"El mantenimiento de la paz mundial es responsabilidad casi exclusiva de Estados Unidos"
Ronald Reagan, candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, trata en esta entrevista de sus comienzos en la vida pol¨ªtica, el apoyo prestado a otros pol¨ªticos, ?que recurr¨ªan a m¨ª por mi renombre? y el posterior inter¨¦s por la pol¨ªtica internacional, ?producto de haber visto cuatro guerras?. Sus viajes al extranjero y sus entrevistas con Franco y el fallecido sha de Ir¨¢n, ?poco antes de que tuviera que irse?. Y, de manera especial, habla de sus planes de Gobierno basados, como lo mantiene en su campa?a electoral, en el reencuentro de Estados Unidos con una capacidad militar y moral ?para el mantenimiento de la paz en el mundo?.
Pregunta. Recuerdo lo que dijeron los rusos cuando un criador de cacahuetes se convirti¨® en presidente de Estados Unidos; me pregunto qu¨¦ dir¨¢n si el pr¨®ximo presidente es un actor.Respuesta. Bien, no estoy informado acerca de los antecedentes de ninguno de los l¨ªderes sovi¨¦ticos; creo que podr¨ªa ser interesante investigarlos. Pero me imagino que hay otro aspecto de mi carrera que podr¨ªa parecer m¨¢s criticable a sus ojos que mi etapa como actor, y es el hecho de que fui elegido seis veces como presidente de un sindicato libre de trabajadores.
P. Desde hace varios a?os ha estado usted esperando que llegue el d¨ªa en que se convierta en presidente. ?Qu¨¦ medidas ha tomado para prepararse para esta responsabilidad?
R. De acuerdo con algunos peri¨®dicos, he estado intentando ser presidente desde 1968. Esto no es cierto. Nunca pens¨¦ que llegara a pretender cargo p¨²blico alguno. ,No ten¨ªa ambiciones pol¨ªticas. Estaba muy contento con mi forma de vida. Ten¨ªa un grado razonable de ¨¦xito en el mundo del teatro. Hab¨ªa sido dirigente de un sindicato y muchos pol¨ªticos me ped¨ªan ayuda en las elecciones. Mi renombre como actor me serv¨ªa para atraer al p¨²blico. A la vista de esto, la gente empez¨® a tratar de convencerme para que me presentara a las elecciones de gobernador de California. En principio, me resist¨ª durante varios meses; luego, en la campa?a presidencial de 1964, pronunci¨¦ un discurso que atrajo la atenci¨®n de ciertas personas, y que dio argumentos a los que quer¨ªan que me presentara como gobernador.
Finalmente, me decid¨ª a presentarme para gobernador en 1966, dos a?os despu¨¦s de las elecciones presidenciales. En aquella ¨¦poca, el Partido. Republicano estaba claramente dividido a consecuencia de aquella campa?a y de la aplastante victoria de los dem¨®cratas, encabezados por el entonces presidente, Johnson. Los republicanos buscaban un hombre que pudiera reunificar el partido. Muchos de ellos pensaron que yo podr¨ªa hacerlo. De esta forma llegu¨¦ a dejarme persuadir para convertirme en candidato tipo ?hijo predilecto?, pero con una condici¨®n: que la delegaci¨®n californiana para la convenci¨®n abarcara todo el espectro de las diversas actitudes republicanas en California, para que nuestro partido volviera a estar unido.
Antes del tr¨¢gico asesinato de Bobby Kennedy, las personas sensatas de este pa¨ªs tem¨ªan que la campa?a se redujera a un enfrentamiento entre ¨¦l y Nixon. Pensaban que una nueva carrera Nixon-Kennedy, es decir, una nueva contraposici¨®n de personalidades, y no, de ideolog¨ªas, no pod¨ªa ser beneficiosa para el pa¨ªs. Por otra parte, se trataba de una carrera que Nixon estaba abocado a perder. Por ello, muchos republicanos, no s¨®lo de California, sino de otros muchos Estados, que, adem¨¢s de republicanos, eran buenos ciudadanos americanos y que quer¨ªan que las elecciones se centraran en las posturas ideol¨®gicas, y no en las personas de los candidatos, iniciaron un movimiento cuya finalidad era presentarme a m¨ª como candidato republicano a la presidencia. Trat¨¦ de disuadirles, porque s¨®lo llevaba un a?o como gobernador de California. Pero su postura era muy firme; se me dijo: ?Queremos que seas t¨²; lo ¨²nico que queremos saber es si, en caso de incluirte en la lista de nominados, aceptar¨¢s la nominaci¨®n?. Esto no era problema. Desde el momento en que hab¨ªa ido a la convenci¨®n en calidad de ?hijo predilecto?, ello implicaba, al menos t¨¦cnicamente, que estaba dispuesto a aceptar la nominaci¨®n. Pues bien, esta es la historia; nunca hice el menor esfuerzo para convertirme en candidato en las elecciones de 1968. Al llegar las elecciones presidenciales de 1976 se produjeron numerosas especulaciones sobre qui¨¦n pod¨ªa ser el mejor candidato republicano, que se reflejaron tambi¨¦n en los sondeos de opini¨®n...
Y, aunque era bien sabido que yo era un gran admirador de Gerald Ford y le apoyaba activamente sin ning¨²n tipo de reservas, mi nombre figuraba de manera prominente en todas las listas como posible candidato republicano para la presidencia.
P. ?Por qu¨¦ se interesaba usted tanto por los temas internacionales?
R. Bien, en gran medida, la raz¨®n era la guerra. Creo que, cuando la guerra termin¨®, muchas personas de mi edad pensaban que una guerra as¨ª no ten¨ªa raz¨®n de ser y no debia suceder de nuevo. As¨ª, pues, en aquellos primeros a?os de la posguerra, muchas de mis conferencias se ocuparon de las causas. que provocaron aquella guerra, de la forma en que podr¨ªa haberse evitado, de c¨®mo entramos en ella y de lo que tenemos que hacer para asegurarnos de que una cosa as¨ª no vuelva a suceder. Exist¨ªa una gran tendencia por parte de muchos a olvidarse de la guerra y volver a sus vidas cot¨ªdi¨¢nas como si nada hubiera ocurrido. Fuimos muchos tambi¨¦n los que intentamos elevar nuestras voces en contra de esta actitud. Esta era la ¨¦poca en que los comunistas se hab¨ªan infiltrado en algunos de los 43 sindicatos y asociaciones de la industria cinematogr¨¢fica. En aquel entonces yo era presidente de la asociaci¨®n de actores. Los comunistas provocaron una huelga jurisdiccional para intentar paralizar la industria cinematogr¨¢fica o para obtener el control econ¨®mico de la misma. Los actores nos encontr¨¢bamos entonces en primera l¨ªnea, porque mientras noswros consigui¨¦ramos pasar los piquetes de huelga y entrar en los estudios, la industria podr¨ªa continuar subsistiendo.
Recuerdo que un d¨ªa llegu¨¦ un poco tarde al autob¨²s y me lo encontr¨¦ en llamas: le hab¨ªan arrojado una bomba. Eran los d¨ªas de la guerra fr¨ªa y de la pol¨ªtica expansionista rusa; era inevitable preocuparse de los asuntos internacionales y Je la pol¨ªtica exterior.
Cuando fui elegido gobernador, el presidente Nixon me envi¨® varias veces al extranjero como representante suyo en diversas misiones: tres veces a Asia y una vez a Europa. No se trataba de visitas de protocolo; por ejemplo, cuando Kissinger estaba en Pek¨ªn, yo visit¨¦ Taiwan para hablar con Chiang-kai-shek. Mientras Kissinger preparaba el terreno para la anunciada visita de Nixon a China, mi misi¨®n era la de asegurar a Chiang-kai-shek que esta visita no implicaba un cambio de actitud hacia su Gobierno. En mi viaje a Europa visit¨¦ seis pa¨ªses.
P. ?Con qui¨¦n se entrevist¨® en su viaje a Europa?
R. Habl¨¦ con Heath, que era entonces primer ministro, y habl¨¦ extensamente con varios jefes de la OTAN. Visit¨¦ al ministro franc¨¦s de Asuntos Exteriores. Estuve en Espa?a y me entrevist¨¦ con Franco. En Italia me entrevist¨¦ con el presidente y con el Papa. Tambi¨¦n estuve en Irlanda. Desde luego, los viajes a Asia fueron m¨¢s extensos: Jap¨®n, Taiwan, Singapur, Vietnam, Tailandia, Filipinas, Australia... Viaj¨¦ mucho cuando dej¨¦ de ser gobernador; viajaba solo Cuando fui a Inglaterra habl¨¦ con la primera ministra, se?ora Thatcher, cuando acababa de convertirse en l¨ªder de su partido. Mis visitas a Jap¨®n tuvieron una gran importancia para m¨ª. All¨ª estaba cuando se produjo ladevaluaci¨®n del d¨®lar. Visit¨¦ Ir¨¢n justo antes de que el sha tuviera que irse.
P. ?Cu¨¢l ser¨¢ su lista de prioridades, si llega a ser presidente?
R. En cuanto a asuntos internos, no cabe duda de que tenemos que estabilizar nuestra moneda, controlar la inflaci¨®n y rev¨ªtalizar la industria, de manera que podamos competir de nuevo en igualdad de condiciones con los pa¨ªses industrializados. En el frente internacional lo primero que tenernos que hacer es reconquistar la confianza de nuestros aliados.
Me parece que en los ¨²ltimos a?os Estados Unidos ha disgustado a muchos amigos y aliados, ha perdido su confianza en gran medida y ha perdido adem¨¢s el respeto de muchos adversarios en potencia. Tenemos que reconstruir nuestra capacidad defensiva. En el momento en que el mundo, incluyendo a nuestros enemigos potenciales, nos vea s¨®lo iniciar esta tendencia, nuestra posici¨®n mejorar¨¢; el simple hecho de estar inici¨¢ndola nos permitir¨¢ negociar con la Uni¨®n Sovi¨¦tica en t¨¦rminos m¨¢s efectivos y m¨¢s realistas. Pero no es s¨®lo una cuesti¨®n de potencia militar; tenernos que recuperar la confianza y el respeto de nuestros aliados. Tenemos que convencerles de que nuestra palabra es de fiar, de que se puede confiar en nosotros. Debemos recuperar nuestra credibilidad.
P. ?Qu¨¦ actitudes han contribuido, en su opini¨®n, a disminuir la credibilidad de Estados Unidos?
R. Bueno, por citar un ejemplo, el presidente declar¨® ante los medios de comunicaci¨®n que no soportarla impasible que hubiera una brigada de combate rusa en Cuba, que este hecho era totalmente inaceptable para nosotros, pero al cabo de un par de semanas dec¨ªa que no importaba que hubiera una brigada de combate en Cuba. Esta es una actitud t¨ªpica de este Gobierno y de su incapacidad para tomar una postura definida.
P. Pero, si fuera usted presidente y adoptara esta actitud, ?no correr¨ªa usted el riesgo de iniciar hostilidades
R. Mis enemigos en esta campa?a est¨¢n intentando por todos los medios colgarme ese sambenito. He sido testigo de cuatro guerras y no quiero m¨¢s, pero creo que hay mucho m¨¢s peligro de guerra con una pol¨ªtica internacional, in consistente e incoherente que nos mete en una crisis detr¨¢s de otra, y muestra que no tenemos control alguno de los acontecimientos
Los derechos de publicaci¨®n de este art¨ªculo han sido adquiridos al semanario brit¨¢nico The Observer.
"El mantenimiento de la paz mundial es responsabilidad casi exclusiva de Estados
Reflexione sobre la primera guerra mundial. Hoy en d¨ªa todo el mundo se pregunta: ??C¨®mo pudimos llegar a ella si nadie la deseaba??. Se me acusa de hablar de guerra, pero yo no hablo de guerra, sino de paz. Am¨¦rica se encuentra hoy en una posici¨®n tal que el mantenimiento de la paz mundial es responsabilidad nuestra casi exclusiva.Creo que no hay ning¨²n otro pa¨ªs que pueda desempe?ar este cometido y tampoco nosotros podremos hacerlo hasta que no cambiemos la pol¨ªtica de los ¨²ltimos a?os, si es que a esto se le puede llamar pol¨ªtica. No tendremos aut¨¦ntica paz hasta que hayamos recuperado, como he dicho antes, la confianza de nuestros amigos y aliados y reconstruido nuestra maquinaria militar, que es la que har¨¢, en ¨²ltimo t¨¦rmino, que nuestros adversarios potenciales se lo piensen bien antes de desafiarnos.
P. Algunos de sus amigos y aliados est¨¢n preocupados porque usted ha dicho p¨²blicamente que no apoyar¨¢ el acuerdo SALT II.
R. Es cierto, no lo apoyar¨¦; me opongo a ¨¦l. Pero no es cierto que no est¨¦ dispuesto a negociar un acuerdo con los rusos. He dejado ya bien claro que quiero un tratado con los rusos, que estoy dispuesto a negociar con ellos todo el tiempo que sea necesario para conseguir un tratado v¨¢lido de limitaci¨®n de armamento; un tratado por el cual, tanto nosotros como ellos, reduzcamos nuestra potencia militar nuclear a un nivel en el que no represente una amenaza ' mutua. Pero, ?c¨®mo podemos definir el acuerdo SALT Il como ?tratado de limitaci¨®n de armas estrat¨¦gicas? si lo primero que hace es autorizar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica 3.000 cabezas nucleares m¨¢s y permitirnos a nosotros que intentemos ponernos al d¨ªa?
P. Pero, si se opone usted al cumplimiento del acuerdo SALT II, ?no corre el peligro de que los rusos se ofendan hasta el punto de no querer negociar un acuerdo al nivel que usted desea?
R. ?No cree usted que cuando vean que estamos decididos a reconstruir nuestro poder¨ªo militar se sentir¨¢n inclinados a sentarse a negociar? De todas formas, mi plan no consiste simplemente en retirarnos del acuerdo, sino en abrir las negociaciones para un nuevo tratado, inmediatamente despu¨¦s de la retirada.
P. Se dice que est¨¢ usted a favor del control monetario como sistema para detener la inflaci¨®n.
R. Mi pol¨ªtica econ¨®mica no se reducir¨ªa al control fiduciario. En lo que concierne a este pa¨ªs, estoy a favor de una mezcla de reducciones en los impuestos y medidas que contengan la expansi¨®n de las empresas, para que, de esta forma, puedan acumular el capital necesario para renovar sus instalaciones.
Pero tambi¨¦n creo que tenemos que reducir nuestra maquinaria burocr¨¢tica; nuestro sistema de gobierno libre se lleva un tanto por ciento del producto nacional bruto mucho mayor que el que se ha llevado ning¨²n otro Gobierno antes. He creado un equipo, encabezado por Casper Weinberger, que fue secretario de Sanidad, Educaci¨®n y Seguridad Social en la Administraci¨®n Nixon que se est¨¢ ocupando de este problema. No se trata de eliminar programadores, sino de la necesidad de evitar dispendios y extravagancias.
P. Muchos americanos se quejan de que estas elecciones no est¨¢n centradas en las posturas pol¨ªticas, sino en las personalidades de los candidatos. ?Qu¨¦ piensa usted de esto?
R. Yo personalmente me limito en mis debates a los temas p¨²blicos, y creo que el m¨¢s importante de ellos es la incapacidad del Gobierno actual para enfrentarse a los problemas que acabo de mencionar. Cuando el presidente Carter se hizo cargo de la Administraci¨®n, la tasa de inflaci¨®n era del 4,8 % y la de desempleo del 6%. Por aquel entonces, Carter dijo que iba a reducir ambas al 4%. Pues bien, ahora la tasa de inflaci¨®n es del 12,1 % ¨® 12,2%, mientras que la de desempleo es del 8%; s¨®lo en los ¨²ltimos meses ha aumentado en dos millones el n¨²mero de parados. El presidente acaba de presentar su quinto programa econ¨®mico; parece que los cuatro anteriores fueron los que nos llevaron a la situaci¨®n en que estamos. Bien, aqu¨ª tenemos un tema p¨²blico y muy importante; es un tema que yo constantemente saco a relucir y someto a debate y para el que propongo mis propias soluciones. Luego est¨¢ el tema del armamento, del que ya hemos hablado, y el problema de la energ¨ªa, del equilibrio entre la oferta y la demanda energ¨¦ticas. Todos estos temas han sido tratados en mis debates y conferencias, y seguir¨¢n si¨¦ndolo. Los que se quejan de que en esta campa?a no haya temas de inter¨¦s p¨²blico lo hacen porque no ha habido suficiente discusi¨®n sobre estos temas, lo cual es cierto porque el presidente no puede airear mucho su historial en el cargo, que no es demasiado bueno, y ha decidido recurrir a los ataques personales; parece que intenta convertirme a m¨ª en el tema central de la campa?a.
P. ?Qu¨¦ conclusi¨®n saca usted del estado de ¨¢nimo del p¨²blico americano en esta campa?a electoral? ?Qu¨¦ cree usted que espera la gente del hombre que env¨ªen a la Casa Blanca esta vez?
R. Por encima de todo, creo que la gente espera de ¨¦l capacidad de mando. La gente es testigo de las vacilaciones y de las incoherencias de este Gobierno a nivel nacional: hoy se dice una cosa y ma?ana otra; la falta de decisi¨®n. No es que quieran un dictador en la Casa Blanca ni un guerrero montado en un blanco corcel. El pueblo americano tiene una mentalidad muy independiente, pero quiere un presidente capaz de decirles ?esta es la direcci¨®n que tenemos que seguir; esto es lo que hay que hacer?. El liderazgo no es otra cosa que hacer sentir a la gente que hay alguien que les dirige.
P. Se han dicho dos cosas acerca de su estilo como gobernador de California: la primera es que fue un gran ?delegador? y la segunda que mantuvo la figura del gobernador aislada de los problemas p¨²blicos, en lugar de comprometerla a¨²n m¨¢s en ellos. ?Cree que estos dos hechos nos pueden dar una idea de cu¨¢l ser¨¢ su l¨ªnea si llega a presidente?
R. S¨ª. A este respecto, podemos citar a otro presidente, que fue reelegido m¨¢s veces que Coolidge y que era tambi¨¦n un gran ?delegador?. Me refiero a Dwight Eisenhower. Tambi¨¦n acerca de ¨¦l se contaban muchos chistes e historias; sobre el tiempo que perd¨ªa en las pistas de golf, por ejemplo. Encima de la mesa de mi despacho tengo una peque?a placa de bronce con una frase suya que dice: ?Podremos realizar grandes empresas siempre que no nos importe a qui¨¦n se atribuya el m¨¦rito?. Pienso que uno de nuestros problemas m¨¢s graves es que el Gobierno federal se ha atribuido muchas funciones que corresponden en realidad a las administraciones estatales y locales.
P. En la primavera pasada, unos meses antes de su designaci¨®n como candidato republicano a la Presidencia, Henry Kissinger dijo que si llegaba usted a presidente la pol¨ªtica exterior americana se tornar¨ªa sensata y efectiva porque usted era un delegador de poderes excepcionalmente capaz y elegir¨ªa hombres de talento para que se encargaran de ello. ?Qu¨¦ clase de hombres ser¨ªan los que escogiera para esta tarea?
R. Habla de ?clase? de hombres... Cuando fui elegido gobernador, reun¨ª un grupo de colaboradores en los que ten¨ªa una gran confianza, hombres que, en mi opini¨®n, estaban capacitados para... digamos, para reconocer el talento en otras personas; sab¨ªan qui¨¦n era el m¨¢s indicado para cada tarea. Les dije que quer¨ªa que formaran un comit¨¦ en California que se ocupara de encontrar las personas adecuadas para cada puesto. Les dije que no quer¨ªa que se limitaran a entrevistar a una serie de aspirantes, sino que ten¨ªan que encontrar personas que, adem¨¢s de estar capacitadas para sus cometidos, no quisieran trabajar para la Administraci¨®n; personas para las que un empleo oficial supusiera un sacrificio y un descenso de categor¨ªa. Esta es la clase de hombres que quiero y esta es la forma en que yo enfocar¨ªa esta cuesti¨®n concreta.
P. Es bien sabido que para usted la religi¨®n es muy importante. ?En que medida tratar¨ªa, si fuera elegido presidente, de apoyar la tendencia hacia el restablecimiento del papel de la religi¨®n en los asuntos pol¨ªticos?
R. Teddy Roosevelt dijo en una ocasi¨®n, refiri¨¦ndose a la Presidencia, que era un ?p¨²lpito privilegiado? y ten¨ªa raz¨®n. El cargo de presidente da al que lo ostenta una oportunidad excepcional de fijar normas a imitar por medio de sus acciones y sus palabras. Mi intenci¨®n es utilizar esta ventaja no desde el punto de vista de un ministerio personal, sino para establecer normas de conducta a nivel gubernamental que hagan que el Gobierno vuelva a ser considerado un s¨ªmbolo de integridad moral. Ha mencionado usted mi fe religiosa. Bien, no puedo imaginar que haya nadie dispuesto a enfrentarse a un cargo de estas caracter¨ªsticas si no piensa que por encima de ¨¦l hay alguien a quien pueda recurrir cuando necesite ayuda.
P. ?Existe alg¨²n conflicto entre su ideolog¨ªa pol¨ªtica y su postura religiosa? Por ejemplo, un buen republicano como usted debe creer en el esfuerzo propio, en las satisfacciones materiales, en el incentivo del beneficio para las empresas comerciales, y as¨ª sucesivamente. ?No choca esta postura con su enfoque como cristiano?
R. No, no lo creo. En mi caso no existe conflicto alguno, y no creo que tenga que haberlo en ning¨²n otro caso, a no ser que se trate de alguien que acepte un doble est¨¢ndar, alguien que aplique unas normas morales en su vida privada y otras distintas en su actuaci¨®n p¨²blica. Hay mucha gente realmente dispuesta a aceptar estos dobles est¨¢ndares y esto es, en gran medida, la causa de la decadencia moral que sufrimos. Muchas de estas personas tienen una actitud ¨¦tica en su vida privada, son personas morales, pero en cuestiones pol¨ªticas aceptan unas normas que no son ¨¦ticas.
P. Si un presidente o gobernador que tenga fe cristiana quiere llevar su postura religiosa a la vida p¨²blica y ayudar a su pr¨®jimo por medio, por ejemplo, de mejoras en los programas de seguridad social, esta actitud puede costar dinero a la Administraci¨®n. ?No se contradice esto con una pol¨ªtica de reducciones en el gasto p¨²blico?
R. No; aqu¨ª nos encontramos con una contradicci¨®n. La persona piadosa que se esfuerza por hacer cosas que no tiene obligaci¨®n de hacer es porque ha perdido la fe en que la gente sea capaz de hacer esas cosas por s¨ª misma. La finalidad moral de la par¨¢bola del buen samaritano no es poner de relieve los beneficios materiales que recibe el pobre que hab¨ªa sido asaltado y golpeado, sino los beneficios morales que obtiene el samaritano que cruza el camino para ayudarle.
P. Esto plantea la cuesti¨®n de por qu¨¦ la gente se mete en la pol¨ªtica. Le he preguntado antes por qu¨¦ se hizo usted actor. Ahora bien, ?por qu¨¦ se dedic¨® usted a la pol¨ªtica? He le¨ªdo que cuando era usted estudiante organiz¨® una huelga contra el decano de la universidad.
R. Se me ha atribuido m¨¢s participaci¨®n en ese episodio de la que realmente tuve. Yo estaba en primer a?o. Eran los sombr¨ªos d¨ªas de principios de la depresi¨®n. El decano se dej¨® llevar un poco por el p¨¢nico; los fondos empezaban a escasear y quiso economizar. Era una instituci¨®n peque?a y el dinero no abundaba. Entonces, quiso eliminar algunas de las asignaturas optativas. Ahora bien, muchos de los estudiantes m¨¢s avanzados estaban en contra de esta medida. Pensaban que el t¨ªtulo perder¨ªa valor si se aplicaba, y algunos de los profesores estaban de acuerdo con ellos. Por la raz¨®n que fuera, los estudiantes de cursos avanzados me pidieron que representara a los de primer curso. Luego, la noche que se echaron las campanas al vuelo y se congreg¨® a los estudiantes en la capilla para notificarles lo que se pensaba hacer, me pidieron que fuera yo el que leyera el anuncio p¨²blico. As¨ª, pues, ese fue mi papel en aquella huelga
P. Me da la impresi¨®n de que este proceso se ha repetido constantemente a lo largo de su carrera, gobernador. La gente ha venido a usted y te ha dicho: ??Quiere usted representarnos??.
R. Algo hay de verdad en ello.
P. Ahora volvamos a la forma en que se inici¨® usted en el mundo de la pol¨ªtica.
R. Fue un proceso gradual. Mi padre era partidario de Roosevelt. Ten¨ªa una gran deuda con el new, con la l¨ªnea pol¨ªtica de este presidente. Yo segu¨ª su ejemplo: vot¨¦ por primera vez en 1932 y mi voto fue para Franklin Delano Roosevelt. Es decir, que yo era dem¨®crata.
P. ?Qu¨¦ le hizo cambiar?
R. Bueno, tambi¨¦n el cambio fue gradual. No es que un buen d¨ªa me dijera: ?Mira qu¨¦ mal lo hacen; ya no me gusta esta gente?. Quiz¨¢ la transformaci¨®n se hubiera producido antes si no hubiera sido por la guerra. Estuve cuatro a?os en el servicio; nunca sal¨ª de Estados Unidos y la mayor parte del tiempo estuve destinado como oficial en la primera unidad cinematogr¨¢fica de las fuerzas a¨¦reas. Esta fue la ¨¦poca en que me convert¨ª en presidente de la asociaci¨®n. Pues bien, si analiza usted el programa de Roosevelt en 1932, ver¨¢ que preve¨ªa la devoluci¨®n a los Estados y a las comunidades locales de determinadas funciones que hab¨ªan sido asumidas por el Gobierno federal, el retorno al pueblo de las libertades que le hab¨ªan sido injustamente usurpadas y la reducci¨®n del presupuesto federal en un 25%, cosas todas ellas en las que a¨²n creo hoy en d¨ªa. Pues bien, como te he dicho, despu¨¦s de la guerra me introduje en el c¨ªrculo sindicalista y me encontr¨¦ de repente hablando de temas sindicales y de la industria cinematogr¨¢fica. Empec¨¦ a darme cuenta de que la industria cinematogr¨¢fica sufr¨ªa un alto grado de discriminaci¨®n en materias impositivas, y cuando comenc¨¦ a pronunciar conferencias ante las c¨¢maras de comercio, sol¨ªa se?alar que si el Gobierno pod¨ªa hacer esto con una industria determinada, tambi¨¦n podr¨ªa hacerlo con las dem¨¢s; ninguna de ellas pod¨ªa sentirse a salvo. A consecuencia de ello, la gente de otras industrias empez¨® a venir a consultarme sobre sus problemas con el Gobierno; agricultores, fabricantes, comerciantes, etc¨¦tera. Pronto comenc¨¦ a variar el enfoque de mis conferencias; empec¨¦ a hablar menos sobre Hollywood y la industria del cine y m¨¢s sobre la industria en general. Nominalmente, a¨²n era dem¨®crata.
Y un buen d¨ªa, al volver a casa, le dije a Nancy: ??Sabes una cosa? al fin me he dado cuenta de que lo que estoy haciendo cada cuatro a?os es defender al partido que permite que pasen las cosas contra las que lucho?. Entonces fue cuando me hice republicano.
As¨ª pues, y volviendo a la manera en que formul¨® usted su pregunta, es decir, si la campa?a se centra en los temas de inter¨¦s p¨²blico o en las personas de los candidatos, yo dir¨ªa que para m¨ª la campa?a se centra en los temas p¨²blicos, y para ¨¦l, en las personas.
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