Graves problemas de espacio y mantenimiento de los cementerios madrile?os
Centenares de miles de madrile?os acudieron ayer, primero de noviembre, a los diversos cementerios de Madrid a cumplimentar el rito anual de mostrar la viveza del recuerdo hacia sus familiares muertos, y limpiar y adornar sus tumbas. Pocos madrile?os conocen a fondo, sin embargo, el complejo entramado burocr¨¢tico, econ¨®mico y urban¨ªstico que rodea la existencia de los cementerios en una gran ciudad como Madrid, aunque todos tienen la impresi¨®n de que morirse es caro, si bien nadie va a plantear objeciones en unos momentos en los que el fallecimiento de una persona querida hace que el dolor relegue a segundo t¨¦rmino cualquier otra cuesti¨®n, y menos la tan prosaica del dinero.La Empresa Funeraria ofrece una gama de tarifas a los familiares, entre las que ¨¦stos escogen la m¨¢s acomodada a sus econom¨ªas. A partir de entonces, la empresa se encarga de todo lo relativo al sepelio. Todas las categor¨ªas ofrecen los mismos servicios: papeleo burocr¨¢tico en el registro civil, en el Ayuntamiento, Sanidad, f¨¦retro, funda y botella desinfectante, coches de duelo, capilla ardiente y traslado al cementerio. La diferencia de los precios oscila en la calidad de los materiales empleados.
En m¨¢s de la mitad de los casos, los madrile?os se gastan unas 35.000 pesetas en enterrar a sus muertos, y una quinta parte llega a las 47.000 pesetas. En los extremos de la gama figura el entierro gratuito, reservado para aquellas personas con certificado de pobreza o las que fallecen abandonadas en la calle sin que nadie las reclame. En la categor¨ªa m¨¢s alta figuran los sepelios de lujo, que pueden significar un desembolso de m¨¢s de 150.000 pesetas.
Anta?o la gente comenzaba a comprarse el ata¨²d cuando frisaba los cuarenta a?os, para garantizarse un ¨²ltimo lecho digno. Hoy d¨ªa esa, costumbre ha sido sustituida por la de firmar una p¨®liza con una compa?¨ªa de seguros y pagar durante el resto de la vida unas tasas para poder disponer, f¨ªnalmente, de un entierro con cierta vistosidad. Tal vez porque una forma mensurable de demostrar el cari?o hacia el muerto sea rodear sus ¨²ltimos momentos antes de desaparecer bajo la tierra de toda la pompa asequible. Que el cari?o exista realmente o que se dirija a eliminar las dudas de los vecinos es algo que queda en la conciencia privada de los allegados.
En Madrid existen tambi¨¦n cofrad¨ªas de entierro que tienen un consorcio con sus abonados y contratan el servicio funerario, pero con la diferencia de que en estos casos dicen carecer de fines lucrativos. En ¨²ltima instancia, quien se encarga del entierro es la Empresa Funeraria, que cobrar¨¢ a los familiares directamente, a la cofrad¨ªa o a la compa?¨ªa aseguradora, seg¨²n el caso.
Y lo que dicen los responsables municipales es que el servicio es barato, en relaci¨®n con los gastos que supone la conservaci¨®n de cementerios tan enormes como el de la Almudena. Actualmente, existen en la capital once cementerios. Son los de la Almudena, Fuencarral, Carabanchel, Aravaca, El Pardo, Canillas, Canillejas, Barajas, Vallecas, Villaverde y el cementerio civil. En total son dos millones de metros cuadrados, que ya no bastan para albergar los cuerpos de los ochenta o noventa cad¨¢veres que diariamente produce la ciudad. Desde su apertura, el 15 de septiembre de 1884, el cementerio de la Almudena ha recogido los cuerpos de m¨¢s de 1.900.000 personas. El segundo en importancia es el de Carabanchel, ¨²nico adem¨¢s que todav¨ªa no presenta problemas de espacio. Todos los restantes est¨¢n saturados o pr¨®ximos a la saturaci¨®n. En este problema juega un papel importante la mentalidad tradicional espa?ola, que no ha acogido con la amplitud que se esperaba la modalidad de incinerar a los muertos. S¨®lo ochocientos o novecientos casos, de los 25.000, aproximadamente, que se contabilizan en la ciudad eligen la incineraci¨®n, y la gran mayor¨ªa corresponden a personas extranjeras.
El cementerio civil acoge a todos aquellos que en vida profesaron religiones distintas a la cat¨®lica o, simplemente, que se definieron como agn¨®sticos. Las r¨ªgidas leyes sanitarias que rigen en el pa¨ªs impiden, por ejemplo, que las cenizas de alg¨²n fallecido puedan ser lanzadas al viento. Los ritos particulares de cada religi¨®n o secta se realizan antes de que el coche f¨²nebre salga hacia el camposanto. A partir de aqu¨ª, todos deben ser enterrados o incinerados. En el caso de los hebreos, que disponen de un espacio aparte dentro del cementerio civil, se plantea el hecho de que su religi¨®n proh¨ªbe que cada tumba sea ocupada por m¨¢s de los restos de una persona, aunque el escaso n¨²mero de sepelios de dicha religi¨®n minimiza el hipot¨¦tico problema de espacio que pudiera plantear.
En Madrid existen tambi¨¦n cuatro cementerios sacramentales: el de San Lorenzo, San Justo, San Isidro y Santa Mar¨ªa, que dependen exclusivamente del arzobispado, el cual remite al Ayuntamiento, y s¨®lo a efectos estad¨ªsticos, los datos de las inhumaciones realizadas. Son muy escasas, como m¨¢ximo dos o tres por d¨ªa, por t¨¦rmino medio. Esta circunstancia permite que su conservaci¨®n y embellecimiento sea m¨¢s f¨¢cil. Contrasta el sosiego que presentan los paseos de estos camposantos, la belleza de sus mausoleos y grupos escult¨®ricos, con la masificaci¨®n y el aspecto desolado que presentan los municipales, en los que las sucesivas y apresuradas ampliaciones han impedido dar tiempo a sembrar cipreses, pavimentar los paseos, retirar los montones de tierra que se acumulan a sus m¨¢rgenes. Asimismo, los 330 funcionarios municipales, de los que 250 est¨¢n destinados en el de la Almudena, no pueden garantizar el cuidado de las tumbas, muchas de ellas abandonadas por sus familiares, rotas y sucias. Menor importancia tienen los cementerios parroquiales, tanto por su escaso n¨²mero como por su poca extensi¨®n.
Los que viven de los muertos
Alrededor de los cementerios se establecen una serie de profesionales que ofrecen sus mercanc¨ªas relacionadas con las pompas funerarias. En la acera izquierda de la avenida de Daroca se encuentran agrupados los marmolistas, fabricantes de las l¨¢pidas que cubrir¨¢n las tumbas, y que suponen uno de los gastos m¨¢s fuertes, econ¨®micamente, de un sepelio. Repartidos por las entradas de todos los camposantos, los floristas, permanentes o espor¨¢dicos, como es el caso tradicional de los gitanos. Negocios que atraviesan una crisis, fundamentalmente porque el precio de las flores ha alcanzado cifras considerables, desde las seiscientas pesetas que puede costar una docena de gladiolos, hasta los claveles, que este a?o pueden ponerse en las quinientas.
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