Restituci¨®n de Servet
En la Historia de los heterodoxos espa?oles y equivocadamente, por incompleto conocimiento de Servet, nuestro extraordinario pol¨ªgrafo Men¨¦ndez y Pelayo se regode¨® en exceso cuando en el cap¨ªtulo VI del volumen IV calificaba a Miguel Servet de delirante, trabalenguas, estrafalario y rab¨ªnico ?a medio digerir?. Adjetiv¨® a la teor¨ªa servetiana de orgi¨¢stica, ?torbellino cristoc¨¦ntrico, verdadero laberinto", y describi¨® a nuestro heresiarca del XVI como pante¨ªsta, llegando a decir que ?en la hoguera de Servet termina el pante¨ªsmo antiguo?, como en la de Giordano Bruno empezaba el pante¨ªsmo moderno. No me explico c¨®mo Mara?¨®n, tan equilibradamente prudente, pudo decir en conferencia que yo te o¨ª, y escribir despu¨¦s (en Tudela, cuando el centenario), que Men¨¦ndez y Pelayo trataba a Servet con respeto; idea que acaso pueda basarse en la frase que el historiador tambi¨¦n estamp¨® caracteriz¨¢ndole, aunque con cierta sorna, de ?caballero andante de la teolog¨ªa?. La teolog¨ªa fue, sin que quede lugar a dudas, ?el caballo de batalla? de toda la vida de Servet, aunque tambi¨¦n se ocupara, seg¨²n las circunstancias lo requer¨ªan, de temas m¨¦dicos, geogr¨¢ficos, astrol¨®gicos, etc¨¦tera, como insuperable ejemplar de perfecto humanista y de eso que llamamos intelectual completo.Sin embargo, Miguel Servet ha pasado a la historia mucho ra¨¢s como descubridor de la circulaci¨®n pulmonar que como te¨®logo. Mientras hay muchas historias, de la Filosof¨ªa que ni lo citan, a pesar de que mencionen a otros te¨®logos contempor¨¢neos de Servet y que con ¨¦l se enfrentaron, no hay tratado o manual de historia de la Medicina en que no se haga descripci¨®n del descubrimiento, indiscutiblemente razonable, pero que s¨®lo constituye una m¨ªnima parte del contenido total de la obra servetiana y, adem¨¢s, siempre utilizada por Servet a efectos de explicar sus consideraciones teol¨®gicas.
En Espa?a han sido Jos¨¦ Goyanes y Jos¨¦ Bar¨®n los ¨²nicos que se ocuparon a fondo de Servet; el segundo, en un libro muy valioso, en el que puso en claro muchos aspectos de su vida y de su obra, insistiendo, con lujo de detalles, en el origen sijenense de su blografiado. Cuantos persisten en decir que naci¨® en Tudela lo hacen ya a conciencia de que fal tan a la verdad. Servet ha dado a su Villanueva de Sijena un honor m¨¢iximo para sumar a los brillantes antecedentes hist¨®ricos y monumentales. Este honor lo han recogido, para darle el lustre pertinente, no solamente Goyanes y Bar¨®n, sino otros dos espa?oles de pro, que obligadamente debo de mencionar.
El primero de ellos, don Julio Arribas Salaberri, tan encari?ado con su coterr¨¢neo que ha creado una important¨ªsima instituci¨®n de tan fant¨¢stica corno inconcebible categor¨ªa, el Instituto de Estudios Sijenense Miguel Servet, que constituye una de esas bell¨ªsimas pero excepcional es sorpresas con que uno se tropieza, asombrado, en nuestra extra?a y ?diferente? tierra. Esta fundaci¨®n est¨¢ dedicada a propalar el conocimiento de la figura de Servet en todos sus matices y est¨¢ radicada en el pueblo en que Servet naci¨®, de no m¨¢s de seiscientos habitantes. Por su modest¨ªsima aula -el local de un cine pueblerino- han desfilado maestros espa?oles y extranjeros: historiadores, fil¨®sofos, latinistas, m¨¦dicos, etc¨¦tera, pronunciando conferencias magistrales que despu¨¦s son publicadas en monograf¨ªas excelentemente editadas que resultan siempre estudios completos sobre los temas desarrollados. El ¨²ltimo de los conferenciantes ha sido el se?or Henry Babel, jefe de la Iglesia nacional protestante (calvinista) de Ginebra. En el momento actual van publicadas y repartidas gratis m¨¢s de veinte interesant¨ªsimas monograf¨ªas. Pues bien, esa entidad otorga sus insignias, sus t¨ªtulos en pergamino y concede preciosas veneras, que son entrecladas en actos solemnes, como son los de las academias oficiales, a los miembros del instituto, el mismo d¨ªa que pronuncian su conferencia o discurso de ingreso. Esa instituci¨®n vive, en primer lugar, del entusiasmo de su creador, al que ha llegado ya el momento de rendir el homenaje que merece: en segundo lugar, de las donaciones de los miembros y de algunos fil¨¢ntropos propulsores de la idea fundacional.
El otro espa?ol de pro es Angel Alcal¨¢, exiliado intelectual -no Pol¨ªtico- de Espa?a e insigne profesor de la City University de Nueva York, quien ha dedicado lo mejor de su tiempo en los ¨²ltimos quinquen¨ªos a estudiar la obra y el pensamiento de Servet. Con las dos excepciones antes citadas, los espa?oles, a lo largo de la historia, casi no se ocuparon de conocer bien a Servet. Pienso, como Alcal¨¢, que esto fue debido en parte a los comentarios del gran maestro de la poligraf¨ªa hispana mencionados al comienzo; en parte, tambi¨¦n, al bochornoso freno que la cultura oficial espa?ola puso durante siglos al reconocimiento de los valores de los generalmente calificados como heterodoxos. Cierto que del personaje Servet se han ocupado muchos espa?oles, yo mismo, pero siempre con frivolidad o como tema puramente literario y hasta teatral. Mas del pensamiento, de la teolog¨ªa de Servet, nadie se ocup¨® en profundidad hasta que Angel Alcal¨¢, con tanto ah¨ªnco y con tantas capacidades, se lanz¨® a la ¨ªmproba labor de interpretar adecuadamente los textos, con la colaboraci¨®n de un moderno e insuperable latinista, el profesor Luis Bet¨¦s, de la Universidad Laboral de Zaragoza, y de otros maestros norteamericanos, espa?oles e hispanoamericanos.
En una reci¨¦n aparecida traducci¨®n del Christianismi restitutio, prologada y comentada por Angel Alcal¨¢, nos encontramos con un Servet desconocido y totalmente nuevo, cuyo pensamiento, sin ofrecer dudas, tiene un significado sin no s¨®lo en la historia de la filosof¨ªa europea, sino por cuanto se refiere a la pertinencia de concederle, por tard¨ªamente que sea, una categor¨ªa de primer¨ªsima fila. El lector que consulte estos textos, el pr¨®logo y los comentarios a pie de p¨¢gina de Alcal¨¢, comprender¨¢ que Servet ha sido uno de los te¨®logos m¨¢ximos del siglo XVI.
Nadie podr¨¢, en adelante, seguir tratando de pante¨ªsta al pensamiento servetiano, ni pasarlo por alto atribuy¨¦ndole ¨²nicamente el descubrimiento de la circulacl on pulmonar. Este, felizmente autentificado como suyo, es utilizado por el autor (rectificando ideas galenistas) en su libro V, ?en que trata del Esp¨ªritu Santo? como exposici¨®n de su divina filosof¨ªa, escribe Alcal¨¢, en la que el alma es soplo de Dios-Esp¨ªritu radicado en la sangre. Alcal¨¢ dice que Servet, al exponerlo, ?no puede ocultar una buena pizca de orgullo, sabedor de su originalidad cient¨ªfica?. El contexto en que el descubrimiento se instala no es m¨¦dico -aunque el hecho sea fisioanat¨®mico-, ?sino filos¨®fico, teol¨®gico, religioso?. Servet, dice tambi¨¦n su transcriptor, ?es un mundo aparte y, como los angeles en el sistema tomista, forma especie por s¨ª mismo?. Es decir: especie humana excepcional. Hasta hoy nadie hab¨ªa calado tan hondo como Alcal¨¢ en el sistema teol¨®gico de Servet. En el futuro, y gracias a la publicaci¨®n que comento, ya nadie podr¨¢ pasar m¨¢s o menos superficialmente por Servet, ni decir que este hombre genial era un loco y que no cuenta en la balanza de los valores hist¨®ricos.
A la Fundaci¨®n Juan March, que prest¨® ayuda Financiera para la realizaci¨®n de este estudio -uno m¨¢s entre los logros magn¨ªficos de la misma-, y a don Pedro Sainz Rodr¨ªguez, director de la Fundaci¨®n Universitaria Espa?ola que ha editado el libro -821 p¨¢ginas de condensado estudio-, debemos gratitud inmensa cuantos amamos la historia de nuestro pa¨ªs. Gracias a este verdadero monumento en la bibliograf¨ªa Alcal¨¢ y Bet¨¦s han sacado a Servet del pozo pante¨ªsta, y de la incomprensi¨®n o la ignorancia, para restituirlo a un pensamiento cristiano. Han rest¨ªtuido a Servet.
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