desde la oposici¨®n-, y siempre es bueno saber con qui¨¦n nos gastamos los cuartos. Gracias a ¨¦l tambi¨¦n se ha llenado de contenido la oferta auton¨®mica para el resto de Espa?a y ha quebrado el modelo inicial al quedar reducidas las distancias entre nacionalidades y regiones tras las sucesivas entregas del Gobierno para hacer atractiva la v¨ªa del art¨ªculo 143 a los ojos de los andaluces. El atrincheramiento de, las fuerzas pol¨ªticas de la oposici¨®n en el,, art¨ªculo 151 permiti¨® que hoy sean otras regiones las que, recojan los frutos.
Fue un gran privilegio vivir de cerca el 28 de febrero y los d¨ªas que le precedieron; asistir -no dando cr¨¦dito a lo que ve¨ªan nuestros ojos y a lo que escuchaban nuestros o¨ªdos- a toda una maniobra de aplastamiento de los procedimientos democr¨¢ticos, nada menos que por el Gobierno de la naci¨®n, con el fin de hacer prevalecer con los procedimientos m¨¢s innobles una opci¨®n leg¨ªtima, la de UCD, frente a otras que no lo eran menos. Por eso fue m¨¢s grande la victoria de los andaluces, porque la medida de las victorias la dan el enemigo y los, fines por los que se lucha.
El enemigo eran el partido del Gobierno y el Gobierno mismo, no porque defendieran la leg¨ªtima opci¨®n del art¨ªculo 143, sino porque en un refer¨¦ndum por ellos convocado predicaban la abstenci¨®n. ?Andaluz, este no es tu refer¨¦ndum?, dec¨ªa Lauren Postigo machaconamente desde la radio. ?Y bien, entonces, ?cu¨¢l es??, se preguntaban los ¨¢ndaluces. Desde el Gobierno se intent¨® boicotear una consulta popular que las Constituciones reservan para las grandes ocasiones, en las que se quiere evitar que los representantes del pueblo adopten acuerdos sin consultar expl¨ªcitamente con el cuerpo social.
Pues bien, en ese preciso momento el Gobierno se dedic¨® a combatir la ¨²nica instituci¨®n de democracia semidirecta que resta en los sistemas pol¨ªticos modernos con toda su artiller¨ªa. Las hemerotecas ah¨ª est¨¢n, por si la memoria quebradiza de los humanos ya no recuerda aquella pregunta antol¨®gica, el recorte de la campana, la prohibici¨®n de la propaganda en los medios de comunicaci¨®n oficiales, que son de extraordinaria importancia en Andaluc¨ªa, las presiones sobre los medios de comunicaci¨®n privados, los errores del censo, la televisi¨®n que no cubre toda la regi¨®n, las dificultades para el ejercicio del voto a funcionarios y un largo etc¨¦tera.
La revaluaci¨®n de las urnas
Frente a todo esto se alz¨® el pueblo andaluz, y las urnas revalidaron su funci¨®n en una democracia, incluso sobre los dem¨®cratas que predicaban la abstenci¨®n.
Hab¨ªa mucho de sublevaci¨®n popular en el 28 de febrero, mucho de 2 de mayo y de guerrilla pac¨ªfica contra los napoleones de Madrid. Los taxistas, los camareros, las amas de casa engalanando sus balcones con banderas andaluzas y pintando los tiestos de andaluz, los cantaores, los restaurantes sirviendo helados verdi-blancos, las j¨®venes portando un s¨ª sobre sus pechos, de prominencia a prominencia, fueron los ,comandos de esta guerrilla que arrastr¨® hasta las urnas, el 28 de febrero, a andaluces de todos los rincones, de derechas y de izquierda, tullidos, enfermos y sanos, en paro o con trabajo.
Los mismos andaluces de UCD traicionaron a su propio partido y muchos de los llegados de otras tierras a controlar el desarrollo de la votaci¨®n lloraban l¨¢grimas de arrepentimiento en los vest¨ªbulos de los hoteles, despu¨¦s de haber sufrido el asedio de un pueblo que adem¨¢s de votar les negaba hasta el agua. Les hab¨ªan prometido, a algunos, un fin de semana en Andaluc¨ªa, y al d¨ªa siguiente de la votaci¨®n los m¨¢s ya estaban de vuelta a casa.
Pol¨ªticos al descubierto
El refer¨¦ndum andaluz ha contribuido, por otra parte, a que conozcamos mejor qu¨¦ clase pol¨ªtica tenemos y de qu¨¦ textura est¨¢n hechos los proyectos de hombres de Estado que nos gobiernan. Ante todo. queda la gran duda de saber si el contencioso andaluz se resolvi¨® porque realmente era una cue;ti¨®n de Estado, que bloqueaba todo el desarrollo auton¨®mico, o simplemente porque se estaba convirtiendo en la tumba de m¨¢s de una carrera pol¨ªtica. Una tumba que los responsables de los grandes partidos, Adolfo Su¨¢rez, Felipe Gonz¨¢lez y todos los dem¨¢s, comenzaron a cav¨¢rse a s¨ª mismos por su incapacidad para evitar que una cuesti¨®n de Estado se convirtiera en una plataforma de ambiciones partidistas y personales.
A todas las grandes biogr¨¢fias de UCD les salpica el barro del atropello -fallido- andaluz. Empezando por Adolfo Su¨¢rez, como m¨¢ximo responsable de la improvisaci¨®n de su partido en materia auton¨®mica, porque si bien es cierto que no s¨®lo UCD ha hecho gala de irresponsabilidad en este tema, le corresponde asumir la cuota m¨¢s grande, porque su improvisaci¨®n es tanto m¨¢s grave cuanto que el partido del Gobierno tuvo en sus m anos la conducci¨®n de todes los procesos auton¨®micos a su antojo. Sin UCD no hubiera piosperado por el 151 la iniciativa auton¨®mica en la fase municipal ei ninguna regi¨®n.
Hay otro geste de Adolfo Su¨¢rez muy revelador y es su imposici¨®n al PSOE die que Manuel Clavero no firmara el acuerdo para desbloquear el proceso andaluz. Su¨¢rez rectifica, pero no perdona lo que indica que no ha rectificado del todc y que su enmienda le viene impuesta por las circunstancias. Hay que comprender, por otra parte, que es muy duro reconocer la victoria del pueblo andaluz cuando ello lleva consigo tener que reconocer los propios errores.
Fernando Abril, ex vicepresidente del Gobierno, entonces m¨¢s gloria de UCD que hoy, tambi¨¦n tuvo que ver con esta historia. El fue quien, despu¨¦s del volantazo de su partido en Andaluc¨ªa, transmisi¨® a la flor y nata de UCD, reunida en la Moncloa, el lema de la campana que se avecinaba: ?Las guerras, cuando se plantean, hay que ganarlas con medios leales y desleales; por tanto, ¨¦sta ser¨¢ una guerra sucia?.
Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, entonces en fase de expiaci¨®n tras su paso por el Gobierno, al ver el cariz de los acontecimientos, tom¨® a Manuel Clavero y, llev¨¢ndole a un aparte, le dijo: ?Manolo, pi¨¦nsailo, van bien, te van a hacer la vida imposible. No sabes el calvario que yo pas¨¦?.
Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca, andaluz de C¨¢diz, cuya aportaci¨®n m¨¢s c¨¦lebre al refer¨¦ndum fue la redacci¨®n de la jerogl¨ªfica pregunta. M¨¢s desconocida y no menos meritoria fue la habilidad desplegada para evitar que la palabra Andaluc¨ªa apareciera en tres pl¨²mbeas p¨¢ginas del Bolet¨ªn Oficial del Estado en las que se regulaban los t¨¦rminos de la consulta.
Rafael Arias Salgado, entonces secretario general de UCD, defensor del ?rigor constitucional'? de la pregunta y m¨¢xitho responsable de la campa?a abstencionista que acab¨® convirti¨¦ndose en la principal impulsora del voto.
Antonio Jim¨¦nez Blanco, andaluz, hoy presidente del Consejo de Estado, en cuyo feudo granadino se lleg¨® a practicar la guerra psicol¨®gica desde una avioneta. que solt¨® miles de panfletos -no llevaban pie de imprenta- en un vuelo rasante sobre la multitud que en la plaza de Bib-Rambla presenciaba un m¨ªtin comunista, justo en el momento en que. Rafael Alberti recitaba lode ?Pase¨¢base el rey moro ... ?. Por, aquellos d¨ªas, no conforme con la historia de las dos Espa?as, lanz¨® la idea de lasdos Andaluc¨ªas y el centralismo sevillano.
Rodolfo Mart¨ªn Villa, padre del invento de reconducir todos los procesos auton¨®micos, que despu¨¦s de haber metido a su partido en el embrollo andaluz, lo sac¨® finalmente de ¨¦l con lo que sus compa?er os le deben,dos favores. El 28 de febrero, Mart¨ªn Villa revalid¨®, por otra parte, todos sus t¨ªtulos como mago de las urnas, pues por doquier se aparec¨ªa, como un Cid Campeador reencarnado, encabezando las expediciones de interventores de urnas llegados de Castilla, Arag¨®n, Murcia y otros reinos. Tuvo que mostrarse de cuerpo presente en el Palacio de Congresos y dejar que los periodistas metieran sus dedos en la herida del 151, a fin de desmentir todos los rumores que llegaban de Andaluc¨ªa sobre supuestos avistamientos.
No ser¨ªa justo excluir de este retablo de personajes a Alejandro Rojas Marcos, porque habr¨ªa que recordarle que la constancia, y no s¨®lo el oportunismo, es una virtud en la pol¨ªtica. Es verdad que sin el PSA no hubiera sido posible el 28 de febrero, porque ni UCD, ni PSOE, ni PCE, hubieran sentido la necesidad de subirse al carro del art¨ªculo 151. Pero no es menos cierto que si hoy Andaluc¨ªa tiene expedita esa v¨ªa es a pesar del PSA. Su pacto con el Gobierno supon¨ªa medir a toda Andaluc¨ªa, por el rasero de Almer¨ªa, en definitiva, no reconocer una victoria.
Qui¨¦n se carg¨® el invento
Es probable que sin refer¨¦ndum andaluz hubiera sido m¨¢s f¨¢cil la construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas, aunque cabe la duda razonable de si no habr¨ªa estallado el invento por otro lado. Al fin y al cabo, del batiburrillo auton¨®mico no tienen la culpa los andaluces, sino la clase pol¨ªtica, y ¨¦sta es la misma con o sin el 28 de febrero. No fueron los andaluces los que se cargaron el modelo auton¨®mico inicialmente previsto en la Constituci¨®n, sino la poca convicci¨®n con que lo defendieron sus dise?adores.
La Constituci¨®n prev¨¦ un modelo auton¨®mico desigual entre nacionalidades y regiones, un modelo a la italiana, que hubiera podido funcionar si los parlamentarios hubieran sido con secuentes. Pero apenas,aprobada la Constituci¨®n, en vez de admitir ante el pueblo espa?ol el tratamiento auton¨®mico diferencial y justificarlo como adecuado a realidades diferenciales, perdieron el culo, como el cojo famoso -?No,corr¨¢is, que es peor?-, en ponerse al frente de la subasta auton¨®mica en sus regiones respectivas.
El caso andaluz no fue m¨¢s que el soplo de aire que empuj¨® el primer naipe. Lo dem¨¢s vino por a?adidura. Sorprendidos en el descampado con los pantalones en las rodillas, los pol¨ªticos -el Gobierno sobre todo- ten¨ªan dos opciones: sub¨ªrselos o baj¨¢rselos. Optaron por lo segundo: autonom¨ªa para todos.
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