Cuatro a?os sin mucha historia
Quiz¨¢ haya sido el propio Jimmy Carter quien formul¨® la mejor cr¨ªtica de su actuaci¨®n al frente de la Casa Blanca: ?He administrado demasiado y no he gobernado bastante?, reconoci¨® el verano pasado, cuando su ¨ªndice de popularidad alcanzaba las cotas m¨¢s bajas. Cuatro a?os de lucha con un Congreso reticente ante las ?grandes cruzadas? y contra realidades econ¨®micas poco gratas han obligado a este sure?o provinciano, de 56 a?os, a revisar sus objetivos.
Elegido para restaurar la fe en Estados Unidos tras la doble verg¨¹enza del Watergate y de Vietnam, Carter deseaba transformar el Gobierno federal en una m¨¢quina eficaz y responsable, responder al desaf¨ªo energ¨¦tico, reformar el sistema fiscal, cambiar el papel de Washington en el mundo. Cre¨ªa tambi¨¦n que un Gobierno pod¨ªa intentarlo todo y casi conseguirlo si era ?tan honrado, cre¨ªble, justo, competente e idealista como el mismo pueblo norteamericano?.En cuatro a?os, Jimmy Carter seg¨²n reconocen sus colaborado res, ha aprendido, al menos, una cosa: los l¨ªmites del poder.
Las ambiciones del presidente, recalcan, se han visto amenazadas no tanto por su indecisi¨®n como por dos realidades frente a las cuales poco pudo hacer: la p¨¦rdida de competitividad de la industria norteamericana y el descenso relativo de la influencia de Estados Unidos en el mundo.
Antes y despu¨¦s de Afganist¨¢n
La ¨¦poca Carter tendr¨¢ un ?antes? y un ?despu¨¦s,?: antes de la entrada de los tanques sovi¨¦ticos en Afganist¨¢n, en diciembre de 1979, y despu¨¦s. ?En una sola semana he aprendido m¨¢s de la Uni¨®n Sovi¨¦tica que en los tres a?os precedentes?, confes¨®, con una franqueza desconcertante para el dirigente m¨¢s poderoso del mundo.No obstante, y con el objetivo de desmarcarse de su adversario, Ronald Reagan, dulcific¨® recientemente su postura: ?Los sovi¨¦ticos tambi¨¦n buscan la paz?, asegur¨® en un mitin electoral en Chicago.
Estas fluctuaciones no han hecho sino incrementar la desconfianza entre los aliados tradicionales de Estados Unidos, en Europa y en Asia. Asimismo han servido para sembrar la duda sobre la voluntad real del presidente de convertir su pa¨ªs, como ha anunciado, en ?el campe¨®n de los derechos del hombre en el mundo?. De hecho, han sido objeto de una lucha permanente entre la Casa Blanca y el Congreso.
Un extra?o para el Congreso
Jimmy Carter fue elegido, en 1976, contra la voluntad de Washington y del Congreso. Y, en 1980, contin¨²a siendo un extra?o en ambos mundos. Desde este punto de vista se deben analizar los vaivenes, por ejemplo, del presupuesto de Defensa. Carter lleg¨® a la Casa Blanca con la promesa de reducirlo entre 5.000 y 7.000 millones de d¨®lares y ha acabado convirti¨¦ndose en el abogado principal de un aumento anual del 5%.Los acuerdos de Camp David (septiembre de 1976) con Egipto e Israel y la normalizaci¨®n diplom¨¢tica con China (enero de 1979) constituyen los principales aciertos de estos cuatro a?os.
El presidente tard¨® en reaccionar frente a su primera crisis internacional de envergadura: la captura hace justo un a?o de los rehenes de la Embajada norteamericana en Teher¨¢n.
La firma del tratado para la devoluci¨®n del canal de Panam¨¢, en 1978, ha sido su ¨²nico verdadero paso hacia adelante en Am¨¦rica Latina.
En pol¨ªtica interior, el mandato de Jimmy Carter se ha caracterizado por id¨¦nticos contrastes. Tras prometer reducir el n¨²mero de parados, no ha dudado en absoluto en permitir su aumento con el objetivo de luchar contra una tasa de inflaci¨®n que, en todo momento, se ha mantenido por encima del 10%.
Su dedicaci¨®n a las tareas legislativas apenas si le ha reportado dividendos electorales.
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